
Fue una una seguidilla de hechos lo que detonó la cuarta modificación del esquema cambiario en la era Milei. Lo más evidente fueron las quejas del FMI, las señales de Wall Street y el silencio del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent. Desde el centro del poder financiero mundial pedían al gobierno que acumule reservas para cubrir los pagos de deuda y, por lo tanto, que tocara el dólar.
“No invertimos en activos locales con la moneda en estos niveles”, dijo hace un mes un ejecutivo de Pimco, unos de los fondos más grandes del mundo. Y hace unos días el JP Morgan planteó una “recalibración” del esquema cambiario para atraer inversión directa y sumar divisas. Esa trastienda, sumada a la imposibilidad de volver a los mercados, habría apresurado las medidas presentadas como la “nueva fase” del plan.
Desde Wall Street lo resumieron así: “Escucharon el feedback, escucharon a todos“. Todos son el Fondo, que veía al gobierno alejarse cada vez más de la meta de reservas. Pero también los inversores de Nueva York y Londres, que observaban con cierta inquietud el vencimiento del próximo 9 de enero de US$ 4.200 millones y el abaratamiento del dólar con unas bandas corriendo al 1% mensual y una inflación arriba del 2%.
La emisión del bono en dólares de la semana pasada fue bien recibida. Luis Caputo la presentó como el “regreso” a los mercados. Obtuvo US$ 910 millones (un 20% del pago total), pero no sumó dólares del extranjero. Fueron todos fondos e inversores locales, a fuerza de flexibilizar algunas regulaciones y endurecer otras. La jugada, sin embargo, no movió el riesgo país.
Recién después del comunicado del Banco Central y la conferencia de su presidente, Santiago Bausili, los bonos perforaron el lunes los 600 puntos. Y el optimismo continuó este martes con el repunte de hasta el 3% de los bonos y la caída del índice del JP Morgan a 561 puntos, el valor más bajo desde el 9 de enero pasado. Aquel día, el Gobierno pagó un cupón de US$ 4.200 millones a los bonistas con un préstamo (REPO) por US$ 1.000 millones a una tasa anual del 8,8%.
Por estas horas, se baraja repetir la misma receta. Según fuentes al tanto de las conversaciones, la idea es cerrar en las próximas horas el tercer REPO de la gestión Milei -el segundo fue en julio. Sería por entre US$ 6.000 y US$ 7.000 millones para cancelar el pago de deuda de enero, con la participación con el JP Morgan, el Bank of America y el Deutsche, entre otros. Desde el Gobierno, no lo confirmaron.
Las nuevas bandas ajustadas por la inflación de los dos meses previos y el plan para conseguir US$ 10.000 millones en 2026- habrían servido para destrabar el trato con los bancos, que pedían garantías y temían un impago en caso de un juicio de Burford. “Los mercados les dieron una dosis de realidad, pensaron que tendrían mucho acceso al mercado tras las elecciones, y no fue así“, dijeron en un fondo de Londres.
En las últimas horas, Caputo insistió en que tiene los swaps de monedas con Estados Unidos y con China, la oferta de US$ 7.000 millones de un grupo de bancos, los dólares de la colocación del Bonar 2029, las compras que hizo Economía en los últimos días y la posibilidad de “refinanciar ese mismo día”. Y justificó el giro con las bandas: “Si lo hacíamos antes, no terminábamos el mandato“.
Para los banqueros locales, el REPO no es una refinanciación, sino una operación “por fuera del mercado”, mientras que el retorno a los mercados implica conseguir el aval del Congreso. Y en segundo lugar, no terminan de ver un plan. “Arrancaste con un crawl del 2% en 2024, después del 1% en 2025, el 14 de abril pusiste bandas y ahora esto parece una mezcla de las dos cosas”, dijeron en un banco.
La mayor amplitud de las bandas tiene sus riesgos. En el sistema financiero creen que la posible suba del dólar indexada puede alentar expectativas de depreciación. El dólar minorista subió 15 pesos (1%) este martes a $ 1480. “El impacto inicial sobre el USD/ARS parece ser marginalmente alcista, con la moneda abriendo levemente más débil tras el anuncio”, dijo el JP Morgan tras los anuncios.
El otro costo, según el propio banco, es “una inflación potencialmente más alta en el corto plazo“. En los últimos seis meses, se aceleró del 1,6% al 2,5% mensual. En algunos despachos oficiales, reconocen que la caída de la actividad ya no desalentaría la remarcación frente a la suba de costos. La expectativa del gobierno es que el margen que tendrá el dólar para subir no se traslade a precios por la mayor demanda de pesos.
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