
Nadie nos vio partir, la serie de Netflix que se posiciona como la más vista de la plataforma a nivel global, se basa en un hecho real: la propia historia de Tamara Trottner, autora del libro homónimo que dio origen a la producción mexicana que hoy arrasa en el streaming.
En 2020, la escritora inmortalizó a través de la escritura lo que definió como el fin de su infancia. Años después, esas páginas se convirtieron en la serie protagonizada por Tessa Ía, Emiliano Zurita y Gustavo Bassani, que se sitúa en los años sesenta y expone el secuestro de Trottner y su hermano por parte de su padre durante dos años.
En ese lapso (de 1969 a 1971) el hombre impidió el contacto de los niños con su madre y, en constante huida, los trasladó de país en país en un recorrido que incluyó Francia, Italia, Sudáfrica e Israel. La motivación del secuestro -si es que pudiera haber alguna- fue que la mamá de Trottner se había enamorado de otro hombre.
Mientras tanto, la vida de esa madre se puso en pausa. Su única rutina fue una búsqueda incesable con el objetivo de recuperar a sus hijos: Tamara, de entonces 5 años, y su hermano, de 9. Un caso de violencia vicaria -aquella que ejerce una pareja o expareja sobre sus hijos u otros familiares para causar dolor o sufrimiento a las mujeres- muy popular entre 1969 y 1971 en México, cuando esa expresión ni siquiera existía.
A los 61 años y en medio del éxito mundial que atraviesa Nadie nos vio partir, Tamara Trottner dialogó con Clarín: qué recuerda de aquellos días de secuestro, cómo siguió el vínculo con sus padres y cómo vive la popularidad extrema que cobró su historia a través de Netflix.
“Un escritor que no se desnuda no merece ser leído”
Nadie nos vio partir (Alfaguara) no era cualquier libro: era su propia historia y la de toda su familia. Trottner admitió que tomó la decisión de escribirlo tras el consejo de su editor, Ramón Córdoba, quien le dijo: “Un escritor que no se desnuda no merece ser leído”. Así, la autora abrió la puerta de su intimidad más profunda.
– ¿Cómo decidiste escribir tu historia?

– Una vez que regresé del viaje, de este viaje que era un secuestro, lo platicaba a todo mundo y me empecé a dar cuenta que me gustaba contar historias, que me gustaba que mis compañeritos de la escuela se quedaran así como con el medio sándwich a comer porque estaban interesados con la historia. Entonces, la contaba y la contaba y la contaba.
Después empecé a tener esta inclinación a ser escritora, me daba cuenta que me encantaba escribir y una vez que ya dije, ‘bueno, quiero ser escritora’, sabía que esta historia era la que tenía que contar. Por eso me decidí, porque estaba en ebullición adentro de mí.
– ¿Qué pasó luego, con la adaptación de Netflix y el éxito de la serie?
– En el momento en el que yo lo estaba escribiendo, nunca me lo imaginé. Ya después, cuando Alfaguara me publicó, sí fue así un poquito de decir, ‘ahora sí estoy sacando a la luz todo esto’. Yo tenía un editor, Ramón Córdoba, que era el gran editor de México y de Alfaguara, que un día me dijo: ‘Tamara, un escritor que no se desnuda no merece ser leído’. Entonces, yo dije ‘me desnudo’. Pero claro, en ese desnudarme desnudé a mi mamá, a mi papá, a mi hermano, a todo mundo.
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Nadie nos vio partir
Cuando salió la novela mi familia lo tomó super bien. La novela empezó a tener éxito, a vender mucho y fueron muy lindos estos 5 años que lleva el libro desde que salió. Pero ahorita que salió la serie, todo explotó a 1000 veces. Ha sido impresionante, ya no es México, de pronto es todo el mundo; estoy muy sorprendida y muy agradecida.
– ¿Cómo lo tomó tu familia?
– La novela ha sido recibida muy bien. Cuando me la entregaron, la primera se la llevé a mi mamá. Estábamos en plena pandemia y fui a dejársela a su casa. Mi mamá la leyó, me escribió, me llamó por teléfono y me dijo ‘hija, está divina’ (porque mi mamá es mi porrista número uno, lo que yo haga para ella va a estar bien). Con mi hermano también tuve varias pláticas muy lindas, somos muy cercanos.
El perdón, 20 años después
Pasaron 20 años hasta que Trottner volvió a ver a su padre. La escritora no sólo lo perdonó sino que, incluso, le pidió disculpas. Qué pasó entonces y cómo fue la vida luego del reencuentro con su madre.
– ¿Tenías algún contacto con tu padre en ese momento?
– En ese momento sí, tuve contacto con mi papá biológico unos años antes de que saliera la novela. De hecho, cuando en en mi novela cuento la historia de mis abuelos paternos, él me la contó, porque yo no la sabía.

Él vivía en Estados Unidos, ya tenía otra familia, pero seguíamos en contacto. Tristemente, murió en 2019, unos meses antes de que saliera la novela. Ya estaba con una demencia medio fuerte al final, entonces nunca supo de ella.
– ¿Qué recordás de esos dos años de secuestro?
– Es una cosa muy curiosa, porque sí fue un secuestro, sobre todo un secuestro emocional. Esta parte donde mi papá nos dice que mi mamá no nos quiere ver: hay una escena donde hay una mesa redonda, un teléfono gris de disco, un papá hablando al teléfono, la niña viendo hacia arriba y el papá diciendo ‘¿por qué no los quieres ver? Tus hijos te extrañan’ y colgando el teléfono y diciendo ‘no, su mamá no los quiere ver’.

Obviamente, era una llamada falsa. Yo la repito seis veces a lo largo de la historia porque eso fue como el centro del secuestro, el decirle a unos niños de 5 y 9 años ‘su mamá no los quiere’, que es durísimo, porque los niños nos culpamos a nosotros cuestionándonos ‘¿por qué no me quiere?’, ‘¿qué hice?’.
Pero fuera de eso mi papá siempre fue muy muy lindo, muy bueno, estuvo mucho con nosotros, estaba muy presente, nos trataba muy bien. Mi papá sí nos trató muy bien, sí fue muy lindo, pero tenemos que decir las cosas con las palabras que son y sí fue violencia vicaria y sí, a fin de cuentas, generó un fuerte dolor en mi hermano y en mí durante esos dos años, sobre todo por pensar que mi mamá no nos quería.
– ¿Cómo fue el vínculo con tu mamá y con tu papá después de ese reencuentro?
– Cuando mi mamá nos recuperó nos llevó a la casa en México, llegamos al departamento donde mi papá me había dicho que mi perro se había muerto, que mi nana ya no estaba y, de repente, llego y está mi perro y está mi nana y está mi cuarto y está toda mi ropa y está todo.

Creo que en esa cabeza de esta niña de 7 años dices ‘alguien estaba mintiendo’ y, evidentemente, pues parece ser que fue mi papá. Además, mi papá desapareció casi inmediatamente, él se fue a Estados Unidos y yo me quedé con mi mamá.
Mi mamá es el ser más increíble, más luminoso que yo conozco. Es una mujer que si la conocieras, te enamoras de ella. Todo el mundo la ama porque de veras es una mujer muy especial. Entonces, inmediatamente fue ‘vamos por la vida: ustedes no son víctimas ¡a darle!’. Y eso fue muy bueno. Luego, al casarse con Carlos, fueron la pareja más hermosa que yo he conocido. Yo llevo 39 años casada con un hombre maravilloso, pero la pareja de Carlos y Valeria era sui géneris.
Empecé a vivir en una casa rodeada de amor: Valeria y Carlos, mi hermano, yo, un primo que que se volvió mi hermano en ese momento. Y fue una vida muy linda. Con mi papá yo no quise tener contacto. Primero él no nos buscó, luego ya me buscó y yo ya no quise.
En esta soberbia que tenemos de pronto los adolescentes, por un lado, y por otro lado en un poquito defender el ‘ya tengo una familia bonita, ya no quiero hacer olas, ya tengo papá, mamá, hermanitos, yo ya no quiero moverle’. No lo quise ver muchísimo tiempo, hasta que cuando murió mi abuela decidí ir al entierro, sabiendo que ahí iba a estar mi papá. Dije ‘ya basta de soberbia, basta de enojos’. Dije ‘esta esta guerra tiene que acabar en en algún momento: que sea aquí’. Y entonces fue que recobré el contacto con él.

– ¿Y con tu familia paterna seguiste en contacto o también se cortó luego del secuestro?
– Con mi familia paterna se cortó por completo. Cuando recobré el contacto con mi papá, nunca recobré el contacto con la familia paterna. De hecho, sólo recobré el contacto con mi tía cuando murió mi papá. Mi tía fue como la encargada de la albacea, de la herencia y demás; ella se portó muy bien en ese momento, dejó todo para atrás y recobramos una linda relación durante un tiempo, hasta que ella murió el año pasado.
– ¿Qué pasó a nivel judicial con tu padre?, ¿fue juzgado?
– Nada, no. Realmente no era delito en esa época secuestrar a los niños: era ‘te fuiste de viaje con tu papá’. Y, además, mi mamá ya no quiso ni siquiera demandar, no quiso hacer nada. Una vez que nos recobró dijo ‘ya tengo lo que quiero’. Estaba con Carlos, estaba con nosotros… y mi papá también tenía lo que quería.
Creo que mi papá también estaba muy cansado de esos dos años de estar huyendo de la Interpol, el FBI, de estarse escondiendo. Entonces, creo que mi papá también descansó. Y cada uno hizo su vida (una muy buena vida): mi papá se casó dos veces, tiene hijos de la edad de mis hijos y creo que fue muy feliz.

– ¿Te pidió disculpas?
– Nos pedimos disculpas. Fíjate que eso es bien interesante porque sí me dicen mucho ‘qué bueno que lograste perdonarlo’ y les dije que, para mí, lo más curativo fue yo haberle pedido perdón, porque sí me di cuenta de que primero era yo una niña, estaba muy dolida; después fui una adolescente; pero luego ya empecé a ser más adulto, me casé, tuve hijos y nunca lo busqué hasta muchos años después. Como que lo hice a un lado de mi vida.
Entonces, sí, nos pedimos disculpas mutuamente, nos platicamos mucho nuestros sentimientos más profundos y acabamos teniendo una linda relación. Yo le dije a él ‘mira, papá ya no vas a ser porque ya pasó demasiado tiempo. Amigos no necesito, tengo muchos amigos. Busquemos alguna fórmula que nos funcione’. Y la encontramos, y tuvimos una muy buena relación hasta que murió.
– ¿Por qué vos creías que también le debías una disculpa, teniendo en cuenta que lo que hizo?
– No estuvo para nada bien, pero finalmente sí entiendo sus razones. No las disculpo, no las justifico. Con los niños no se juega, punto. A los niños no se los usa como piezas de ajedrez nunca. Sin embargo, él tenía 30 años. Era un jovencito muy manipulado por su papá en una época en la que lo que la sociedad dijera era demasiado importante y, sobre todo, en la comunidad judía mexicana, que es muy chiquita. Era un peso enorme lo que estaba pasando. Entonces, entiendo su enojo, entiendo este impulso de lo que hizo.
Finalmente, es un ser humano que se equivocó, por lo menos yo siento que yo no tenía el derecho de no perdonar, no soy nadie para no perdonar. Entonces le pedí una disculpa por alargar demasiado tiempo la no relación y perdernos muchos años que hubieran podido ser muy lindos. Él conoció a mis hijos ya siendo más grandes, se perdió una enorme parte de mi vida. Y yo también de tenerlo a él en ella.

– ¿Tu mamá nunca se opuso a que volvieras a tener contacto con tu padre?
– No, nada. Cuando era chica sí, mi papá me buscó alguna vez y mi mamá dijo, ‘mira, si te quiere ver, viene a la casa, de esta casa no sales’. Obviamente, muy asustada (y con evidente razón), pero ya cuando yo era un adulto, ya casada, con hijos, que fue cuando me reencontré con él, mi mamá me imagino que debe de haber tenido emociones encontradas, pero nunca nos habló mal de mi papá, siempre nos dijo, ‘era un muy buen hombre, tomó malas decisiones’. Y cuando mi hermano y yo quisimos volverlo a ver mi mamá estuvo siempre abierta a que lo hiciéramos.
– ¿Cómo es el vínculo con tu hermano hoy?
– Nos llevamos increíble. Él vive en Estados Unidos, pero somos súper cercanos: nos escribimos todos los días, nos queremos muchísimo y ahí está esta complicidad que se generó en ese viaje. Siempre estuvo muy protector y sigue siendo muy protector. Yo le agradezco muchísimo.
– Nadie nos vio partir refleja cómo tu madre desafió y enfrentó a una comunidad, a la sociedad y las reglas de la época. ¿Cómo la describirías a ella hoy?
– Mira, mi mamá es increíble. Siempre va a encontrar la parte buena de todo, en todas las personas. Te digo que jamás me habló mal de mi papá (pudiendo hacerlo). Al que no quería nada era al abuelo, de ese sí decía, ‘es malo, malísimo’, pero nada más.

Mi mamá tuvo el apoyo de mis abuelos, cosa increíble, porque estábamos en boca de todo mundo, finalmente fue adulterio. Y mis abuelos la apoyaron emocionalmente y económicamente, porque ese es el gran problema: las mujeres a las que les quitan a sus hijos, en general, si no han trabajado porque han estado cuidando a los niños, si no han estado haciendo dinero, no tienen cómo ir por ellos. Y eso es dolorosísimo.
Como mamá ella ha sido toda su vida tan protectora, tan impulsora de que ‘tú puedes llegar lo más lejos’, ‘tú puedes hacerlo’, aplaude lo que yo haga ahora con mis hijos, es la abuela más increíble. Es una mujer sensacional: quien la conoce, la ama.
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