El hombre creía fervientemente en que uno encuentra su destino incluso en los caminos que toma para evitarlo. Por eso no tenía reparo en ir a fondo con el acelerador y por eso una serie biográfica era la oportunidad para mostrar la enigmática psiquis de quien disfrutaba siendo parte del viento.
Pero Senna, la ficción disponible en Netflix, no complejiza tanto el tema, no excava en la mente del que compensaba con carreras porque “el mundo va demasiado lento”. Funciona como un homenaje simple y efectivo a uno de los paulistas más amados, que murió en 1994 después de impactar a 211 km/h contra la curva Tamburello del Autodromo Enzo e Dino Ferrari de Imola.
Producto prolijo, logrado audiovisualmente, oportuno para el aniversario redondo (los 30 años del adiós), pensado para masas. Su mayor pecado es no salirse del manual. Eso sí: no escatima en ruido de motores ni acción a bordo.
Gabriel Leone, el protagonista, famoso en su país por la telenovela Verdades secretas y experto en encarnaciones de personajes de la vida real (fue Roberto Carlos en la película Minha Fama de Mau y Marlon Brando en el filme Piedade), es sólido en su actuación. El problema es que lo que cuenta es de a momentos superficial. Mucho volante, poco viaje al alma.
Tal vez el error sea esperar profundidad, como ocurrió el documental del director Asif Kapadia, que exploraba una personalidad compleja. Aquí nuestro héroe pareciera no tener tantas capas, ni hondura, ni demasiadas contradicciones.
Todo empieza por el final. La imagen real, en vivo y en directo, que apuñaló a millones de televidentes ese 1° de mayo de 1994. Después, el comienzo del ovillo, la infancia, la juventud y la madurez interrumpida por la desgracia.
En seis capítulos de casi una hora cada uno, vemos al mini Ayrton apasionarse por los karting, comenzar su carrera en la Fórmula Ford, ascender, enamorarse de Lilian, casarse, separarse, rivalizar con Alain Prost, conquistar a Xuxa, estrellarse. Un relato creado en colaboración la familia del piloto, por lo que claramente se trata de una historia avalada y “oficial”.
Cuando la historia hace zoom en el detalle extradeportivo, gana en humanidad, se afirma. La madre (Neyde, en la piel de Susana Ribeiro) intentando averiguar a qué velocidad va el muchacho en las rectas por miedo a que pase lo peor; su hermana Viviane (Camila Márdila) jugando a ser su psicóloga cuando él le habla de su sensación de ingreso a otra dimensión al coquetear con la velocidad; su padre, Milton (Marco Ricca) cediéndole un Chevrolet Impala para vender en los comienzos del titánico sueño…
Con presupuesto récord para una producción brasileña, este biodrama grabado en cinco países (Brasil, Argentina, Uruguay, Irlanda del Norte y Mónaco) que incluye la recreación de 21 carreras emblemáticas, como Suzuka, Ímola y Mónaco, vale la pena como tributo al tricampeón mundial que dejó en orfandad al pueblo brasileño.
El recurso de un personaje que no existe facilita ciertos tramos del racconto. Aquí, quien ocupa ese rol es la periodista británica Laura Harrison (Kaya Scodelario), que permite aproximarnos de otra forma a ese paulista magnético que apenas tenía 34 años cuando murió. Otra curiosidad: los argentinos Luciano y Matías Crespi (hijos del ex piloto Tulio Crespi) hicieron de dobles de riesgo durante las escenas.
Vestuario, folclore automovilístico, grandes réplicas de los autos y trajes usados por “Beco”, como le llamaban de niño. La realización es impecable, pero sin embargo uno se queda con sabor a poco. Senna, ese que sostenía que “el segundo es el primero de los perdedores” entendería el planteo de su propia serie. Al algoritmo le alcanza para quedar en el podio de lo más visto. A los seriéfilos más exigentes, quizá no.
Ficha
Calificación: Buena.
Drama Protagonista: Gabriel Leone Elenco: Kaya Scodelario, Susana Ribeiro, Christian Malheiros, Matt Mella, Pâmela Tomé y otros Emisión: seis capítulos, por Netflix.
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