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El ejemplar medía casi tres metros y apareció en una playa de Tasmania. En redes sociales lo vincularon con la leyenda japonesa que lo señala como un mensajero del océano
07 de junio de 2025, 02:00
La escena parecía sacada de una película de ciencia ficción: un pez plateado, de cuerpo alargado y casi tres metros de largo, yacía sobre la arena de Ocean Beach, en el oeste de Tasmania. Sybil Robertson, una paseadora de perros local, fue quien lo descubrió mientras caminaba por la costa.
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“Fue fantástico. Sabía que era algo inusual y extraño”, relató Robertson, en declaraciones recogidas por Dailymail. La mujer tomó varias fotos del animal y las compartió en un grupo de Facebook. En cuestión de horas, las imágenes comenzaron a circular en otras plataformas como Reddit y se volvieron virales.
No era para menos: se trataba de un pez remo, una criatura marina que no suele aparecer en la superficie y que, en varias culturas, fue relacionada con desastres naturales. En Japón, por ejemplo, se lo conoce como Ryugu no tsukai, el “mensajero del Palacio del Dios del Mar”, y su aparición suele interpretarse como un presagio de tsunamis o terremotos. Por esa razón, también se lo apodó el “pez del fin del mundo”.
La creencia cobró fuerza luego del terremoto y tsunami de Fukushima en 2011, ya que en los meses previos se habían registrado varios avistamientos de peces remo en las costas niponas. Si bien no hay estudios científicos que prueben esta relación, el mito persiste y resurge cada vez que un ejemplar aparece.
En redes sociales, el hallazgo en Tasmania provocó todo tipo de reacciones. “El océano está muy descontento con el desprecio de la humanidad hacia él”, escribió un usuario. Otro comentó: “Últimamente, el mundo parece acabarse con más frecuencia”.
De acuerdo con Dailymail, esta especie puede alcanzar los 11 metros de largo y pesar más de 200 kilos. Tiene un cuerpo brillante, aleta dorsal roja y movimientos lentos. Su figura ha sido inspiración tanto para científicos como para leyendas.
En cada aparición, este animal desafía el límite entre la ciencia y el mito. Y aunque se lo siga llamando “el pez del fin del mundo”, su presencia también puede ser leída como un recordatorio de lo mucho que queda por descubrir bajo el mar.