
Cuando el reloj marca la medianoche y comienza un nuevo año, miles de personas en Argentina repiten un ritual que ya es un clásico de las fiestas: comer 12 uvas, una por cada campanada. Lejos de ser solo una costumbre, se trata de un gesto cargado de significado, expectativas y deseos para los meses que vienen.
La tradición tiene su origen en España, a comienzos del siglo XX, y con el paso del tiempo cruzó fronteras hasta instalarse en gran parte de América Latina. Hoy, las uvas forman parte del ritual de Año Nuevo en reuniones familiares, cenas con amigos y celebraciones íntimas, siempre asociadas a la buena suerte y la prosperidad.
Cada una de las uvas representa un mes del año. Al comerlas, la creencia indica que se debe pensar un deseo o una intención para ese período: salud, trabajo, amor, estabilidad o bienestar personal. La clave no está en la rapidez, sino en la concentración, acompañando cada campanada con un pensamiento positivo.
Aunque no existe una única manera de hacerlo, muchas personas preparan las uvas con anticipación y siguen algunos consejos básicos: usar uvas frescas, comerlas al ritmo del reloj y tomarse un instante para mentalizar cada deseo. Al finalizar, el brindis funciona como un cierre simbólico para sellar el ritual.
Sencillo, accesible y cargado de significado, el ritual de las 12 uvas sigue vigente porque invita a frenar, reflexionar y arrancar el año con intención. Un pequeño gesto que, para muchos, marca el primer paso hacia un nuevo comienzo.




