En Córdoba saben de sobrenombres, como bien sabemos los que pasamos un tiempo por allá. Uno entra Roberto, Francisco o Paulina, y se va como El Porteño torcido, El herbívoro o la La flaca de frente. Todo dicho con las vocales largas y cantadas, el cantito que aumenta el efecto. Consta que no fueron los cordobeses los que le pusieron troll a los brutos de internet, pero el espíritu es el mismo.
Los troll originales son parte de esa fauna difusa y pagana que vivía en los bosques oscuros que alguna vez cubrieron las islas británicas. Por estas pampas cuando pensamos en bosque, pensamos en alguna plantación de árboles con buenos modales, pinos, casuarinas, eucaliptos, o en algún monte a la orilla de un río, petiso, espinudo, más arbusto que árbol veraz. Los bosques británicos eran -apenas queda alguno- majestuosos, medio siniestros, oscuros, catedrales de robles alfombradas con los helechos más grandes que se te ocurran.
Cuando uno tiene que cruzarse uno de esos a pie, viendo la luz caer en clareadas diagonales, con cosas que se mueven invisibles entre los helechos, comienzan a nacer zoologías raras. Si de buen humor, uno piensa en duendes o leprechauns, y quien te dice un unicornio de la suerte. Pero si hace frío, y llueve, y sopla un viento escocés, aparecen cosas como los troll. Que viven bajo tierra, se ocultan, gustan de la carne humana y son feos como ellos solos. Si internet es un bosque oscuro, por cierto que tienen sus troll.
Hay dos variantes, la que se alquila a gente como Javier Milei y usa un nivel de agresión arbitrario, desproporcionado y con tarifario; y luego la que se pone en “influencer”, subespecie menor de las celebridades que son famosas simplemente porque son famosas. Estas son más anodinas y bobas que otra cosa, pero a veces mezclan las cosas y todo termina mal. Es lo que le pasó a una brasileña que se hace llamar Day Mac Carthy, que fue una pionera de ese fenómeno bolsonarista de expresar lo peor de la derecha.
Dayane Alcántara Couto de Andrade es una morena tan operada que ya no se sabe qué edad tiene. Se hizo la nariz de Michael Jackson, probablemente los pechos y ciertamente algo raro en el puente de la nariz, que le alisó los pómulos y le dejó una expresión asombrada. Todas estas tonterías son relevantes para explicar cómo hizo la “Day” para hacer historia en su país.
Con su nombre inventado, “Mac Carthy” se hizo influencer yendo a fiestas de la farándula y mostrando vestuarios y lugares. Pero a esta ya rutina del oficio le sumó siempre una dosis de maldad de la que los yankees llaman “gatuna”, porque de pronto te saca las uñas y te deja la marca. La Day estaba obsesionada por la vulgaridad y el exacto tono de piel de los demás. Miles de maldades menores no tuvieron mayor efecto, porque la regla de que siempre garpa que hablen de vos, aunque sea mal, también funciona en Brasil. Pero en 2017, a Day se le soltó la cadena, y mal.
Ese año estaba creciendo lo que luego conocimos como bolsonarismo, con el Jair de candidato subiendo el tono de todo lo malo en la vida. Como en Argentina el año pasado, muchos se sintieron validados para hablar mal del prójimo gay, pro aborto, morocho, para pedir mano dura y elogiar a los militares. Pero en un país como Brasil, el tema pasó mucho por el racismo, por expresar cómo detesta uno la idea de vivir en igualdad con gente que no es como uno.
En medio de todo eso, una pareja de celebridades adoptó una nena. Bruno Gagliasso y Giovanna Ewbank son actores, son hermosos y son más blancos que el rey de Holanda. No son muy talentosos, hay que decirlo, pero no les hizo falta para hacerse famosos. En 2017, mostraron un inesperado lado Brad Pitt-Angelina Jolie y adoptaron a Titi, una nena de cuatro años, negra. Day Mac Carthy se brotó de un modo espléndido.
En sus redes, la influencer publicó fotos de la chiquita y la calificó una “macaca horrible”, con pelo “de escoba” y “nariz de mono”. Si uno juzga el ataque como hacen los gerentes de circulación, contando lecturas y “hits”, Day tuvo un exitazo porque fue un escándalo saludado por todo bolsonarista pura sangre. Pero el flamante papá Gagliasso fue a la justicia, hizo la denuncia y presentó capturas de pantalla. Mac Carthy fue formalmene acusada por “acto de racismo”, figura que existe desde Lula y que no es un agravante de otro delito sino un delito en sí.
Las cortes brasileñas, como las nuestras, se mueven con la agilidad de un iceberg, con lo que el caso tomó siete largos años. Pero en este mes de agosto, el juez Ian Legay la encontró culpable y la condenó a ocho años y nueve meses de prisión efectiva. Es la condena más dura en la historia del Brasil y fue una bomba. Cuando el juez Legay la declaró culpable por Zoom, Day estalló, lo acusó de trabajar para Gagliasso “porque es famoso”, cargo curioso veniendo de ella, y le pidió a los gritos que “dejara de chupársela” al galán. El juez, consta en actas, la escuchó impasible y ordenó que la mutearan.
El fallo tiene párrafos fuertes, que vale la pena traducir: “Fueron expresiones odiosas alineadas con los valores forjados en los tiempos en que era algo cotidiano la esclavitud y el tráfico de individuos esclavizados, cuyo uso actual, además de configurar un crimen, presupone una grave disonancia cognitiva frente a los hechos históricos que testifican lo esencial que fueron los individuos negros para la formación del Brasil y su riqueza económica, cultural y social”.
El juez también agregó que lo que hizo Day no puede ser relativizado como “un mal momento” ni una opinión personal expresada de mala manera. La potencia del insulto a una nena de cuatro años es claramente “dolosa”. Los padres de Titi festejaron la noticia pero destacaron que “recién en 2024 una persona es castigada por racismo. Si, es la primera vez. Tarde, pero igual es histórico”. Day, que se fue a vivir a Estados Unidos se disculpó con el juez diciendo que había mezclado pastillas y alcohol, pero insiste en que lo que hizo no es un delito.
El caso arrancó en plena campaña electoral bolsonarista, siguió bajo el gobierno del ex capitán Jair y se resolvió con Lula de vuelta en el Planalto. Nada indica que el anterior presidente frenó la causa, ni que el actual la aceleró. Pero ciertamente esto no hubiera ocurrido sin el cambio de ambiente y por ende de gobierno, que vivió Brasil.
Los troll son impunes en el bosque, hasta que no hacen más gracia y la gente se cansa de aguantarlos.
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