
La felicidad no siempre depende de las circunstancias, sino de los hábitos que sostenemos a lo largo del tiempo. Según diversos especialistas en psicología y bienestar emocional, las personas nacidas entre 1960 y 1970 arrastran ciertas costumbres y creencias que fueron útiles en su momento, pero que hoy pueden resultar un obstáculo para vivir con más calma y satisfacción.
Cada generación crece con modelos culturales, valores y mandatos que dejan huella. En el caso de quienes hoy tienen entre 50 y 65 años, muchos hábitos se formaron en una época marcada por la disciplina, la comparación social y la necesidad de responder a las expectativas externas.
Entender esto no implica mirar atrás con culpa, sino con conciencia. Los hábitos no son estáticos: se pueden modificar. Cambiar no es olvidar lo aprendido, sino elegir con mayor libertad qué conservar y qué dejar ir.
La psicología moderna indica que muchos comportamientos automáticos influyen directamente en la percepción del bienestar. Entre los más comunes se destacan algunos que, aunque parecen inofensivos, reducen la sensación de plenitud personal.
Si naciste entre 1960 y 1970, estos hábitos pueden estar afectando tu felicidad- Compararte constantemente con los demás: Las redes sociales se convirtieron en una extensión cotidiana de la vida. Facebook, YouTube o LinkedIn son espacios donde muchos buscan conexión, pero también donde surge la trampa de la comparación. Mirar las vidas ajenas —sus logros, viajes o apariencias— puede generar una visión distorsionada de la realidad. Esa comparación constante alimenta la sensación de insuficiencia y erosiona la autoestima.
- Descuidar el autocuidado: Con el paso de los años, el cuerpo y la mente necesitan más atención. Sin embargo, muchas personas que crecieron priorizando el trabajo o la familia terminan dejando su bienestar en segundo plano. Dormir poco, comer sin regularidad o no dedicar tiempo al descanso provoca un desgaste físico y emocional acumulativo. El autocuidado no es un lujo: es una forma de respeto hacia uno mismo.
- Vivir bajo normas impuestas: El condicionamiento social de las décadas pasadas enseñó a seguir reglas rígidas sobre cómo comportarse, vestir o actuar. Pero continuar viviendo según esas pautas puede llevar a una vida poco auténtica. Cuestionar esos mandatos —aunque genere incomodidad— es esencial para reconectarse con los verdaderos deseos y valores personales.
- Evitar verdades incómodas: Negar lo que incomoda puede parecer una solución rápida, pero en realidad posterga el bienestar. Aceptar las verdades difíciles, por dolorosas que sean, libera tensión y permite avanzar. La honestidad emocional es uno de los pilares del crecimiento personal, y sin ella es imposible alcanzar una felicidad duradera.
- Temer al fracaso: El miedo a fallar suele frenar decisiones importantes. Pero cada tropiezo ofrece una lección valiosa. Ver el fracaso como parte del aprendizaje permite desarrollar resiliencia y confianza en uno mismo. Como señala la psicología positiva, las personas que aceptan sus errores y los transforman en impulso logran un bienestar más estable y realista.
Cómo cambiar los hábitos que limitan tu bienestar
Modificar un hábito no requiere empezar de cero, sino dar pasos conscientes hacia un estilo de vida más alineado con el presente. Los expertos en neurociencia afirman que el cerebro es plástico y puede reprogramarse con constancia y práctica.
Una estrategia útil es identificar los patrones automáticos que generan malestar. Puede ser la autocrítica constante, la procrastinación o el exceso de control.
Cómo cambiar los hábitos que limitan tu bienestar. (Foto: Freepik)Luego, se recomienda reemplazarlos por conductas pequeñas pero sostenibles: caminar todos los días, reservar tiempo para leer o reconectar con amigos. La clave está en crear nuevas asociaciones positivas que refuercen la sensación de bienestar.
También resulta esencial rodearse de entornos que acompañen el cambio. A veces no basta con la fuerza de voluntad; es necesario ajustar el contexto. Reducir la exposición a redes sociales, establecer límites saludables o pedir ayuda profesional son pasos que fortalecen el proceso.
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