
Lo que era inevitable finalmente ocurrió, en Tierra del Fuego (TDF) se modificó la Ley 1355. En 2021, TDF prohibió de manera taxativa la producción de la proteína animal más sustentable y avanzada del mundo: la salmonicultura. Y lo hizo, paradójicamente, contando con algunas de las mejores condiciones ambientales del planeta para desarrollarla.
Como he señalado en innumerables ocasiones, el Canal Beagle está lejos de ser parte de esta discusión. Se trata de un verdadero tesoro de biodiversidad que debe ser preservado, o a lo sumo limitado a una pesca y acuicultura artesanal. Tuve la oportunidad de estar allí en más de una ocasión, navegar sus aguas y realizar mediciones de todo tipo. La conclusión es evidente: incluir al Beagle en este debate fue un error conceptual grave, una mala definición que terminó derivando en una grieta de la que ya he escrito largo y tendido.
Hace no mucho, un grupo de manifestantes y ONG reclamó la modificación de la ley ofreciendo, insólitamente, un banquete de moluscos, crustáceos y peces del Canal Beagle. En términos extremistas, “depredaron el ecosistema” para protestar contra una actividad que es, justamente, la única capaz de reducir la depredación masiva y el exterminio que hoy estamos generando en los océanos.
No lo digo yo: lo decía Jacques Cousteau, probablemente el mayor defensor de los mares del siglo XX: “Debemos dejar de actuar en los océanos como cazadores y convertirnos en agricultores; de eso se trata la civilización”.
No estoy en contra de la pesca. Pero sí de su ejercicio sin límites ni control. Según un informe de WWF, en los últimos 40 años la vida marina se redujo a la mitad producto de la sobrepesca, un verdadero “genocidio marino”. El impacto es equivalente (o peor) que la tala de la selva amazónica. Por eso resulta llamativo que, para oponerse a la salmonicultura, se levanten las banderas de la pesca extractiva y se capturen animales silvestres de su hábitat natural.
Mientras tanto, TDF exhibe hoy un 26% de pobreza (INDEC, 2025). Su vecina Región de Magallanes, en Chile, registra apenas un 3,5 % (INE), con más de 7.000 empleos directos vinculados a la industria del salmón y cerca de 70.000 a nivel nacional. En nuestro caso, humildemente, en el embalse Piedra del Águila empleamos 560 personas de manera directa, en una localidad de apenas 4.000 habitantes.
Aun así, algunos activistas sostienen que la salmonicultura “no genera trabajo”. Con ese nivel de negación, el diálogo se vuelve complejo. Otro dato incómodo: Chile ya produce cerca del 30% de su salmón certificado libre de antibióticos. Si los antibióticos fueran el problema central, entonces deberíamos dejar de consumir pollos, cerdos y vacas, que también los utilizan. Ambientes más expuestos, con corrientes intensas y excelente calidad de agua, producen peces más sanos y resistentes que no requieren medicación. Exactamente las condiciones que ofrece el mar abierto de TDF.
Hoy la provincia dio, finalmente, un paso estratégico hacia su futuro. Las áreas que se ponen a disposición para producción requieren inversores de altísimo nivel tecnológico y de capital. Solo sistemas offshore probados o jaulas diseñadas para ambientes de alta energía serán viables. Los noruegos saben mucho de esto y no sería extraño que sean los primeros interesados: las condiciones ambientales son óptimas.
En agosto pasado tuve la oportunidad de participar en la feria AquaNor, en Trondheim, Noruega. Allí escuché de primera mano que varias mega inversiones offshore están hoy detenidas a la espera de definiciones impositivas que los productores noruegos no están dispuestos a asumir. ¿No será esta una oportunidad para que esas inversiones (en algunos casos ya construidas y listas para instalar) encuentren destino en TDF?.
Se abre ahora un proceso clave de ordenamiento legal: definir áreas aptas para la acuicultura, realizar estudios oceanográficos específicos que establezcan las bases mínimas de sustentabilidad ambiental y productiva, y adoptar marcos técnicos probados como la norma noruega NS 9415.
Luego, concesiones marítimas claras, plazos definidos, reglas de juego razonables y controles ambientales estrictos. Hecho todo esto, TDF puede transformarse en un actor relevante en el escenario global de producción de salmónidos, dando un salto real en la tan mencionada diversificación de la matriz productiva, con una actividad profundamente alineada con sus recursos naturales.
Ojalá sigamos fabricando lavarropas y televisores. Pero, siendo honestos, producir salmónidos pareciera tener bastante más afinidad con la zona.
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