La revolución de una inteligencia sin miedo – Perfil

Cuando a alguien le falta visión, recurre a los lentes. Cuando alguien tiene dificultades para caminar, recurre a un bastón.
Desde siempre el ser humano buscó herramientas para sobrevivir, para extender sus límites. Hoy, en esta era que muchos llaman “revolución de la inteligencia artificial”, no estamos ante un enemigo: estamos frente a la evolución natural de nuestra especie.

Si alguien necesita una nueva córnea, puede recibirla gracias a la tecnología. Si pierde una pierna, puede caminar con una prótesis inteligente. La inteligencia artificial ya está en los quirófanos, en los laboratorios, en los talleres… y también en los sueños. Es la misma necesidad de siempre: mejorar la vida. Es una herramienta, la más nueva, más inteligente que otras.

Inteligencia artificial: los puntos a favor y en contra para las próximas generaciones

Esto no les gusta a los autoritarios

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Yo misma necesitaba crear una página web interactiva. Antes me hubiera llevado, tal vez, semanas, frustraciones, búsquedas interminables. Pero le pedí ayuda a la inteligencia artificial: en un día estaba lista. Me explicó cada paso, me dio las opciones, y la página cobró vida. Lo mismo le pasó a una amiga arquitecta: pidió orientación sobre cómo diseñar una estructura compleja, y la herramienta le devolvió una guía completa con cálculos y modelos. No le robó su creatividad; le dio tiempo y claridad para ejercerla mejor.

Por eso resulta casi cómico escuchar a quienes la rechazan sin conocerla, como si estuviéramos otra vez en tiempos de hogueras, quemando lo que no entendemos. La inteligencia artificial no reemplaza al ser humano; lo amplifica. Ayuda a quien no sabe a aprender, a quien no puede crear, a quien imagina a concretar.

Pero no es solo miedo a la competencia. Hay otros miedos más antiguos, más hondos. El miedo a ser reemplazados, a que las máquinas “exterminen a los humanos”, como en las películas.

Y sin embargo, ¿no son los propios humanos quienes ya lo están haciendo?

Si algo puede ayudarnos, quizás sea justamente una tecnología que libere tiempo, que devuelva creatividad”

Guerras, bombas atómicas, contaminación, virus creados y liberados… La destrucción nunca vino de los cables, sino del ego y la ambición. La inteligencia artificial no mata. La que mata, cuando olvida amar, es la humanidad.

También está el miedo al trabajo, o mejor dicho, a perderlo. Hoy nadie está seguro de nada: los mercados cambian, los empleos se vuelven temporarios, los contratos duran menos que una estación. Pero eso no lo provocó la inteligencia artificial: lo provocó un sistema que hace tiempo perdió su brújula humana.

Los verdaderos peligros para los chicos no están en la inteligencia artificial, sino en los juegos virtuales online, donde se normaliza la violencia, el insulto o el vacío emocional disfrazado de diversión”

Si algo puede ayudarnos, quizás sea justamente una tecnología que libere tiempo, que devuelva creatividad, que deje espacio para lo verdaderamente humano: pensar, sentir, cuidar.

Guerras, bombas atómicas, contaminación, virus creados y liberados… La destrucción nunca vino de los cables, sino del ego y la ambición”

Y después está el miedo a la seguridad. A lo que pueda responder una máquina si la usa un niño, un adolescente o una persona con discapacidad, pero la responsabilidad nunca fue de la herramienta. Un martillo no tiene culpa de un golpe.

La vigilancia, el acompañamiento y el cuidado siguen siendo trabajo de la familia, de los padres, de la educación y de la sociedad.

Hoy, los verdaderos peligros para los chicos no están en la inteligencia artificial, sino en los juegos virtuales online, donde se normaliza la violencia, el insulto o el vacío emocional disfrazado de diversión. Ahí es donde el alma se intoxica, donde se pierde el sentido del juego y del respeto.

Y eso no es culpa de una máquina: es reflejo de un mundo que no está mirando lo que sus hijos hacen mientras juega con ellos el peligro.

Y sin embargo, detrás de tantos prejuicios sigue latiendo el viejo temor: el miedo a la competencia.

“¿Qué hago si todos pueden hacerlo?”, se preguntan muchos. Pero… ¿acaso no fue siempre eso lo que soñamos? ¿Que todos tuvieran las mismas oportunidades?

Por primera vez, quienes no pudieron pagar una educación privada, quienes no pudieron viajar a universidades extranjeras o acceder a determinados conocimientos, ahora tienen una herramienta que los acerca al mismo punto de partida.

La inteligencia artificial no quita mérito, quita barreras.

Y el que le teme a la competencia, pobre de él, porque no va a poder triunfar nunca.

La competencia no destruye: te obliga a superarte.

Lo que te hace mejorar, lo que te mantiene despierto, es saber que otros también pueden alcanzar lo que tú haces, si se lo proponen.

Por supuesto, hacer trampas con la inteligencia artificial (como algunos estudiantes en los exámenes) es cortarse uno mismo las alas. Engañarse es peor que perder: es renunciar a aprender.

La herramienta no tiene culpa; la ética sigue siendo humana. Y al final, todo se reduce a una elección.

¿Querés discos de vinilo o querés escuchar los algoritmos que te sugieren las plataformas?

¿Querés usar un bastón o preferís una pierna ortopédica?

Dependerá de tus límites, económicos, culturales o emocionales, pero siempre vas a necesitar una herramienta para mejorar la parte humana.

Las herramientas no nos quitan humanidad: la expanden. El límite no lo pone la máquina, lo pone la mente.

Y el miedo nunca fue buen consejero para el progreso.

La verdadera revolución no está en los algoritmos: está en la mirada con la que los usamos.

fuente: inteligencia sin miedo – Perfil”> GOOGLE NEWS

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