
El Papa Francisco rompió moldes dentro de la Iglesia con su postura abierta y compasiva hacia las personas homosexuales. Desde su famosa frase en 2013 “¿Quién soy yo para juzgar?”, dejó en claro que su pontificado marcaría un giro en la mirada del Vaticano sobre la diversidad.

Durante su papado, defendió el derecho de las personas LGBTQ+ a formar parte de la Iglesia, se manifestó a favor de las uniones civiles y sostuvo que todos tienen derecho a vivir en familia. También calificó de “injustas” las leyes que penalizan la homosexualidad y llamó a los obispos a iniciar un proceso de cambio frente a actitudes discriminatorias.

Su legado, en este sentido, fue el de un líder espiritual dispuesto a cuestionar estructuras y acercar a la Iglesia a los márgenes, promoviendo una mirada más humana, inclusiva y coherente con los tiempos que corren.