
Sarah Shaw creía que todo estaba en orden cuando se dirigió al aeropuerto de Vancouver el 24 de julio para despedir a sus dos hijos mayores. Un viaje de rutina que debía durar pocas horas se convirtió en una pesadilla de tres semanas que la llevó, junto a su hijo de 6 años, a un centro de detención en Texas.
La madre neozelandesa de 38 años, empleada del Departamento de Niños, Jóvenes y Familias del Estado de Washington, nunca imaginó que un error administrativo con su documentación migratoria la separaría de la normalidad y la arrojaría al sistema de detención de inmigración más duro de Estados Unidos.
New Zealander Sarah Shaw and her son were detained by ICE at the Canadian border after she dropped off two of her kids at Vancouver International Airport. https://t.co/6OTx4oPnHY
— The Seattle Times (@seattletimes) August 16, 2025
El viaje que cambió todo
Era un día soleado de julio cuando Shaw manejó desde su hogar en Everett, condado de Snohomish (Washington), hacia la frontera canadiense. Su misión era simple: llevar a sus dos hijos mayores al aeropuerto de Vancouver para que volaran a Nueva Zelanda a visitar a sus abuelos. Con ella viajaba Isaac, su hijo menor de apenas 6 años.
“Cruzar hacia Canadá había sido sin problemas”, recuerda su abogada Minda Thorward. Shaw, sobreviviente de violencia doméstica que trabajaba arduamente para reconstruir su vida en Estados Unidos, había verificado su documentación. Tenía autorización de trabajo, pero desconocía un detalle crucial: su permiso de viaje había expirado.

Al regresar a la frontera estadounidense ese mismo día, los agentes de ICE detuvieron a Shaw e Isaac. Lo que siguió fue un momento de terror puro.
Sarah y su pequeño hijo fueron introducidos a la fuerza en una gran camioneta blanca sin identificación. Sin explicaciones claras, sin insignias visibles, sin comprensión de lo que estaba ocurriendo.
“Sarah pensó genuinamente que la estaban secuestrando”, relata su amiga Victoria Besancon. “Imagínate el terror de una madre protegiendo a su hijo de 6 años sin saber si los llevaban hacia la seguridad o hacia el peligro”.
Los agentes les informaron que había un problema con su “tarjeta combinada”, el documento que permite a residentes legales reingresar a Estados Unidos. Shaw había renovado su autorización de trabajo y asumió erróneamente que esto incluía el permiso de viaje. Un error que le costaría semanas de libertad.
El infierno de Dilley
La camioneta los transportó hasta el Centro de Procesamiento de Inmigración de Dilley, Texas, una de las instalaciones de detención familiar más grandes de Estados Unidos, ubicada a 70 millas al suroeste de San Antonio. Allí, madre e hijo se convirtieron en números dentro del sistema.
“Es exactamente lo que me imaginaría que sería la prisión”, confesó Shaw a sus amigos durante una llamada telefónica. Por primera vez en años, esta mujer que había sobrevivido violencia doméstica, que trabajaba asesorando a jóvenes en centros de detención juvenil, que estaba a punto de comenzar estudios de posgrado, se quebró.

“Esta experiencia ha sido la primera vez que he escuchado a mi amiga llorar“, cuenta Besancon con dolor en su voz. “La primera vez que la he escuchado estar casi sin esperanza. Se siente como una criminal“.
Isaac, cuya documentación estaba perfectamente en orden, permaneció detenido junto a su madre. Shaw rogó repetidamente que liberaran al niño, pero las autoridades se negaron incluso en la frontera.
La lucha por la libertad
Durante 23 días interminables, Sarah Shaw vivió una realidad kafkiana. La abogada Thorward calificó la detención como “innecesaria y cruel”, especialmente para Isaac. “Básicamente cometió lo que equivale a un error administrativo”, explicó. “Solo porque algo es legal bajo una ley no lo hace justo, apropiado o correcto”.

Shaw había solicitado ser readmitida bajo libertad condicional humanitaria, pero fue denegada. “Bajo administraciones anteriores, Shaw probablemente habría sido liberada rápidamente”, señaló Thorward, “pero esto claramente ha cambiado bajo Trump”.
Mientras Shaw y su hijo permanecían encerrados, sus amigos organizaron una campaña en GoFundMe que -hasta los momentos- recaudó más de $58 mil dólares para gastos legales. La Federación de Empleados Estatales de Washington, que representa a 55,000 trabajadores públicos, exigió su liberación.
La liberación de Sarah Shaw y su regreso a casa
Finalmente, tras semanas de gestiones legales y presión mediática, las puertas de Dilley se abrieron para Shaw e Isaac. El pasado viernes 15 de agosto por la noche, madre e hijo abordaron un vuelo de regreso a Seattle.
“Sarah es una sobreviviente, una luchadora, muy fuerte”, dice Thorward. “Pero también está muy traumatizada por todo esto”.
La empleada estatal que dedica su vida profesional a ayudar a jóvenes en riesgo ahora enfrenta una nueva realidad: la comprensión visceral de lo que significa estar atrapado en el sistema de inmigración estadounidense, donde un error de papeleo puede separar familias y destruir vidas en cuestión de horas.

Su caso se ha convertido en un símbolo de las políticas migratorias endurecidas bajo la administración de Donald Trump, donde incluso quienes tienen estatus legal temen viajar. Como advierte su abogada a otros en proceso de residencia permanente: “Eviten viajar a menos que sea absolutamente necesario”.
Para Sarah Shaw, una simple despedida en el aeropuerto se convirtió en 23 días de pesadilla que jamás olvidará. Pero esta noche, por primera vez en semanas, Isaac duerme en su propia cama y su madre puede respirar tranquila sabiendo que están a salvo en casa.
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