DALLAS (AP) — Al tiempo que se escuchaban disparos en los pasillos y aulas de la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas, una de las profesoras aterrorizadas que llamó frenéticamente al 911 describió “muchos, muchísimos disparos”, y otra sollozaba al teléfono cuando un despachador la instaba a guardar silencio.
”¡Dense prisa, dense prisa, dense prisa, dense prisa!” gritó la primera profesora antes de colgar.
Esas llamadas, junto con imágenes de cámaras corporales y videos de vigilancia, se incluyeron en una colección masiva de grabaciones de audio y video publicadas por las autoridades de la ciudad de Uvalde el sábado luego de una prolongada lucha legal. The Associated Press y otras organizaciones de noticias entablaron una demanda después que las autoridades en un inicio se negaron a divulgar públicamente la información de uno de los peores tiroteos escolares en la historia de Estados Unidos.
Una de las primeras llamadas que recibió la policía la mañana del 24 de mayo de 2022 provino de una mujer que llamó al 911 para reportar que una camioneta tipo pickup se había estrellado contra una zanja y que el conductor había entrado corriendo a las instalaciones de la escuela.
“Dios mío, tienen un arma”, dijo.
Unos minutos más tarde, en una llamada al 911, un hombre grita: “¡Le está disparando a los niños! ¡Vuelvan!”
“¡Está dentro de la escuela! Está dentro de la escuela”, grita al tiempo que se escuchan otros gritos.
“Oh Dios mío, en el nombre de Jesús. Está dentro de la escuela disparando a los niños”, dice.
La demorada respuesta de las fuerzas policiales al tiroteo —casi 400 agentes esperaron más de 70 minutos antes de confrontar al agresor en un aula llena de niños y profesores muertos y heridos— ha sido ampliamente condenada como un fracaso total.
El agresor, Salvador Ramos, de 18 años, fue abatido a tiros por las autoridades a las 12:50 de la tarde. Había ingresado a la escuela a las 11:33 de la mañana, de acuerdo con las autoridades.
Poco antes de llegar a la escuela, Ramos hirió de bala a su abuela en su casa. Luego tomó una camioneta tipo pickup en la casa y condujo hacia la escuela.
El angustiado tío de Ramos hizo varias llamadas al 911 rogando que lo comunicaran para intentar que su sobrino dejara de disparar.
“Tal vez él podría escucharme porque él sí me obedece, me escucha todo lo que le digo”, afirmó en la llamada al 911 el hombre, que se identificó como Armando Ramos. “Tal vez podría parar o hacer algo para entregarse”, añadió Ramos con la voz quebrada.
Indicó que su sobrino, que había estado con él en su casa la noche anterior, se quedó con él en su habitación toda la noche y le dijo que estaba molesto porque su abuela lo estaba “molestando”.
“Dios mío, por favor, por favor, que no haga nada estúpido”, se escucha decir al hombre en la llamada. “Creo que está disparando a los niños”.
Pero la oferta llegó demasiado tarde, justo cuando el tiroteo terminó y los agentes abatieron a Salvador Ramos.
Varias pesquisas federales y estatales sobre la lenta respuesta de las diversas fuerzas policiales pusieron al descubierto problemas en cascada en materia de capacitación, comunicación, liderazgo y tecnología, y cuestionaron si los agentes priorizaban sus propias vidas sobre las de los niños y profesores en la ciudad del sur de Texas de unos 15.000 habitantes y que se localiza a 130 kilómetros (80 millas) al oeste de San Antonio. Las familias de las víctimas llevan mucho tiempo pidiendo rendición de cuentas por la lenta respuesta policial.