Reformas: ganar en el Congreso, pero también en la calle

Por ahora, la voz oficial de la reforma laboral es Federico “el Coloso” Sturzenegger.

No lo hace mal, pero tal vez su figura, más acostumbrada a los auditorios especializados, no se distinga por generar gran entusiasmo entre los de a pie. Si el oficialismo ganó las últimas legislativas, podría decirse que no fue por los votantes que siguieron al ministro.

Primer punto: si el gobierno aspira al éxito en su impulso reformista, deberá ganar la conversación en la calle, y para eso resulta imprescindible que pongan la cara aquellos que arrastran votos; los políticos, no los técnicos.

¿A qué viene esto? La respuesta se encuentra en una foto inolvidable. La tarde de las 14 toneladas de piedras contra el Congreso en 2017. Aquel día Macri ganó la votación legislativa por la reforma previsional, pero su gobierno, lejos de fortalecerse, salió debilitado.

“Si recordáramos los eventos del gobierno de Macri, quien había ganado las elecciones en octubre, había crecido la economía… pero Macri no recordó la frase de Napoleón, ‘ejército que triunfa, descansa’. Quiso tratar una reforma jubilatoria en diciembre, y el año terminó muy mal”, rememoró Pichetto en estos días.

Milei piensa distinto: “No voy a levantar el pie del acelerador, es el momento para acelerar más fuerte”, aseguró.

¿Quiénes serán los voceros de ese aceleramiento, entonces? No es un detalle menor si se considera un axioma contundente: la confianza es más determinante que la idea. No importa tanto el qué (reforma laboral) sino el por qué, y en convencer de esas razones está el desafío.

Hoy, en la cabeza de millones de argentinos la reforma laboral es, sobre todo, la creencia en una baja de las indemnizaciones. Detrás asoma la convicción de que la reforma implica una pérdida de derechos de los trabajadores. Cómo mover la conversación desde “perder derechos” a “ganar futuro” es una clave.

¿Quién se ocupará de desmontar estas premisas que refuerzan desde los sindicatos? Daniel Catalano, secretario de ATE, lo dejó claro este lunes: “Hay una intención muy grande de que desaparezcan los convenios colectivos y las indemnizaciones”.

No se trata de la cuestión técnica, sino de la construcción de un consenso que exceda la negociación política con legisladores y gobernadores, que se entiende como un intercambio de favores entre funcionarios, lejos del beneficio de la gente.

En la reforma laboral (modernización, según el oficialismo) la mitad del trabajo de convencimiento parece estar hecho. Según una encuesta publicada por Clarín, el 43% de los argentinos la apoya totalmente, mientras que casi un 19% dice que una reforma es necesaria, pero no la propuesta por Milei. Un 30% está en desacuerdo. La escena la completa el desprestigio de los sindicatos, que según un sondeo de la consultora Explanans, reúnen un 78% de rechazo. Los números lucen más como un fracaso del oponente (en este caso los sindicatos) que como un mérito propio.

Se sabe poco de los detalles del proyecto, y algunos especialistas plantean la “sobreventa” de la reforma que, aseguran, no tendrá la profundidad que se cree. Se verá.

Como también se verá si Milei y el gobierno, en su hora de triunfo, son capaces de construir razones para alcanzar un convencimiento extendido y perdurable.

fuente: CLARIN

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