
Una nueva derrota para River y un verdadero dolor de cabeza para Marcelo Gallardo. El 2-0 en Tucumán dejó en los hinchas más preguntas que certezas y expuso los límites de poner un equipo alternativo. Es cierto, la mente está puesta en la revancha del próximo miércoles contra Palmeiras, en Brasil, y por eso el Muñeco decidió apostar por un once plagado de suplentes y juveniles. Pero lo que se vio en el Monumental José Fierro fue contundente. Sí, porque esta vez el Clausura quedó relegado y el resultado lo dejó en evidencia. En el Jardín de la República, River exhibió una versión frágil, imprecisa y demasiado liviana frente a la exigencia que le propuso Atlético. Y el golpe fue doble: además de la derrota, perdió la punta de su zona y también el invicto.
La decisión de guardar a todos los titulares se la puede entender desde la planificación. Palmeiras, para el equipo y los hinchas, es “la cita” del año. Pero también hizo que se abra el debate. ¿Hacía falta resignar tanto en el torneo local que, aunque hoy por hoy sea secundario sigue siendo importante para las aspiraciones del club? La aparición de Agustín De la Cuesta, mediocampista de apenas 19 años que debutó como titular, simbolizó esa apuesta de Gallardo por mirar hacia el futuro. Sin embargo, el presente mostró que los pibes todavía necesitan respaldo, y que la estructura de River sin sus referentes luce desordenada.
Atlético Tucumán lo entendió de entrada. El equipo de Lucas Pusineri salió con intensidad, presionando arriba y aprovechando cada pelota parada. Primero fue un aviso: Leandro Díaz ganó de cabeza y convirtió, pero el VAR anuló la jugada por offside. Acto seguido, la fragilidad defensiva millonaria se volvió a evidenciar tras un córner mal resuelto por Jeremías Ledesma, que terminó con el cabezazo del paraguayo Clever Ferreira y con la pelota adentro de la red.
Pese a todo, el entrenador millonario defendió la idea de cuidar piernas y energías, pero el desarrollo del primer tiempo pareció darle la razón a quienes cuestionaron la decisión. Porque River fue un equipo débil, con falencias en todas las líneas y sin capacidad de reacción frente a la intensidad de Atlético. El Loco Díaz hizo lo que quiso con Casco, Rivero, Boselli y Bustos. Los defensores mostraron poca coordinación y mucho desconcierto. Los costados fueron un problema recurrente y Atlético supo desordenar a un rival que nunca encontró el ritmo de los primeros 45 minutos.

Sin Enzo Pérez, Franco Armani, Germán Pezzella, Marcos Acuña ni Nacho Fernández, el equipo perdió identidad, conducción y experiencia. Gallardo, sin embargo, intentó que la pelota pasara por Matías Galarza y más tarde por Quinteros y Colidio, pero las conexiones no aparecieron. Apenas hubo un remate aislado del “Modric paraguayo” que sirvió como tímida señal de reacción. Pero solo eso.
La sensación es que durante la primera parte River se encontró incómodo, apurado y sin recursos claros. Atlético, por su parte, no necesitó brillar. Le bastó con la actitud y con aprovechar las dudas de un rival debilitado. Las individualidades del conjunto de Pusineri, sobre todo por los costados, fueron demasiado para un Millonario que nunca logró sostener la pelota ni salir del asedio inicial.

En el complemento, River estaba obligado a reaccionar. Sin embargo, Atlético volvió a complicarle los planes desde el arranque. Le generó situaciones claras y aprovechó cada desatención de la defensa millonaria. Arriba tampoco hubo respuestas en los de Gallardo, con un Borja totalmente ausente; y esa falta de peso ofensivo terminó siendo determinante. La jugada que sentenció la historia llegó cuando Boselli derribó a Laméndola dentro del área. Penal indiscutible. Leandro Díaz tomó la pelota, remató con potencia y dejó sin chances a Jeremías Ledesma para el 2-0 y liquidar el partido.
No fue buena la imagen que dejó River. Ahora será el futuro el que confirme si el riesgo asumido por Gallardo tuvo sentido. La apuesta está hecha. Porque el Clausura puede esperar, pero Palmeiras no. Y entre los hinchas la duda queda si era necesario poner tantos juveniles y exponer al equipo a una derrota de este tipo. Del otro lado, Atlético sonríe ya que cortó su mala racha y volvió a meterse entre los clasificados de su zona. Y bien merecido por lo hecho en el José Fierro.
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