Si ganarle a River en el Monumental siempre es un acontecimiento, mucho más lo fue para Talleres en la previa del gran clásico del próximo domingo. La “T” dio anoche en todo momento la temperatura emocional del partido. Jugó bien el primer tiempo y en el segundo, aguantó con los dientes apretados y el pecho caliente.
Ganó 1 a 0 con un gol de Federico Girotti a los 11 minutos de la etapa inicial tras una patinada de Paulo Díaz y una gran definición del delantero, que dejó en el camino a Franco Armani. También con un par de atajadas claves de Guido Herrera y el despliegue intenso de todos a la hora de bancar el resultado.
Es una buena noticia que la “T” llegue al clásico con Belgrano con ánimo ganador y con dos victorias ante grandes como Racing de Avellaneda y River. Y habiendo soportado la presión de un Monumental repleto y estimulado por la victoria ante Boca en la Bombonera y la clasificación a las semifinales de la Copa Libertadores. Es posible que en el análisis más frío del partido, River haya merecido el empate y que el triunfo represente acaso, una recompensa exagerada.
Pero la “T” demostró que el mensaje del “Cacique” Alexander Medina va calando con rapidez. En todo momento, el equipo jugó con orden, aplicación, intensidad y entrega. Como pretende el técnico uruguayo, que volvió a ver el partido desde los palcos (cumplió la segunda de las cuatro fechas de suspensión).
Talleres estuvo mejor con la pelota en el primer tiempo. Achico espacios con eficacia y se replegó bien con un trabajo muy ordenado del colombiano Portilla y de Ortegoza en la mitad de la cancha. Y el talento de la zurda de Rubén Botta cuando dejó de estar preocupado por las trepadas de Marcos Acuña y se centralizo para moverse a espaldas de Kranevitter. Uno a cero arriba, el Albiazul no se metió atrás. Más bien esperó en su campo y salió de contra por el lado deDepietri. River en todo ese rato no encontró el partido ni por donde pasar. “Nacho” Fernández y Lanzini gravitaron poco y la pelota tampoco le llegó limpia a Borja.
Pero otra fue la melodía de la segunda. River salió con otra energía. Le manoteó a Talleres el timón del juego y a la “T” no le quedó más remedio que disponerse en modo aguante, cada vez más retrasado. Mucho más cuando Marcelo Gallardo empezó a mover el banco y mandó a jugar con tres delanteros (Solari, Borja y Colidio) con los juveniles Mastantuono y el “Diablito” Echeverri abasteciéndolos por detrás.
Desde el banco albiazul, el uruguayo Fernando Machado, el asistente de Medina, dio sus respuestas. Refresco piernas con las entradas de Ruiz Rodríguez, Barticciotto y Tarragona y los dejó arriba especulando con un contraataque que no se le presentó. Aunque también tuvieran que correr para atrás. A Gallardo no le quedó más remedio que sacar a Nacho Fernández y poner a Milton Casco para rearmar la línea de cuatro que había descompuesto con la salida del cordobés Fabricio Bustos por Pablo Solari.
River tiró demasiados centros. Y sólo encontró lustre en la zurda elegante de Mastantuono. En ese tramo angustioso y angustiante, Talleres soportó el asedio espalda con espalda, sin flojeras. Y cuando ya no hubo más remedio, cuando Juan Portillo y Juan Rodríguez no alcanzaron a rechazar todo lo que les tiraban, las manos de Herrera llegaron para sacar una tijera de Pezzella y otro de Borja.
Quedó dicho que River mereció el empate. Pero el 1 a 0 también reconoce el alma y la entrega de Talleres.
