Pablo La Padula: Retratos incendiados entre esqueletos y fantasmas napolitanos

Desde Nápoles

Aquí no solo hay esqueletos completos, partes de cuerpos humanos petrificados o en frascos cerrados al vacío o en formol, no se trata de un catálogo enciclopedista basado en la acumulación. El Museo de Anatomía (MUSA), del Sistema Museale dell’università degli Studi della Campania Luigi Vanvitelli de Nápoles, fundada en el año 1224, se propone como un espacio de arte contemporáneo, tal como lo define muy animado el director del MUSA, Michele Papa cuando comienza un relato magistral de la historia general y personal de cada osamenta dispuesta en las vitrinas. Este museo donde nos encontramos, existe desde el año 1900 y está erigido sobre la ciudad subterránea, debajo nuestro hay cuevas milenarias y corren ríos subterráneos.

Durante el recorrido por esta sala, Papa explica cómo, a lo largo de ocho siglos, se intentó desde la medicina ubicar el cuerpo ante la muerte preservando su identidad e historia. También, cómo una parte importante del acerbo biliográfico se perdió durante la Segunda Guerra y algunos ejemplares valiosos reaparecieron años después en universidades estadounidenses.

El El “libro” de Pablo da Padula.

Y allí, coronando el perímetro se encuentra la instalación que el artista y biólogo argentino Pablo La Padula ha elaborado como obra de sitio específico para Bienalsur 2025 (dirigida por Aníbal Jozami), en el km 11.195 italiano de su recorrido por el sur global. La muestra fue curada por Diana Wechsler (directora artística de esta movida internacional) y forma parte del recorrido por Italia conformado por otras tres muestras en Roma y una en Milán.

Este es un escenario que se va revelando ideal para diferentes representaciones y es el ámbito preciso para que un biólogo artista, que interroga la naturaleza, retrate las esencias de huesos vivos, pieles y almas. El museo va contando la historia de la humanidad a partir que las civilizaciones iban decidiendo qué hacer con los muertos, en particular cómo preservarlos. De allí que quede reflejado la importancia o la “moda” de los procesos de momificación. “En el siglo XIX estalla en Europa esta moda de momificarse”, destaca el profesor Papa. En la sala hay esqueletos reales de diferentes edades en el tiempo y de vida o gestación. En particular se encuentran huesos de fetos, bebés, niños y adultos. Es una galería que comienza con cierta sensación de horror y poco a poco se vuelve un paseo estético.

Huellas del fuego

El trabajo de La Padula se basa en el uso del fuego y del humo. El tizne que se desprende de una vela le sirve al artista para dibujar y pintar, expresar la idea del autorretrato como plataforma para el cuerpo anatómico contemporáneo, trabajando experimentalmente la huella viva de lo humano. “Me facilitaron velas de iglesias para hacer estos trabajos de imprimación, de registros del cuerpo como el del autorretrato. Ese que está en la vitrina horizontal es mi propio cuerpo impreso sobre humo en placas de vidrio”, detalla el artista desde Buenos Aires. Este trabajo es el que concentra todas las miradas y preguntas inquietantes acerca de esa figura dibujada y ubicada en un plano horizontal. Hasta puede ser interpretado como una mesa de operaciones en la que emerge un cuerpo imperfecto, dispuesto para la intervención.

Velas que Pablo La Padula usó para sus láminas. Velas que Pablo La Padula usó para sus láminas.

Desde Roma –y acompañando las muestras de Bienalsur en Europa–, Diana Wechsler explica el origen de esta muestra: “Este proyecto nació de mi visita al MUSA hace más de un año. Allí vi la colección y me reuní con Michele Papa y Raoul Basile (jefe de administración del MUSA) y les planteé un proyecto que cruzara la colección anatomista con arte contemporáneo. Se sorprendieron, pero les interesó. Fui imaginando posibles interacciones y allí pensé en Pablo La Padula: no solo su obra como artista podía funcionar sino que su condición de doctor en Biología podría establecer un lazo entre ese espacio de la facultad de medicina y el mundo de Bienalsur, del arte”.

El contexto en el que trabajó La Padula es muy particular. Es el de una ciudad de una identidad potente, cerca de las ruinas de Pompeya y Herculano, pueblos arrasados por las erupciones furiosas del Vesubio. Una Nápoles especialmente bombardeada por los aliados en la Segunda Guerra para frenar el puente militar italiano con África, que obligó a la población a vivir en la ciudad subterránea, en las catacumbas que existen aún bajo los empedrados actuales. El artista se alojó durante el mes de su trabajo en el casco antiguo napolitano. “Hay una sucesión de altares, templos que cultivan la memoria de los ancestros, tanto histórica como la iglesia del Purgatorio que estaba frente a mi casa y tiene cuatro calaveras de bronce en la entrada, que la gente pasa y toca. Más allá está San Genaro y el milagro de la licuación de la sangre. Para mí, que vengo de la medicina, trabajar con los cuerpos desde una dimensión casi animista y mágica, en una atmósfera que lo tiene totalmente incorporado, fue una dimensión muy importante”.

“Para nosotros ha sido una experiencia muy importante, porque dialogar en colaboración directa con el artista nos ha permitido crecer como museo, como instalación y como comunidad, poner en diálogo la historia de la medicina y nuestro patrimonio con lo contemporáneo ha sido lo más importante”, explica el arquitecto Basile.

Pablo da Padula midiendo su autorretrato. Pablo da Padula midiendo su autorretrato.

Libros que dialogan

Además, el artista realizó una serie de dibujos en papel, láminas que no están colgadas, sino dispuestas en una mesa para ver, tocar y dar vuelta. Allí hay retratos de manos, brazos y caras que corresponden a alumnos universitarios, profesores, docentes y no docentes de la facultad que pasan sus días estudiando con libros físicos en este museo que se volvió un recinto del arte de lo inesperado y de las preguntas existenciales. Ellos fueron protagonistas, colaboradores y compañeros en el trabajo diario del artista argentino.

Este conjunto de láminas dialoga con un gran libro que se encuentra en el ingreso al museo. Se trata de De sedibus et causis morborum per anatomen indagatis, libro de grandes dimensiones, que el médico Giovanni Battista Morgagni (1682 – 1771) publicó en 1761. Solo hay tres ejemplares en el mundo y uno se encuentra aquí. No se puede tocar pero se puede ver en un pantalla que proyecta una copia fotografiada página por página. En ella, Morgagni relaciona directamente los hallazgos obtenidos en las autopsias con la historia clínica del sujeto tratado. Sus estudios son de carácter empírico y de allí arriba al escogitare speculativo, el discurrir especulativo, que impera en toda su línea argumental.

Pablo da Padula con los estudiantes universitarios que fueron retratados en las láminas. Pablo da Padula con los estudiantes universitarios que fueron retratados en las láminas.

“Es un libro muy antiguo y un libro contemporáneo que nos permitió a los seres vivos de hoy formar parte de la exposición del museo anatómico. Y esto transforma al museo en un dispositivo de lo vivo también: Los estudiantes, los docentes, yo mismo, todos integrados con la propia colección de la historia”, explica el artista argentino.

La tercera parte de su expo son dibujos de geometría hechos con humo y fuego sobre placas de vidrio. “El vidrio es el material por antonomasia que se usa en medicina, es acético y transparente. Y estas pequeñas figuras de geometría con los que la anatomía moderna se construye a partir de descomponer el cuerpo humano en figuras geométricas, círculo, cubo, triángulo, etcétera. Ellas aparecen mimetizadas entre frascos de formol y esqueletos de todas las edades y procedencias. “Intentan de alguna forma, velar esa vitrina gigantesca de patologías humanas y correr la mirada del espectador desde la dimensión literal y brutalmente patológica y llevarlo a un sentido de lo misterioso, de lo incierto, de lo utópico, si se quiere, a partir de cubrirlos con un velo a través del arte y de la estética”.

Obras de Pablo La Padula mezcladas con el entorno anatómico. Bienalsur 2025Obras de Pablo La Padula mezcladas con el entorno anatómico. Bienalsur 2025

“Estas obras se encuentran acompañando una colección muy importante de malformaciones fetales. Elegimos este lugar porque la obra está en el lugar más acogedor con todas las colecciones alrededor y hemos tratado de replicar también la iluminación, con la misma intensidad, el mismo color, la misma temperatura de color”, explica Basile.

Ciudades sobre ciudades

Este museo y esta universidad están ubicados en una zona temática de Nápoles. Del otro lado de la calle, se encuentra el Hospital de la Santissima Trinità dei Pellegrini. Es el más antiguo de Nápoles y fue fundado en el siglo XVI para atender a los peregrinos que llegaban a la ciudad y que iban hacia Roma. Papa detalla cómo fue ese proceso: “Cuando llegaban estos peregrinos, algunos estaban enfermos por una u otra cosa. En todas las zonas donde hay monasterios, abadías, se desarrollaron estas enfermerías, que luego, poco a poco, algunas de ellas se convirtieron en estructuras más grandes, especialmente después del Concilio de Trento, porque había santos como Filippo Neri y otros, que decían: ‘Eh, pero tenemos que cuidar a los enfermos, no podemos solo hacer fiestas y juergas'”.

Pablo da Padula y los estuidantes de medicina de la Università degli Studi della Campania Luigi Vanvitelli de Nápoles.Pablo da Padula y los estuidantes de medicina de la Università degli Studi della Campania Luigi Vanvitelli de Nápoles.

Papa se detiene, apasionado y curioso, a develar la historia de vida detrás de esos restos humanos como la de un pseudohermafrodita que tenía un clítoris tan grande que sus padres creyeron que era un hombre. Esta persona creció, le crecieron los pechos, se fajó para esconderlos y así ingresó en el ejército austríaco XVIII en el siglo . Murió por un problema respiratorio y su cuerpo pasó a esta universidad que hoy lo conserva en el museo en un cuenco. A su lado, una escultura “detallada” expone el raro caso.

Continúan las historias del profesor, en las que también hay amores trágicos y fantasmas. Alguno de estos relatos, incluso, fue representado teatralmente en esta misma sala.

La obra de Pablo da Padula, imponente en la sala de esqueletos y cuerpos en formol.La obra de Pablo da Padula, imponente en la sala de esqueletos y cuerpos en formol.

Es raro, pero en este museo donde reina la muerte hay lugar para las risas estudiantiles. Continúan en el barrio donde vemos el Ospedale degli Incurabili (Hospital de los Incurables) un antiguo y complejo hospitalario fundado en el siglo XVI, hoy se conserva como el Museo delle Arti Sanitarie (Museo de las Artes Sanitarias). Más allá comienza un barullo permanente, La muerte, solo es un estado más, ese que se encuentra en un frasco de formol, en un esqueleto estéticamente acomodado. Cada osamenta tiene un nombre y una historia personal.

fuente: CLARIN

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