
Cuando era una nena, su mundo parecía pequeño, hecho de cámaras infantiles, estudios color pastel y canciones diseñadas para inspirar a otras chicas. Allí comenzó a descubrir que la música podía ser un idioma propio, capaz de expresar sentimientos. Su entusiasmo frente a las cámaras y su capacidad para conectar con el público eran señales tempranas de algo mayor.
Pasaron los años y, aunque muchos la recordaban por aquel primer trabajo, ella vivía una transición silenciosa: su voz cambiaba, sus influencias musicales se ampliaban y sus cuadernos se llenaban de ideas que no encajaban con los proyectos que hacía para la televisión. Escribía compulsivamente, sin esperar que esas letras algún día escaparan de su cuarto para convertirse en un éxito.
Al mismo tiempo, su vida personal se volvía parte de su motor creativo. Las incertidumbres adolescentes -amistades, amores y decepciones- se transformaron en historias fuertes. Aquella niña que parecía destinada a seguir el camino habitual de la televisión juvenil empezó a moldearse en una artista con sensibilidad propia, con un talento que ya no podía reducirse solo a la actuación.
Todo cambió cuando decidió que era hora de compartir una de sus canciones más íntimas, Drivers licence. Un tema que no pretendía ser más que un desahogo, se convirtió en un fenómeno global y redefinió la conversación musical en internet. La joven desconocida para muchos se transformó, en cuestión de días, en la voz más comentada de una generación.
Del set infantil a la artista que redefinió el pop confesional
Todo avanzó con una mezcla de curiosidad, trabajo y un talento que empezaba a asomarse. Esa base, entre inocencia y determinación, sería la que sostendría su salto definitivo años más tarde. Así se dio esa transformación inesperada y acelerada.
Comenzó muy joven a hacer comerciales. - De los comerciales y microprogramas infantiles al entrenamiento actoral. Comenzó a trabajar muy joven en producciones pensadas para niñas, donde cantaba, actuaba y aprendía el ritmo del set. Ese entorno fue su escuela inicial: estructura, rutinas, ensayo y disciplina que luego capitalizaría en su carrera musical.
- El salto a papeles protagónicos en series adolescentes. Con los años pasó a interpretar roles más complejos en ficciones juveniles que la pusieron en el radar internacional, como High School Musical. Allí pulió su capacidad de transmitir emociones y ganó una comunidad de seguidores que crecería junto a ella.
- La búsqueda de una identidad musical propia. Durante su etapa en televisión, escribía canciones por fuera del trabajo, sin intención de mostrarlas. Esa escritura íntima se volvió su marca: letras que mezclan vulnerabilidad, narrativa emocional y sinceridad directa.
- El fenómeno que rompió internet. Cuando lanzó su primer sencillo oficial, la canción se viralizó a velocidad récord, convirtiéndose en un testimonio generacional sobre el desamor adolescente. La potencia de ese debut redefinió su carrera: dejó de ser una actriz reconocida para convertirse en una fuerza central del pop global.
Olivia Rodrigo en el Lollapalooza de Argentina. Aquella niña que comenzó cantando en un video de American Girl y que años después explotó con una canción escrita en su cuarto es Olivia Rodrigo. Según un artículo de vogue.mx, una de las artistas jóvenes más influyentes del mundo.
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