
La imagen es directa, poderosa: barcos al sol que emerge tras una tormenta, pinceladas cargadas de ritmo, cielo y agua que dialogan. Así es Tormenta con Sol (1953), del maestro porteño Benito Quinquela Martín. Pero en la ciudad de Tres Arroyos, esta obra trasciende su condición de óleo para convertirse en un símbolo institucional —y además, en parte fundamental de un proyecto cultural que apostó por llevar el arte al espacio público.
La pieza fue presentada por Quinquela en la sede municipal durante una exposición organizada por la Dirección de Cultura. Aprovechando ese momento, la Municipalidad adquirió la obra —mediante el apoyo del sector financiero local— y la incorporó al patrimonio en permanente exhibición del Museo de Bellas Artes de Tres Arroyos (MUBATA). De ese modo, lo que comenzó como una pintura dentro de una sala se transformó en emblema viviente de identidad cultural, objeto de visitas escolares, recorridos educativos y eje de la difusión institucional.

Detrás de esa adquisición hubo una trama decisiva: el apoyo de José “Pepe” Carreras, al frente del Banco Comercial de Tres Arroyos, fue determinante para vincular mecenazgo, institución bancaria e iniciativa cultural.
Esa articulación permitió no sólo la compra de una obra destacada, sino también sostuvo exposiciones, colaboraciones y proyectos que llegaron a convertirse en parte del tejido urbano. En ese espíritu, la ciudad impulsó un concepto que hoy puede parecer natural, pero que entonces fue audaz: hacer del arte algo cotidiano, que el vecino se encontrara con él al cruzar la calle.
Uno de los hitos de esa estrategia fue la intervención artística en la Plaza San Martín. Allí se instalaron murales realizados en mosaicos —uno de ellos ejecutado por Raúl Soldi, dedicado al mundo de la música; otro vinculado a la iconografía del trabajo y realizado en colaboración con Quinquela o bajo su inspiración—, generando un “museo a cielo abierto”. Con esa iniciativa, la ciudad no sólo abría sus muros como soporte de obra, sino que integraba el paseo urbano, la memoria colectiva y la estética como parte del recorrido diario de sus habitantes.

Los murales, impulsados por el Banco Comercial y por la política cultural municipal, fueron concebidos en la década de 1970 y forman parte de una lógica de democratización del arte: que quien camina por la plaza —sin pagar entrada ni concertar visita— tenga acceso inmediato, visual y simbólico, a la creación artística. Esa apuesta alteró la forma en que la ciudad se vio a sí misma y cómo el arte se volvió parte del entorno.
El propio maestro Raúl Soldi estuvo atento y detrás de la creación de su mural en la Plaza San Martín de Tres Arroyos, tal como lo demuestran las siguientes cartas enviadas por el artista plástico a José Carrera, donde se especifícan cuestiones referidas a sus características.


Sobre la obra “Tormenta con Sol”
Volviendo a Tormenta con Sol, su lectura va más allá de la representación portuaria. La tensión entre “tormenta” y “sol” funciona también como metáfora de una ciudad que enfrenta adversidades y aun así conserva su capacidad creativa, su luz propia. La elección del puerto, el cielo abierto, el reflejo en el agua, la congestión plástica de muelles y barcos, conforman una narrativa visual que reúne identidad, trabajo y esperanza. Es natural entonces que esa obra haya sido adoptada como emblema.

Además, la estrategia de vincular esa obra con los espacios públicos amplificó su valor simbólico. Lo que empezó en una sala de museo se irradiaba hacia la plaza, hacia los mosaicos, hacia los vecinos. Fue una política cultural coherente: adquisición, institucionalización, visibilidad pública. Y los efectos fueron tangibles: programas escolares de visitas al museo que tenían como eje principal la obra emblema; actividades educativas que la situaban como punto de partida; y una identidad cultural local fortalecida.

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