Una década estancada: las claves detrás del 30% de jóvenes Ni Ni

El Observatorio de la Deuda Social Argentina confirma que el 30% de los jóvenes entre 18 y 24 años no estudia ni trabaja, un índice que se mantiene prácticamente inalterado desde hace más de una década. Detrás del número hay historias como la de Joaquín, un joven de Moreno que alterna cursos barriales con trabajos temporales porque en su zona no existe una oferta formativa estable. Su experiencia es la de casi dos millones de jóvenes argentinos que enfrentan desigualdades territoriales, conectividad limitada y trayectorias educativas frágiles. La OIT señala que uno de cada cinco jóvenes latinoamericanos está fuera del sistema educativo y laboral, pero la Argentina supera ese promedio debido a la informalidad extendida y el estancamiento económico.

Una década estancada: las claves detrás del 30% de jóvenes ‘Ni Ni’ • Canal C

Los especialistas coinciden en que la vulnerabilidad empieza mucho antes de los 18 años: solo uno de cada diez estudiantes termina la secundaria a tiempo y con aprendizajes adecuados. En los hogares más pobres, la conectividad es intermitente y el acceso a cursos es limitado. En el caso de las mujeres, el panorama es aún más complejo: el 67% de las jóvenes que no estudian ni trabajan realiza tareas de cuidado no remunerado y el 95% de esas tareas recae sobre mujeres, lo que profundiza la brecha de género en la participación laboral.

A estas desigualdades se suman las dificultades estructurales del mercado laboral y la falta de oferta educativa flexible. Desde la Cámara Argentina de Formación Profesional, Daniel Martini advierte que el término “Ni Ni” simplifica una realidad atravesada por trayectorias educativas interrumpidas, empleos precarios y responsabilidades familiares. Desde CIPPEC, Manuel Mera destaca tres factores clave detrás del estancamiento: trayectorias educativas frágiles, déficit de habilidades laborales y fuertes desigualdades territoriales. En regiones como el NOA y el NEA, la baja productividad limita el empleo formal y trunca la transición de la escuela al trabajo.

El escenario se agrava con la pobreza multidimensional, que en la Argentina se transmite de generación en generación. Según la UCA, tres cohortes juveniles crecieron en contextos donde la pobreza por ingresos nunca bajó del 25%, condicionando hábitos, expectativas y vínculos sociales. Esta desinserción prolongada también impacta en la salud emocional: aislamiento, pérdida de motivación, vínculos fragmentados y mayor exposición a consumos problemáticos. Son factores que no actúan solos, sino como un entramado que refuerza la exclusión.

Una década estancada: las claves detrás del 30% de jóvenes ‘Ni Ni’ • Canal C

Frente a este panorama, los especialistas coinciden en que la respuesta debe ser integral y sostenida. Los programas que vinculan formación con sectores productivos, las trayectorias técnicas, la capacitación modular y los modelos duales —que combinan estudio y trabajo— muestran mejores resultados. También resultan clave las becas educativas, el acompañamiento territorial y los llamados “espacios puente” que permiten reconstruir hábitos antes de ingresar a la formación formal. En centros barriales como el de Moreno, los jóvenes retoman cursos varias veces antes de completarlos: no por falta de voluntad, sino por las condiciones de vida que atraviesan sus trayectorias. Es ahí donde los números encuentran su explicación más profunda.


fuente: CANALC

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