
Este episodio singular obliga a detenerse, no por su valor transaccional, sino por lo que revela sobre el nuevo orden informacional. A continuación, se reconstruye la historia de Perplexity, su modelo de negocio, su arquitectura de poder financiero y el sentido profundo de una operación que, de concretarse —o incluso de fracasar—, ya produce efectos en los mercados tecnológicos globales.
El nacimiento de una disrupción
Fundada en agosto de 2022, Perplexity AI surgió con un propósito nítido: reemplazar el modelo de búsqueda basado en enlaces con uno centrado en respuestas directas, fundadas en inteligencia artificial. La diferencia no es menor. Mientras Google responde con jerarquías de hipervínculos organizados por algoritmos de relevancia, Perplexity construye textos argumentativos que sintetizan múltiples fuentes, acompañadas por citas explícitas. Es, en cierta forma, una búsqueda editorializada, sin la frialdad del índice y con la claridad de una explicación pedagógica.
Su producto insignia, Ask, fue lanzado en diciembre de 2022 y rápidamente captó la atención de un público que empezaba a habituarse a las interfaces conversacionales. En menos de un año, el servicio alcanzó los 10 millones de usuarios activos mensuales y procesó más de 500 millones de consultas, cifras que muestran una demanda latente por soluciones cognitivas más sofisticadas.
Un capital de nombres
Si el modelo técnico fue disruptivo, el capital financiero no lo fue menos. A diferencia de otras startups que recorren un camino silencioso hacia la rentabilidad, Perplexity se presentó desde el inicio como un actor dispuesto a jugar en las grandes ligas. Jeff Bezos —a través de su fondo Expeditions— fue uno de los primeros inversores, seguido por firmas como Nvidia, SoftBank Vision Fund 2, New Enterprise Associates (NEA) y Databricks Ventures. La lista de inversores individuales incluye a Susan Wojcicki (ex CEO de YouTube), Paul Buchheit (creador de Gmail), Nat Friedman (ex GitHub), y a prominentes científicos del campo de la IA como Yann LeCun, Andrej Karpathy y Pieter Abbeel.
Desde 2024, la compañía ha recaudado aproximadamente 1.500 millones de dólares en rondas sucesivas, incluyendo una Serie A liderada por NEA y una Serie B —en agosto de 2025— comandada por IVP. Esta última permitió consolidar una valuación de 14.000 millones, que se elevó a 18.000 millones en julio y apunta a los 20.000 en una nueva ronda actualmente en curso .
De startup a desafío sistémico
Más allá de las cifras, Perplexity representa un problema estratégico para Google. En un contexto de creciente escrutinio sobre las prácticas monopólicas en la economía digital, su oferta por Chrome aparece como una maniobra cuidadosamente cronometrada. El navegador, con más de 3.500 millones de usuarios activos y un dominio superior al 60% del mercado mundial, se ha convertido en el blanco de demandas antimonopólicas en Estados Unidos. El Departamento de Justicia norteamericano presiona para que Google lo desprenda como condición para restablecer una competencia efectiva en el terreno de las búsquedas online.
Es en este contexto donde la oferta de Perplexity cobra sentido. Si bien la empresa difícilmente dispone de liquidez para completar una operación de esa magnitud, su propuesta fue diseñada para aprovechar el litigio en curso, posicionarse como alternativa independiente y, al mismo tiempo, ganar legitimidad política ante eventuales autoridades reguladoras. La jugada, audaz en su formulación y simbólica en su timing, reveló que el nuevo poder no es solo técnico ni financiero, sino también narrativo.
El CEO de Perplexity, Aravind Srinivas, ha declarado que el objetivo de la compañía es convertirse en una empresa pública y mantener su independencia frente a gigantes como Google, Apple y Meta. Sus ingresos recurrentes anuales superaron los 150 millones de dólares a mediados de 2025, cuadruplicando las cifras del año anterior, lo que indica una curva de crecimiento sostenida y, a la vez, riesgosa.
El peso simbólico de Chrome
En términos de mercado, Chrome no es solo un navegador; es la puerta de entrada al universo digital, una interfaz que concentra navegación, autenticación, historial, marcadores, sincronización y —por supuesto— búsqueda. Su código abierto, conocido como Chromium, es además la base técnica de navegadores como Microsoft Edge, Opera y Brave. Desprenderse de Chrome implicaría para Google no solo una pérdida de control estratégico, sino una fisura en el ecosistema donde conviven sus productos publicitarios, su motor de búsqueda y su sistema operativo móvil Android.
Google ha rechazado públicamente la oferta de Perplexity, calificándola de inviable. “Chrome es una plataforma segura, rápida y gratuita, y constituye la base de innovación para toda la web moderna”, fue la declaración oficial. La compañía planea apelar cualquier fallo judicial que la obligue a venderla.
Sin embargo, el rechazo no ha cerrado el debate. En los círculos de analistas, la propuesta fue interpretada como un gesto fundacional: Perplexity no aspira solo a competir; quiere reorganizar las piezas del tablero. Su estrategia se asemeja a la de una startup que no busca nichos, sino redefinir mercados enteros. En este sentido, la comparación con Tesla, cuando desafió a la industria automotriz desde una posición de debilidad aparente, no resulta exagerada.
El valor del atrevimiento
En el plano regulatorio, la irrupción de Perplexity ofrece una alternativa que puede resultar funcional a los intereses de los reguladores antitrust. Una compañía con tecnología de punta, independencia política y una propuesta de búsqueda transparente, podría convertirse en la excusa perfecta para imponer la fragmentación de Google sin caer en el riesgo de reemplazar un monopolio por otro. Incluso Apple, según algunos medios, estaría evaluando una inversión en Perplexity para diversificar su dependencia de Google como motor de búsqueda predeterminado .
Así, lo que comenzó como un gesto ambicioso de una joven compañía de inteligencia artificial podría terminar como catalizador de una reconfiguración más profunda: la apertura del mercado de la información online, la democratización de las interfaces de búsqueda y la entrada definitiva de la IA conversacional en el corazón del ecosistema web.
Una conclusión provisional
En retrospectiva, la historia de Perplexity no es solo la de una startup que desafía a un gigante, sino la de una época que busca nuevos mapas para orientarse en el desorden digital. Frente a los algoritmos opacos y las plataformas cerradas, emerge un modelo basado en la explicación, la trazabilidad de fuentes y la conversación informada. Si el conocimiento es poder, como afirmaba Bacon, el modo de acceder a él define también el tipo de sociedad que lo alberga.
Perplexity, con su gesto de desafiar al actor dominante, nos recuerda que en el capitalismo cognitivo, el atrevimiento también cotiza. Que lo impensado —como ofrecer 34.500 millones por el navegador de Google— puede no ocurrir, pero producir consecuencias.
El futuro de la búsqueda, en definitiva, ya no depende solo del buscador.
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