
La historia ocurrió mucho antes de que Rosalía llenara estadios, ganara premios internacionales y se convirtiera en una de las voces más influyentes de la música global. En una charla distendida, el empresario gastronómico barcelonés Kim Díaz, dueño de los icónicos Bar Mut y Muticlub, recordó una anécdota que lo dejó en evidencia: rechazó a Rosalía cuando todavía era una artista emergente.
Todo surgió mientras conversaba sobre música en su nuevo restaurante. Sin filtro, soltó: “Me gusta mucho programar música en directo, pero soy un poco burro, a veces. Piensa que antes de que Rosalía fuera famosa, actuó en el Bar Mutis y consideré que su estilo no era adecuado para nuestro local”, confesó. La revelación quedó flotando en el aire y mereció ser contada.

Díaz relató que en 2019, mientras Björk y Rosalía almorzaban en el Bar Mut, bajó a saludarlas motivado por la emoción de tenerlas en casa. Björk, impasible, no reaccionó. Rosalía, en cambio, lo recibió con total naturalidad. Pero la conversación dio un giro inesperado cuando él se presentó y ella le respondió sin vueltas: “Hombre, Kim, ¿es que no te acuerdas de mí?”.
Los primeros pasos de Rosalía y el recuerdo que la marcó
En aquellos años previos al boom de El mal querer, Rosalía alternaba shows íntimos en bares de Barcelona con estudios, colaboraciones y la búsqueda de una identidad musical que luego redefinió el pop español. Su estilo experimental convivía con el flamenco tradicional, un sello que no encajaba del todo en todos los escenarios, especialmente en lugares como el Mutis, más ligados al soul y al funk.

Ante la respuesta de la cantante, Díaz se quedó helado. Ella le refrescó la memoria: en 2014 había actuado allí, con su vestido morado y una puesta minimalista, y al finalizar, él la había despedido con una frase difícil de olvidar: “Gracias por haber venido, pero no das el perfil que necesitamos en el Bar Mutis”.
La tensión duró apenas segundos. Con humor y calidez, Rosalía lo tranquilizó: “¡Ostras! Tranquilo, hombre, no pasa nada, no fue la primera vez que me decían en algún sitio que no daba el perfil”. Incluso se ofreció a sacarse un selfie antes de irse.

El recuerdo llegó hasta Alberto, socio de Díaz, quien completó la escena: el público casi no prestó atención a la joven artista, que cantó un tema espiritual, muy distinto a lo que el lugar acostumbraba.
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