
En un hecho sin precedentes, Albania se convirtió en el primer país del mundo en designar a una inteligencia artificial como ministra. La decisión busca enfrentar uno de los problemas más arraigados en su sistema político: la corrupción. El avatar digital, bautizado como Diella, estará a cargo de la gestión y fiscalización de contrataciones públicas, un área históricamente basada en favoritismos y escándalos.
El anuncio generó un fuerte impacto internacional. Mientras algunos lo leen como una apuesta audaz hacia la modernización institucional, otros advierten que podría ser un gesto simbólico con riesgos serios en términos de transparencia y control democrático.
Tecnología y supervisión: los dilemas de una ministra digital
El periodista y docente Esteban Magnani plantea que no debería haber margen para que una IA decida en áreas críticas: “Ninguna inteligencia artificial tiene que tomar decisiones, mucho menos en áreas sensibles. Porque es estadística y la estadística tiene margen de error siempre”.
Magnani alerta que estos sistemas pueden ser manipulados políticamente: “La inteligencia artificial puede ser usada como un atajo ideológico. Simplemente le preguntás varias veces lo mismo hasta que te dice lo que vos querés escuchar”.
En su análisis, la IA no es neutral ni autónoma: “Recordemos siempre que la inteligencia artificial no es ni inteligencia ni es artificial. Es estadística basada en inteligencia humana seleccionada que vos pudiste encontrar para cargar y entrenar”. Por eso, dejarla sin supervisión humana sería “un peligro gravísimo”.
Sobre el caso específico de Albania, Magnani lo ve como una forma de marketing: “Supongo que le ponen inteligencia artificial como una especie de branding, de marketing. Es lo que se hace en un momento: todo era big data, después todo era blockchain, después todo era algoritmos, ahora todo es inteligencia artificial”.
Igualmente, reconoce un posible aporte técnico: “Si lo que hacen es encontrar patrones que permitan identificar corrupción, puede servir. Por ejemplo, comparar en vivo los precios que se cobran en distintos lugares para detectar sobreprecios. Pero lo que tiene que hacer es mostrar eso y después se tiene que hacer una investigación consciente, es decir, humana”.

Política, gestión y espectáculo
La investigadora y docente Ingrid Sarchman invita a pensar el fenómeno desde otro ángulo: la concepción misma de la política. “El mayor problema es creer que la política puede condensarse en un sistema operativo y que ese sistema operativo puede contemplar todas las variables que implica la política”, sostiene.
Para Sarchman, este tipo de iniciativas reducen la política a mera administración: “Pensar en este tipo de inventos es reducir la política a resolver problemas concretos, cuando creo que el problema es que se olvida que la política no solo no es gestión, o la gestión es una parte, sino que implica relaciones sociales y situadas”.
La investigadora también enmarca la decisión de Albania en la lógica contemporánea de la política como espectáculo: “Ya exista la posibilidad de que vos puedas diseñar un político si está más orientado a la idea de show, de exhibición, que de práctica social contextualizada. Tenemos un presidente que quería ser panelista de televisión y sin querer terminó siendo presidente. Lo que hace es una estetización de la política más que un involucramiento político. Y esto es un signo de la época”.
Entre la innovación y la desconfianza
La medida de Albania abre un debate que excede sus fronteras: ¿hasta qué punto es legítimo delegar tareas de gobierno en sistemas no humanos? Para Magnani, se trata de un riesgo técnico y ético; para Sarchman, de un síntoma cultural y político.
Lo cierto es que Albania ha colocado una ficha fuerte en el tablero internacional. Su apuesta tecnológica puede ser vista como un experimento o como un acto de marketing político frente a una corrupción muy marcada. El tiempo dirá si Diella será recordada como la primera ministra digital que transformó un sistema, o como el avatar de una promesa que nunca se cumplió.
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