
¿Por qué enero se nos hace eterno? La ciencia detrás de la percepción del tiempo
Enero es, para muchos, el mes más largo del año. A pesar de tener 31 días, al igual que diciembre, la sensación de que nunca termina es casi universal. Pero, ¿por qué ocurre esto? La respuesta está en una combinación de factores psicológicos y biológicos que influyen en nuestra percepción del tiempo.

Diciembre: un mes que pasa volando
El primer culpable de que enero se nos haga tan largo es, irónicamente, diciembre. Este mes está lleno de vacaciones, fiestas, regalos y celebraciones que generan una liberación constante de dopamina, la hormona asociada con el placer y la recompensa. Cuando liberamos dopamina, el tiempo parece pasar más rápido. Por eso, diciembre, con sus estímulos constantes, se nos hace corto y lleno de alegría.

Enero: la caída de la dopamina
Cuando llega enero, la historia cambia. Sin fiestas, sin regalos y con la vuelta a la rutina, los niveles de dopamina caen en picada. Esta falta de estímulos placenteros hace que el tiempo parezca avanzar más lentamente. Además, la comparación con diciembre, un mes lleno de emociones, acentúa la sensación de que enero es interminable.
Otro factor que influye en nuestra percepción del tiempo es el miedo. Estudios han demostrado que, en situaciones de estrés o incertidumbre, el tiempo parece pasar más lento. Enero suele ser un mes de ajustes económicos, propósitos de año nuevo y cierta incertidumbre sobre lo que vendrá. Esta “desazón” no es tan intensa como el miedo, pero sí ralentiza nuestra percepción del tiempo.

El efecto Mandela ¿Por qué todos sentimos que enero es eterno?
Aquí entra en juego el efecto Mandela, un fenómeno psicológico en el que nuestras creencias se ven influenciadas por lo que escuchamos de los demás. Si todo el mundo dice que enero es eterno, es probable que nuestro cerebro “acepte” esta idea y la refuerce. Es decir, parte de la sensación de que enero no acaba viene de lo que hemos escuchado una y otra vez.

Febrero llega para salvarnos
La buena noticia es que, después de enero, llega febrero, el mes más corto del año. ¿Será una compensación cósmica por haber sobrevivido a enero? Puede que nunca lo sepamos, pero lo cierto es que, después de un mes que parece no terminar, febrero llega como un alivio.
Enero no es eterno, solo lo parece
La combinación de la caída de dopamina, la comparación con diciembre, la incertidumbre y el efecto Mandela hace que enero se nos haga eterno. Pero, como todo en la vida, es cuestión de perspectiva. Si logramos encontrar pequeños momentos de placer y no caer en la trampa de la comparación, quizás enero pase un poco más rápido.
