
Miles de estudiantes extranjeros que habían sido admitidos en universidades estadounidenses no han podido iniciar clases este otoño debido a la ampliación del veto migratorio del presidente Donald Trump, que restringe la emisión de visas a ciudadanos de 19 países.
Bahara Saghari, de 21 años, creció en Afganistán bajo las restricciones educativas impuestas por los talibanes. Tras años de estudiar inglés con intensidad para cumplir su sueño de cursar administración de empresas en Illinois, vio frustrados sus planes por la prohibición de viajes. “Piensas que por fin vas a cumplir tu sueño y luego algo aparece y todo se va”, dijo en una entrevista.
El gobierno de Trump endureció en junio las condiciones para otorgar visados F-1 y J-1, utilizados por estudiantes y académicos extranjeros. Aunque entre mayo y septiembre de 2024 el Departamento de Estado concedió más de 5.700 visas de ese tipo a solicitantes de países incluidos en la lista, desde este verano las revisiones adicionales han generado retrasos y cancelaciones. Irán y Birmania (Myanmar) concentraban más de la mitad de esas aprobaciones.
Barrera administrativa y clima hostil
Algunos alumnos aceptados en universidades estadounidenses no han conseguido siquiera una cita en las embajadas. Otros reconsideran sus planes por el clima político y la terminación abrupta de ciertos estatus legales. Pero la prohibición total supone el obstáculo más severo.

Trump justificó la medida alegando altas tasas de permanencia irregular y amenazas a la seguridad nacional de gobiernos “inestables o adversarios”. “Mantendremos el veto hasta que se corrijan las deficiencias detectadas”, dijo al anunciar la orden. La prohibición afecta de forma total a 12 países de África, Asia, Oriente Medio y el Caribe, mientras que otros siete enfrentan restricciones más estrictas, incluidas las visas de estudiantes.
Historias personales detrás de la medida
Pouya Karami, estudiante iraní de 17 años de Shiraz, centró su búsqueda universitaria en Estados Unidos para estudiar química de polímeros en Pittsburg State University, Kansas. Ahora ha tenido que aplazar su admisión. “Sigo preparándome para la entrevista en la embajada y contactando con políticos de EE.UU. para que reconsideren las restricciones”, afirmó.
En Myanmar, la familia de un estudiante de 18 años —identificado solo como Gu Gu por temor a represalias— ahorró durante años para que él pudiera estudiar en el extranjero. Había sido admitido en la Universidad del Sur de Florida, pero su visa quedó bloqueada. “Estaba apostando todo por EE.UU., así que esto me rompe el corazón”, dijo. Muchos de sus amigos han sido reclutados por el ejército o se han unido a la resistencia desde el golpe de Estado de 2021.
Europa gana terreno como destino
Ante el cierre de la puerta estadounidense, algunos jóvenes buscan alternativas en Europa pese a los obstáculos burocráticos y lingüísticos. Saghari solicitó plaza en universidades europeas y fue aceptada en una institución polaca que exige el pago completo de la matrícula por adelantado. “Tomar el examen de inglés fue ya un reto en Afganistán; ahora me piden otro”, explicó.
Amir, un investigador iraní de 28 años, tampoco pudo viajar para incorporarse como académico visitante en la Universidad de Pensilvania. “Es como un tiro en la oscuridad”, dijo, aunque su profesor aplazó su nombramiento para 2026. Está explorando oportunidades en Europa que le exigirían aprender un nuevo idioma. “Pierdes esa visión idealista del mundo. Crees que si trabajas duro tendrás un lugar, pero luego aprendes que tal vez no te quieren allí”, resumió.
Con información de AP.
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