
JOHANNESBURGO — Las circunstancias parecían sospechosas.
El hombre al teléfono dijo que trabajaba para una organización humanitaria que podía gestionar el traslado de Ahmed Shehada y su familia fuera de la Franja de Gaza, devastada por la guerra, si pagaba 1600 dólares por persona a una cuenta de criptomonedas.
Exigió el pago por adelantado.
Shehada pensó que era una estafa y se negó.
Pero después de enterarse de que un amigo había escapado de Gaza a través del mismo grupo, decidió arriesgarse.
Esa decisión llevó a Shehada, de 37 años, a su esposa y a sus dos hijos pequeños a un angustioso viaje de 24 horas en dos convoyes de autobuses separados, a través de tensos puestos de control israelíes, a un vuelo con destino desconocido y finalmente a Sudáfrica, un país en el que nunca había estado.
“La situación en Gaza es tan terrible que correrías un riesgo enorme como ese”, dijo.
Shehada, un médico, llegó a Sudáfrica con su familia el mes pasado, entre los cientos de palestinos que han aterrizado allí recientemente en dos vuelos, en condiciones que el gobierno sudafricano ha considerado sospechosas.
Los vuelos fueron organizados por Al-Majd Europe, un grupo con escasa presencia pública del que, según funcionarios sudafricanos, sabían poco.
El ministro de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Ronald Lamola, sugirió el lunes que Israel estaba detrás de lo que denominó «una clara agenda para expulsar a los palestinos de Gaza y Cisjordania», acusación que Israel ha negado.
“Parece que los estaban, ya sabes, expulsando”, dijo el presidente sudafricano Cyril Ramaphosa, y agregó que su gobierno tenía el deber de aceptar a los palestinos porque son “un caso diferente y especial de un pueblo al que hemos apoyado como país”.
Receptores
El ejército israelí afirmó haber recibido la aprobación de un tercer país para enviar allí a las familias palestinas, pero no reveló el nombre del país.
El presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, habla con los medios de comunicación al margen de la reunión de ministros de Relaciones Exteriores del G20, organizada por Sudáfrica bajo el lema «Solidaridad, igualdad y sostenibilidad», en el centro de conferencias NASREC de Johannesburgo, Sudáfrica, el 20 de febrero de 2025. REUTERS/Siphiwe Sibeko/Foto de archivoEl escrutinio de los vuelos y de la gestión que Sudáfrica ha hecho de ellos se produce en un momento crucial para el país, que afronta una semana de gran trascendencia en el ámbito internacional al acoger la primera cumbre del G20 en suelo africano.
Las autoridades de Sudáfrica, uno de los países que más se ha caracterizado por su apoyo a los palestinos, han recibido críticas de activistas locales que creen que el gobierno gestionó mal la llegada la semana pasada del segundo avión, que transportaba a 153 palestinos que se vieron obligados a esperar a bordo durante al menos 10 horas mientras se resolvía su situación migratoria.
“Las autoridades fronterizas se negaron a considerar que estas personas provenían de Gaza y que existía una crisis humanitaria”, declaró Na’eem Jeenah, un activista sudafricano que ha brindado asistencia a los palestinos.
“Su visión era muy limitada”.
Shehada, quien trabaja para una agencia de la ONU desde 2014, dijo que cuando su vuelo llegó el 28 de octubre, a los pasajeros se les permitió bajar del avión y pasar por inmigración como cualquier otro pasajero que llega de forma internacional.
Dijo que él y su familia fueron desplazados doce veces durante la guerra.
Se puso en contacto con Al-Majd en marzo después de que un compañero le enviara un enlace a la página web por WhatsApp.
Rellenó un formulario y, en abril, alguien de la organización lo llamó.
Cuando decidió marcharse meses después, Shehada dijo que pagó 6.400 dólares y recibió una llamada poco antes de la medianoche del 26 de octubre.
Exodo
La familia tenía que llegar a Khan Younis para marcharse en cuatro horas, le dijo un representante de Al-Majd.
Allí, subieron a un bus y les indicaron que cerraran las persianas y se abstuvieran de usar sus teléfonos antes de entrar en Rafah, según declaró.
Al-Majd les ordenó que dijeran a quien les preguntara qué hacían allí que formaban parte de la evacuación de la Embajada de Francia.
“Nos dijimos:
‘¿Y si no tienen ninguna conexión con el ejército israelí y entramos en Rafah y empiezan a disparar contra los autobuses?’”, dijo Shehada.
Llegaron al puesto fronterizo de Kerem Shalom, donde las tropas israelíes les ordenaron dejar todas sus pertenencias.
Pasaron varios controles de seguridad y subieron a otros autobuses que los llevaron al aeropuerto Ramon, en el sur de Israel, para abordar un vuelo chárter, según relató.
No les informaron hasta pleno vuelo que su destino era Nairobi, Kenia.
Desde allí volaron a Sudáfrica, dijo, donde recibió su último mensaje de Al-Majd, informándole de una casa de huéspedes reservada para su familia, pero solo por una semana, aunque el grupo había prometido un mes.
Un mensaje publicado el lunes en la página web de Al-Majd indicaba que la organización seguía operando con normalidad y prestando sus servicios, y advertía sobre estafas en línea que utilizaban su nombre.
Las llamadas y los mensajes a los números de teléfono indicados no fueron respondidos.
Luay Abu Saif estaba en el vuelo que llegó la semana pasada.
Al-Majd los mantuvo en la ignorancia sobre cómo terminaron en Sudáfrica, dijo Saif.
“Ni siquiera sabíamos adónde íbamos”.
Después de que una organización de ayuda local ofreciera alojamiento para todo el grupo, se les permitió entrar al país con una exención de visa de 90 días que Sudáfrica concede a los palestinos.
Para Shehada, lo más conmovedor es cómo su hija de cuatro años parece estar descubriendo la vida tras haber conocido únicamente la guerra.
Se maravilla de poder entrar en una tienda a comprar comida o enchufar un móvil a la pared para cargarlo; lujos que solo había visto en vídeos de internet.
“El otro día me decía: ‘Papá, estamos viviendo como en YouTube’”, dijo.
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