
Carlos “La Mona” Jiménez fue condenado por la Justicia de Córdoba a pagar una indemnización millonaria a Natalia Jiménez Rufino, conocida públicamente como Natalia Taddei, en el marco de una causa por daños y perjuicios vinculada al no reconocimiento de su paternidad. El fallo, dictado por la jueza de Primera Instancia María Virginia Arato, establece una compensación de 90 millones de pesos, aunque aún quedan dos instancias de apelación posibles.
La sentencia representa un cierre simbólico —aunque aún no definitivo— para una historia marcada por el silencio, las trabas judiciales y la lucha por la identidad. Natalia inició la demanda en 2015, luego de haber demostrado mediante una prueba de ADN que es hija del emblemático cantante. En 2021, consiguió que su documento de identidad reflejara oficialmente el apellido “Jiménez Rufino”.
En una reciente entrevista con ‘Córdoba a la Siesta’, Natalia compartió su testimonio con crudeza y emoción: “Yo no tuve nunca el apellido, ni beneficios, ni nada. Me costó todo. Tuve que criar a mis hijos vendiendo sandwiches de milanesa desde mi casa”, relató. La mujer asegura que su reclamo va más allá de lo económico: “Lo que pedía era identidad, contarle a mis hijos la verdad. No quería que les pasara lo mismo que a mí. El juicio fue por eso, por algo que se pudo haber resuelto de otra forma, entre nosotros, pero nunca se quiso”.
A pesar de haber tenido ciertos contactos con Jiménez antes de que el conflicto escalara judicialmente, Natalia cuenta que el vínculo se cortó por completo cuando ella decidió avanzar con la demanda: “Mientras no había juicio, él me hablaba. Pero cuando empecé el proceso legal, se terminó todo”. Respecto al entorno del cantante, Natalia dice no tener relación con sus hermanos: “Me tienen bloqueada en redes sociales. Para ellos, yo no existo. Soy alguien que les hace daño. Pero yo no odio a nadie, nunca los odié. Llevamos la misma sangre”.
Natalia también aclaró que no fue ella quien fijó el monto de la indemnización, sino que fue determinado por la Justicia en base al daño sufrido. Aunque el fallo todavía puede ser apelado, se trata de un fuerte precedente sobre el derecho a la identidad y sus implicancias cuando es negado deliberadamente. “No tengo casa, mis hijos no tienen un hogar propio. Y soy hija de alguien que factura millones”, dijo entre lágrimas. “Esto no es venganza, es justicia”. Ahora, con la sentencia firme en primera instancia, Natalia espera que el proceso avance sin más obstáculos. “Nunca es tarde cuando hay amor”, concluyó con esperanza.