
En el episodio 12 “El algoritmo en el aula y en el trabajo”, el ministro de la Corte Suprema de Justicia analiza los efectos de la inteligencia artificial sobre los niños, la vida cotidiana y el trabajo.
En un nuevo capítulo de su serie de podcasts, Ricardo Lorenzetti profundizó en “los efectos concretos” del ecosistema tecnológico y su impacto sobre la sociedad. “En este episodio vamos a ver principalmente cómo afecta a los niños, a los humanos en general y al trabajo”, introdujo.
El Ministro de la Corte Suprema de Justicia destacó que en torno a la inteligencia artificial existen “posiciones muy extremas”: “Para algunos es un paraíso, porque dicen que viviremos en un mundo ideal y seremos casi dioses. En el otro extremo, hay quienes hablan de que esto puede producir la extinción de la humanidad, y lo más grave es que esta posición la sostienen quienes crearon estas tecnologías”.
Lorenzetti subrayó la importancia de analizar las consecuencias y buscar equilibrios: “No es todo sí o todo no, todo bueno o todo malo. Todas las tecnologías tienen externalidades positivas y negativas”.
Entre los aspectos positivos, mencionó que la tecnología “puede mejorar la salud ostensiblemente, extender la vida humana, aumentar la productividad y ofrecer una posibilidad de terminar con el hambre en el mundo”. También señaló su potencial para “mejorar muchísimo toda la actividad económica” y “disminuir el impacto ambiental de muchas actividades”.
Sin embargo, centró su exposición en los efectos sociales y psicológicos. “Se habla de que nosotros estamos asistiendo y creando una generación ansiosa”, advirtió. Y agregó: “Queremos todo rápido. Comemos rápido, las relaciones humanas son rápidas, las amistades son instantáneas, las parejas son instantáneas. Esta aceleración de ver todo rápido nos vuelve ansiosos, muy ansiosos”.
En su relato, Lorenzetti citó a los investigadores Jonathan Haidt y Jean Twenge para explicar cómo el uso intensivo del celular y las pantallas genera dependencia: “Tenemos que tratar de que nuestros niños no tengan adicciones al celular, porque además la adicción a un celular abre la puerta a otras adicciones”.
En ese mismo sentido, alertó sobre el surgimiento de una “generación silenciosa”: “Silenciosa en el sentido de que no se habla demasiado, el lenguaje se reduce ostensiblemente cada vez más, y no somos capaces de desarrollar argumentos extensos o complicados en la vida cotidiana”. Según Lorenzetti, “lo que predomina es el ruido que produce la tecnología y el silencio de la mente respecto a los grandes temas que nos demandan reflexión”.
El magistrado dedicó un tramo a lo que denominó “una generación controlada”: “Todo lo que hacemos está registrado. Las fotos, los videos, los datos personales, las páginas que se visitan, las películas que se miran, el dinero que se gasta, la circulación en las ciudades: hay cámaras, sensores, drones, identificación facial”.
Y remarcó un cambio fundamental respecto del pasado: “En el Siglo XX, el control que se hacía era forzado. El cambio actual es que nosotros damos los datos voluntariamente. Nos estamos poniendo en manos de personas que nos pueden controlar, no solo los gobiernos, sino también las empresas”.
“Los gobernados voluntariamente entregamos toda la información sin ninguna objeción. Esto puede producir un capitalismo de la vigilancia”, sostuvo, aludiendo a la idea de que la vida privada puede ser objeto de control social y autocensura: “Actuamos como si estuviéramos en una vidriera donde somos observados en todo lo que hacemos. Prácticamente, no hay privacidad”.
Sobre las consecuencias de este fenómeno, señaló que “puede haber discriminación, cancelación, afectación de la libertad y autocensura”, y recordó que “ya existen países donde se aplican sistemas de puntuación social que premian o castigan conductas”.
El episodio también abordó el impacto de la inteligencia artificial en el empleo. “Estamos en un momento donde el trabajo, como lo conocimos, puede desaparecer”, afirmó. “Las tecnologías del siglo XX sustituyeron labores repetitivas. Pero ahora la inteligencia artificial afecta a todas las labores.”
Según explicó, puede desplazar “a abogados, jueces, traductores, periodistas, programadores, artistas y hasta a los propios programadores que la crearon”.
Citando estimaciones del Fondo Monetario Internacional, advirtió que “cerca del 40% de los puestos laborales globales podrían verse afectados por la automatización” y que “este riesgo se eleva al 60% en las economías avanzadas”.
Lorenzetti diferenció dos respuestas posibles frente a este desafío: “Una es proteger el trabajo y otra es proteger a las personas. Proteger el trabajo implica oponerse al avance tecnológico, pero en el mediano y largo plazo tiene pocas posibilidades de éxito porque el avance tecnológico es imparable. Por eso otros plantean proteger a las personas, no el trabajo”.
En ese punto, mencionó el debate sobre el ingreso básico universal: “Proteger a las personas significa darles un ingreso económico basado en la seguridad social y no en el trabajo. Pero quién lo financia y cómo se distribuye es un enorme debate”.
Hacia el final del episodio, Lorenzetti advirtió que “el impacto más relevante de la inteligencia artificial en materia social va a ser laboral”. Y concluyó: “Los gobiernos, que creo que están prestando poca atención a esto, tienen que preocuparse. Los dirigentes tienen que pensar cómo pausar el avance tecnológico, hacer un equilibrio delicado entre la incorporación de tecnología para mejorar los servicios y al mismo tiempo generar alternativas de empleo”.
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