
Lázaro Báez, detenido en la Unidad 15 del Servicio Penitenciario Federal en Río Gallegos, presentó un pedido de prisión domiciliaria. Sus abogados aseguran que atraviesa un delicado estado de salud y que permanece en una celda mínima, con filtraciones, sin contacto con otros internos y sometido a un régimen de aislamiento prolongado.
Según la defensa, Báez, de 68 años, sufre de diabetes, hipertensión y asma, lo que se habría agravado en los últimos meses. Aseguran que comparte un baño con otros reclusos, que la comida le llega fría y que pasa la mayor parte del tiempo encerrado. Por eso, calificaron la situación como un “trato indigno e inhumano” y pidieron que vuelva al régimen de arresto domiciliario en El Calafate.

El caso quedó en manos de la Cámara Federal de Casación Penal, que deberá resolver en los próximos días si concede el beneficio. Desde el Servicio Penitenciario, en cambio, niegan un deterioro de las condiciones y sostienen que Báez recibe la atención médica necesaria, además de un régimen especial de seguridad por su perfil.
Mientras tanto, el empresario permanece en aislamiento en el histórico edificio de Río Gallegos, a pocos metros de su casa familiar. Su defensa insiste en que el encierro prolongado vulnera las normas nacionales e internacionales de derechos humanos y que la única salida posible es que cumpla la condena en su domicilio bajo control electrónico.