Los aviones de la supervivencia

El Gobierno y la Fuerza Aérea celebran con mucha pompa que por estas horas se posen sobre suelo cordobés los primeros seis de los 24 F-16 Fighting Falcon que la Argentina le compró a Dinamarca. La euforia es justificable.

La adquisición de estos aviones de cuarta generación, ampliamente probados en combate, no estuvo exenta de operaciones y polémicas, especialmente por la antigüedad de las aeronaves, que tienen entre 25 y 40 años. Vendedores de China, India y Rusia jugaron sus cartas, especialmente durante el Gobierno de Alberto Fernández.

Los aviones de la supervivencia • Canal C

Sin embargo, la fecha de construcción es un detalle menor en la aviación actual, sobre todo si se tiene en cuenta que fueron refuncionalizados a nuevo con los estándares de la OTAN. También deben analizarse las flaquezas con las que hoy sobrevive la Aeronáutica.

Argentina pagará, en cinco años, unos 12,5 millones de dólares por avión, incluyendo repuestos, parte del armamento y el entrenamiento de los pilotos —quienes requieren alrededor de un año y medio para poder volarlos—. Es una cifra similar a la que Talleres obtuvo por la venta del volante Rodrigo Villagra a River, para comparar con algo más terrenal.

Debe considerarse, además, que un avión de quinta generación (como el F-35, el Gripen o el Rafale) tiene un costo que va de los 90 a los 110 millones de dólares por unidad, con gastos de mantenimiento que sólo pueden afrontar las grandes potencias económicas.

Estados Unidos, país de origen de los F-16, todavía mantiene 850 unidades operativas y un número similar en reserva, lo que demuestra que están lejos de ser considerados obsoletos.

La aviación argentina no sólo recupera la capacidad supersónica, perdida desde el retiro de los veteranos Mirage, sino que recibe también una bocanada de aire para seguir existiendo. La que alguna vez fue la fuerza aérea más poderosa de América del Sur hoy cuenta apenas con cuatro cazabombarderos A-4 operativos, aeronaves subsónicas y de tercera generación, con una capacidad electrónica muy limitada.

Con la llegada de los F-16, más allá de recuperar una mínima capacidad disuasiva, los miembros de la Fuerza Aérea tendrán nuevas herramientas para motivar a futuros pilotos y justificar la existencia de sus institutos formadores. Será una recuperación parcial de lo que se fue perdiendo lentamente desde la Guerra de Malvinas y a lo largo de las sucesivas crisis.

Esta columna forma parte del análisis de Germán Negro, emitida en el programa Córdoba Noticias, al aire de lunes a viernes a las 12 hs por Canal C.


fuente: CANALC

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