La salud, entre la luz y la sombra

La medicina contemporánea presenta una tensión base: por un lado, amplía su mirada hacia los determinantes sociales de la salud, incorporando enfoques de medicina social y salud colectiva que reconocen el impacto de las condiciones de vida, el ambiente y la desigualdad en los procesos de salud-enfermedad. Así como reconoce la necesaria integración entre salud pública y “privada”.

Por otro lado, se intensifica la medicalización, donde malestares sociales se transforman en diagnósticos clínicos y tratamientos farmacológicos, muchas veces impulsados por lógicas de mercado. Transforma a los médicos en operadores sanitarios y a pacientes en consumidores, al saber médico en mercancía y al sistema sanitario en un campo de disputa entre valores y negocios.

Más que una dicotomía o una bifurcación, se trata de un solo camino con luces y sombras. La sombra constituye uno de los arquetipos fundamentales del inconsciente colectivo en la psicología analítica de Carl Gustav Jung. “La figura de la sombra personifica todo lo que el sujeto no reconoce y lo que, sin embargo, una y otra vez le fuerza, directa o indirectamente, rasgos de carácter de valor inferior y demás tendencias irreconciliables”, afirma el médico y psicoanalista suizo.

Las dificultades vitales pueden deberse, o bien, a una omisión o supresión de la sombra (una especie de ceguera cognitiva), o, por el contrario —y desde el otro extremo—, a una identificación con el arquetipo, con lo que el yo queda a merced de la tempestad de lo inconsciente. De ahí que parte fundamental de toda analítica sea retomar la sana virtud de volver al punto medio entre dos extremos: en este caso, el devenir consciente de la sombra.

Las noticias internacionales, con guerras y asesinatos políticos, lo mismo que las locales, con resultados más o menos sorprendentes de elecciones y sus cambiantes ciclos, la pulsión por la medición del dólar, o el atrincheramiento doctrinario a favor o en contra de banderismos ideologizados ; todo ello apunta a una comprensión de lo público bajo el prisma de la sombra colectiva, que proyecta la maldad de manera especular, o bien a la incomprensión del pseudo “testigo” que ignora la sombra detrás de las figuras de la realidad.

Frente a un escenario asediado por la sombra, de verdadera deshumanización y desgarro social, debemos asumir lo oscuro de la realidad (y diría Jung, del alma humana) no para resignarse (“lo más escandaloso que tiene el escándalo es que uno se acostumbra”, al decir de Simone de Beauvoir), sino para combatirla sin pretender desterrarla o reducirla al campo opositor. Debemos luchar, con nuestras luces y sombras, con conciencia, comprensión y compromiso.

No es un camino fácil. Advierte Jung: “la vida cotidiana del ser humano se halla atrapada en un complejo inexorable de opuestos -día y noche, nacimiento y muerte, felicidad y desdicha, bien y mal. Ni siquiera estamos seguros de que uno de ellos pueda subsistir sin el otro, de que el bien pueda superar al mal o la alegría derrotar al sufrimiento. La vida es un continuo campo de batalla. Siempre lo ha sido y siempre lo será. Si no fuera así nuestra existencia llegaría a su fin”.

El mismo Jung señala que el hombre moderno es, en tanto adquiere conciencia de su presente, un solitario, pues se aleja del “rebaño inmerso en un inconsciente común”. La medicina actual, la sociedad toda y cada uno, se encuentra en el desafío de atravesar ese camino si pretendemos superar el presente con un sentido del pasado y una imaginación del futuro.

fuente: CLARIN

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