El músico cordobés protagonizó la primera de las dos funciones de “El baile más grande del universo”. 40 mil personas bailaron con el Mandamás y renovaron la liturgia propia de los shows del cuartetero.
La Mona Jiménez volvió a cumplir otro hito en su carrera al reunir a alrededor de 40 mil personas en la primera de las dos noches de “El baile más grande del universo”, con sede en las inmediaciones del estadio Mario Alberto Kempes.
En el predio instalado en el estacionamiento norte del coloso provincial, el cuartetero más famoso protagonizó otra página de gloria en su historia reciente y su público confirmó que este formato, el del baile, es el preferido de moneros y moneras.
Una vez más, Jiménez hizo gala del pacto tácito que tiene con sus seguidores más fieles. Sólo que, en este caso, y a diferencia del festival Bum Bum, todo fue cuarteto. Cachumba y El Loco Amato, invitados ilustres en una noche en la que sonaron clásicos del Mandamás desde el momento en el que se habilitó el ingreso del público.
Además, gracias al formato de baile y no de festival, el evento recuperó la idiosincrasia de La Mona y su gente. La previa, la vuelta de vino, el chori, los grupos de amigos, las rondas, las señas. Como en el Sargento Cabral o en el Estadio del Centro, pero al aire libre y con la comodidad de un predio amplio, en el que la multitud se desplazó y se ubicó como si se tratara de un show en un estadio de fútbol.
CALENTANDO MOTORES: CACHUMBA Y EL LOCO AMATO
El clima finalmente fue cómplice del reencuentro entre Jiménez y los suyos y la tormenta de la primera mitad del día se replegó. El frío se hizo sentir recién con el correr de las horas, pero hasta ahí. A poco de que se abrieran las puertas, el murmuro en las boleterías señalaba que el clima había mejorado ni más ni menos que por el Mandamás.
Una noche de otoño, fresca y con resabios de una lluvia que tiñó el día de gris, recibió a la primera porción de público, que ingresó al predio a partir de las 21.30.Instantes antes de las 22.50, Cachumba subió al imponente escenario y rompió el hielo de una fiesta que a esa altura no había tomado temperatura inicial.
Cuando El Turco Oliva y los suyos iniciaron su actuación, la modorra del día pasado por agua todavía flotaba en el ambiente. Media hora después, el grupo ya había confirmado que su elección como apertura de esta fiesta fue acertada.
La banda tocó poco más de 40 minutos y desplegó un sonido compacto y potente, con la voz de Oliva como mayor atributo. El cantante, magnético y carismático, homenajeó al “anfitrión” con versiones a capela de Dime, dime qué harás y Cris y ratificó su condición de continuador del legado y la impronta de Jiménez.
Cuando llegó el turno de Amato y su banda de 15 músicos, el predio ya mostraba un importante porcentaje de ocupación. A la medianoche, y con mucha gente todavía en la zona de acceso, el cantante pisó el escenario y recibió la banca del público de entrada.
El excantante de Trulalá y La Fiesta es uno de los más queridos referentes del cuarteto. El respeto y el cariño se notaron. También fue palpable la emoción que generan varias de las canciones popularizadas por El Loco. Al borde de la valla, y durante casi toda la hora que duró el show de Amato, la gente que esperaba por La Mona acompañó al “Loco” y recibió con excitación temas como Yo no soy ese lobo, La cura/Ella me cura o Señora amante.
Sobre el escenario, la banda prácticamente no paró de tocar. La fila de vientos y el entramado de percusiones se destacaron entre lo más destacado de un ensamble ajustadísimo. Todo, claro, al servicio de la voz sedosa y cuidada de Amato, que se mueve con la naturalidad de los artistas acostumbrados a habitar al escenario. Hacia el final, incluso le regaló una reverencia al público. La misma que le ofrendaría a La Mona un rato más tarde.
LA MONA Y NADA MÁS
Después de varios minutos de preparativos, mucho humo y el clásico “Soy Jiménez” aquí y allá, La Mona apareció elevado desde abajo del escenario y vestido de astronauta. Metido en el personaje desarrollado para estos shows, el cantante se desplazó entre sus músicos como si estuviera peleando contra la fuerza de gravedad. Tras un fugaz cambio de vestuario, volvió a escena para encarar la apertura, con Jaque mate.
Una vez más, se lo vio feliz a Jiménez, animal de shows casi infinitos que a esta altura no necesita ni siquiera cantar para ser el centro de todas las miradas. Con imperfecciones y apenas algunos chispazos de su magia de otros tiempos, el cantante sigue siendo objeto de una devoción difícil de comparar. Quienes quedan parados de frente al cantante para hacerle una seña o mostrarle un tatuaje llevan impresa esa mística en sus miradas hacia él.
“Gracias por venir al universo cuartetero”, dijo en el comienzo el gran protagonista entre el brillo de las luces y las pantallas que intentaban asemejar un viaje espacial. En ese primer tramo sonaron, entre otras, Se lo juro vieja, El viernes o Mujer y amante. Este último dio lugar al estreno del segmento de mención de barrios y saludos de parte del cantante, que se repetiría varias veces.
Tras Gracias a Dios, Por qué te vas (con su rockera intro de guitarra) y Olvídala, llegó la primera participación especial, a cargo de El Loco Amato. Juntos cantaron El divorcio y protagonizaron un tierno momento tanto al inicio, cuando Amato confesó que nunca había compartido un tema con Jiménez a pesar de ser seguidor suyo; como al final, cuando el exlíder de La Fiesta dijo que había esperado “20 años para esto” y se mostró emocionado tras darse un gusto, como definió.
La primera selección se diluyó con Los colores, Ramito de violetas, No quiero amigos y ¿Quién se ha tomado todo el vino?, que incluyó una caja de Mandamás (el vino de La Mona que se vendió en las barras) girando entre los músicos.
A esa altura, pasadas las 3 de la mañana, estaba pautada originalmente la finalización del evento. Al demorarse el comienzo, el cierre también se estiró y hubo lugar para una segunda selección.
Tras varios minutos de receso, Jiménez volvió con un nuevo cambio de ropa y se despachó con Me desespera, Locura total y Tú. Luego, todo se magnificó cuando El Turco Oliva se subió a cantar Mary la del burdel. “Acá estoy de vuelta. Me había ido hasta la luna, crucé toda la galaxia y ahora estoy de vuelta”, bromeó el cantante de Cachumba antes de la eléctrica versión.
De ahí en más, todo fue in crescendo, con sensación de inminente final cada vez más cerca. La despedida llegó tras Aventurera y Sólo contigo, instantes después de las 4. El baile terminó y Jiménez se fue del escenario con el 50% de la tarea cumplida. Este sábado, esta vez junto a Monada y Megatrack, irá por otra noche memorable. Será además la primera función en el Kempes anunciada meses atrás, que agotó capacidad en cuestión de horas. Todo listo para una nueva fiesta.