ELECCIONES LEGISLATIVAS 2021
Las elecciones del pasado domingo 14 de Noviembre, sentenciaron que lo que se preveía. El Frente de Todos fue derrotado en casi todo el territorio, con lo que se avecina un nuevo panorama político electoral en todo el país, en donde todos se direccionan a la próxima contienda del 2023.
PALIZA ELECTORAL
Para el gobierno nacional esta elección fue la confirmación de una especie de pesadilla anticipada con los resultados de las PASO. Ni siquiera el haber achicado en tres puntos la distancia obtenida por la oposición en la provincia de Buenos Aires respecto a las primarias logró disimular la debacle general.
A nivel nacional, el Frente de Todos quedó a más diez puntos de distancia respecto a Juntos por el Cambio y de otras fuerzas de carácter provincial, igualmente críticas. En Diputados, el oficialismo perdió escaños significativos, quedando casi en pardas con el bloque de Juntos por el Cambio. Y, quizá el dato más importante, la mayoría automática de Cristina en el Senado fue desmantelada. En adelante no tendrá quórum propio y deberá consensuar las iniciativas que más le interesen. Es la primera vez, desde 1983, que el peronismo pierde esta ventaja.
Fue precisamente en la Cámara Alta donde verificaron las principales mudanzas. En Chubut triunfó Juntos por el Cambio, mientras que en la estratégica provincia de La Pampa, invariablemente peronista, la oposición se quedó con los dos escaños de la mayoría. Lo mismo sucedió en Santa Fe y, obviamente, en la “hostil” jurisdicción cordobesa. Un fracaso en toda la regla de los intentos de revertir los resultados del 12 de septiembre. De paso las provincias patagónicas, con excepción de Tierra del Fuego, le prodigaron un voto anti mapuche; apenas 1 de cada 4 votos fueron para el oficialismo.
En definitiva, las legislativas, ratificaron lo sucedido en las PASO. La oposición confirmó sus victorias anteriores y estuvo cerca de dar vuelta las elecciones en Tucumán, tan afecta a la Casa Rosada.
Otro dato, que llamó la atención en estas legislativas, es el arribo de Javier Milei y de José Luis Espert. Ambos referentes hicieron una campaña desembozadamente liberal, como lo hacía la UCEDE de Álvaro Alsogaray en la década del ’80. Es como si una parte de la sociedad se hubiera hartado de los mensajes a medias, de lo políticamente correcto, un desvío en el que caen tanto el supuesto progresismo K como la moderación de Juntos por el Cambio.
Es un hecho que, para muchos argentinos, el kirchnerismo ha dejado de ser el representante de las causas revolucionarias, el abanderado de la lucha contra el imperialismo. El gobierno ha pagado en esta franja un precio importante por sus vaivenes y contradicciones en temas supuestamente contestatarios.
A RECALCULAR
El presidente pareció tomar nota, requirió un diálogo constructivo a la oposición para acordar una agenda tan compartida como sea posible y le reclamó patriotismo. Sin embargo, no dudó en apuntar, una vez más, a Mauricio Macri por tomar deuda con el FMI y por no hacerse cargo “del daño que ha causado”. Finalmente, anunció que presentará un plan económico al Congreso tras haber negado que hiciera falta durante dos largos años.
Enfoque Provincial
JUNTOS POR EL CAMBIO CONSIGUIÓ UN SIGNIFICATIVO TRIUNFO
La oposición creció más de 5 puntos desde las primarias, sumó en Diputados una banca en que cayó la tercera candidata del Centro Cívico, y llevó la diferencia de 23 a 29 en el agregado provincial. En Capital la caída fue aún más precipitada. JpC sumó 55 puntos, mientras HpC se quedó en 22. 33 puntos de diferencia.
De esta manera, la coalición ocupará dos bancas en el Senado de la mano de Luis Juez y Carmen Álvarez y seis bancas en Diputados con Rodrigo De Loredo, Soledad Carrizo, Héctor Baldassi, Laura Rodríguez Machado, Gustavo Santos y Gabriela B. de Koning.
Juntos por el Cambio obtuvo el 54,05% (1.058.657) de los votos por los candidatos a la Cámara alta y el 54,04% (1.059.399) por la baja.
Como segunda fuerza, los candidatos a Diputados de Hacemos por Córdoba lograron el 25% (490.235) de los votos y los aspirantes al Senado el 25% (489.664). De esta forma, Alejandra Vigo ocupará un lugar en la Cámara alta y Natalia de la Sota e Ignacio García Aresca aseguraron sus escaños en la baja.
El Frente de Todos logró el tercer lugar en los comicios. Perdió la banca en el Senado, pero logró conservar un espacio en Diputados que será comandado por Martín Gil (10,48% – 205.581).
Por otra parte, Encuentro Vecinal logro ocupar el cuarto lugar en los comicios legislativos con el 3,77% (73.838) de los votos para el Senado y el 3,81% (74.727) para Diputados.
Le sigue el Frente de Izquierda y de Trabajadores – Unidad (3,52% Diputados y 3,52% Senado).
La Alianza Libertad y Unión Popular Federal alcanzaron el sexto y séptimo puesto, respectivamente.
En la provincia estuvieron habilitados 2.984.631 ciudadanos para votar en 8.874 mesas. De acuerdo a los datos nacionales, el nivel de participación en Córdoba superó el 67,99%.
LAS AMBICIONES DE JUEZ Y DE LOREDO, ANTE EL RECAMBIO DEL PERONISMO DEL LÍDER SCHIARETTI
REPERCUSIONES A LA ORDEN DEL DÍA.
La alianza Juntos por el Cambio comenzó a recorrer el camino hacia las elecciones provinciales del 2023 con la ilusión bien sostenida en la enorme victoria conseguida en las urnas.
Lo del pasado domingo 14 de Noviembre no es la primera elección intermedia que gana la oposición al nombre de fantasía del peronismo cordobés (Unión por Córdoba, antes, y Hacemos por Córdoba, ahora). En 2009 y 2017 el PJ salió derrotado pero pudo recomponerse en dos años para retener el premio mayor: la Gobernación. La primera vez, Luis Juez ganó el tramo de senadores y Ramón Mestre fue segundo; y Oscar Aguad se impuso en Diputados. La elección fue semillero de candidatos para el 2011: Juez y Aguad perdieron, por separado, frente a José Manuel de la Sota por la Gobernación, y Mestre dio el gran golpe al acceder a la Intendencia de Córdoba. En 2017, Cambiemos venció con holgura con una lista encabezada por Héctor Baldassi. Esa vez, el sello solo fue suficiente, ya que los candidatos no eran capaces de proyectarse a las ligas mayores. En 2019, la división de la alianza, con dos radicales compitiendo como candidatos a gobernador (uno como representante de su partido, Ramón Mestre, y otro por el PRO, el Frente Cívico y la CC-ARI, Mario Negri), dio paso a una comodísima reelección de Juan Schiaretti.
Recapitulando: en 2009 ganaron candidatos; en 2017, venció un sello. Y en ambas ocasiones el final de la historia fue la derrota frente a un campeón del peronismo cordobés. La elección de ayer asoma distinta. Se impuso un sello que siguió una ola nacional, claramente antiperonista, pero con dos candidatos con capital propio en la provincia. Sello y candidatos: la suma de los beneficios parciales que arrojaron las intermedias de 2009 y 2017. Además, el caudal electoral conseguido fue impresionante: superó el millón de votos y dejó a la lista auspiciada por el gobernador Juan Schiaretti a 30 puntos de distancia. Con eso, el optimismo es un sentimiento inevitable en los aliancistas.
Pero aún hay más. Resulta que dentro de dos años en el campamento peronista no habrá, como en 2011 y en 2019, un tanque electoral como José Manuel de la Sota y Juan Schiaretti. Llegó la hora de la renovación generacional en el oficialismo y Martín Llaryora aún no ha demostrado potencia en las urnas. Ganó la Intendencia de Córdoba en 2019, pero nadie duda que lo hizo con el respaldo de Schiaretti.
De la elección surgieron nítidos dos candidatos a gobernador: De Loredo y Juez. Hay un tercero con pretensiones, Gustavo Santos, pero tiene poco y nada con qué competir contra el millón de votos cosechado por los otros dos.
Durante la campaña, De Loredo y Juez mantuvieron un trato impecable. Ninguno avanzó sobre las pretensiones del otro. Posiblemente hayan cumplido con el libreto más razonable para no restar volumen al binomio. Ahora, con la victoria, o mejor dicho, las victorias (las de cada uno) en los bolsillos podrá iniciarse otro tiempo.
¿Quién de los dos es más candidato a gobernador? Ésa es la pregunta que deben responder los aliancistas. No será sencillo, porque si bien las soluciones a imaginar sí podrían serlo, hay que tener en cuenta que uno de los protagonistas es el inestable Luis Juez.
En Juntos por el Cambio ya se está hablando de resolver las diferencias con internas abiertas en el 2023, en todo el país. Después de todo, la experiencia de las PASO terminó siendo muy útil. Pero Juez habría anticipado a los correligionarios que él no se someterá a ese examen, seguramente porque calcula que le resultaría muy difícil vencer a De Loredo en una encrucijada así. Dijo, dice y dirá que será candidato a gobernador en cualquier escenario. Y entonces brotan los temores en el aliancismo.
¿Acaso es posible una ruptura que provoque una derrota por fuga de votos hacia dos candidatos? Con Juez, eso siempre puede suceder, y su extensa lista de ex aliados puede dar fe de ello.
La alternativa más pacífica con Juez es cederle la candidatura a gobernador y reservar a De Loredo para la Intendencia. Pero los radicales están envalentonados en todo el país, y particularmente en Córdoba, donde después de muchos años pudo verse a todo el aparato jugar sin mezquindades. ¿Por qué regalarle el pasaje al Panal a un extrapartidario, cuando puede usarlo uno de los suyos con iguales o mejores perspectivas de éxito?
Además, puede suponerse que sin un candidato robusto para la Gobernación, ante una eventual unidad aliancista, el peronismo podría separar las elecciones provinciales y municipales de Córdoba. Entonces, Juez debería recibir el apoyo del aparato radical para vencer; y ya se sabe que en los intendentes anida el mayor antijuecismo de la UCR, por lo que cuesta imaginarlos apoyando al jefe del Frente Cívico en una cruzada solitaria (después de todo, los caciques locales del radicalismo han sido amarretes con Oscar Aguad y con Mario Negri en episodios anteriores, así que más aún podrían serlo con un extranjero).
En la UCR ya concluyen, y pueden estar muy acertados, que el voto a Juez fue para expresar bronca (un estilo 2001; el apoyo a un exaltado candidato que promete pegarle una trompada al presidente de la Nación), y que el voto a De Loredo encierra confianza en un dirigente que expresa un recambio civilizado.
Con ello, si De Loredo se planta con que quiere ser candidato a gobernador, entonces chocará irremediablemente con Juez, al que no podrán convencerlo ni siquiera con encuestas, si las hubiera, en su contra. A Juez no lo bajaron de su candidatura a intendente en 2019 después de hacer un papelón en 2015 aliado a Olga Riutort. ¿Cómo lo van a hacer ceder con un millón de votos en la bolsa?
De todos modos, Juez siempre da motivos para preocuparse. En declaraciones a un medio radial nacional, dijo a De Loredo que vaya a festejar vestido de Robin, que él iría disfrazado de Batman. Freud recordaría a los radicales que “todo chiste encubre una verdad”, y les advertiría que del inconsciente de Juez surge la suya: Batman es el jefe.
En el juecismo ponen en duda el despegue de De Loredo en las urnas sino no hubiera concurrido en tándem con Juez. “Le hubiera ido como en la interna radical, cuando se enfrentó con Mario Negri”, le chiflan, recordando que no le alcanzó a pesar del buen papel que hizo.
Juez sabe que no puede solo, como todos los que integran Juntos por el Cambio, pero todo parecía indicar que ensalzaría a sus aliados amarillos, los referenciados en la halconada retadora nacional y local de Macri, Patricia Bullrich. Sin embargo, no hubo ninguna mención a los patricios, a los irreverentes del PRO que lo apoyaron y aceleraron el postmacrismo en la provincia.
Cabe recordar que Laura Rodríguez Machado, Héctor Baldassi, Oscar Agost Carreño, Sebastián García Díaz, la juventud partidaria y los dirigentes que le responden se rehusaron a apoyar al candidato a todo de Macri -Santos- y nada indicaba que por el momento cambiarán.
SCHIARETTI Y LA SUCESIÓN
Después de las PASO, el peronismo del gobernador Juan Schiaretti se había propuesto crecer en noviembre para asegurarse la tercera banca que arriesgaba en Diputados; de allí la atípica intervención del mandatario en una elección de medio término.
Sin embargo, la realidad demostró que esos esfuerzos no fueron suficientes para menguar el paso arrollador de la ola amarilla por Córdoba.
La pérdida de la banca que sería para la riocuartense Claudia Márquez, deja al gobernador Schiaretti con un bloque legislativo más escuálido, de tres representantes en la Cámara de Baja y una en el Senado.
Y aunque el discurso elegido fue el de “satisfacción por la misión cumplida” en relación a que el schiarettismo pudo recuperar el escaño con el que el senador Carlos Caserio se corrió hacia el Frente de Todos, la realidad es que el oficialismo digiere un trago amargo por estas horas.
El argumento cierto y real de que las elecciones legislativas no son precisamente el plato fuerte del peronismo local y que, en todo caso, desde hace tiempo el cordobés viene demostrando que vota distinto según el cargo que se elija, no alcanza para atender un factor distintivo de esta compulsa: la configuración de dos liderazgos claros en la oposición que amenaza los planes políticos al corto plazo de Hacemos por Córdoba. Luis Juez y Rodrigo de Loredo son hoy motivo de seria preocupación para el Centro Cívico.
Lo cierto es que, el gobernador comenzaría a trabajar en una doble agenda: la externa, relacionada al armado de un frente nacional anti grieta con proyección hacia el 2023; y la interna, que tiene que ver con el frente ineludible que se abre en el mapa del PJ cordobés de cara al proceso de sucesión.
Y en ese camino decidido a emprender es que a Schiaretti no le daba igual contar con tres o cuatro diputados propios. El jefe político de Hacemos por Córdoba reconoció anoche el rol de “arbitraje” que pretende cumplir con sus parlamentarios y los futuros aliados en un Congreso en el que las negociaciones serán una carta que se jugará con frecuencia.
“Este resultado no sólo nos permite tener un bloque independiente en Diputados sino que ahora tenemos también una senadora nacional (Alejandra Vigo). Eso es un paso importantísimo sobre todo en este momento, donde las urnas ratificaron el empate de debilidades que hay entre las dos fuerzas nacionales. Pasa a ser central la actitud que tomemos aquellos que representamos a las provincias.
En paralelo a esa tarea de construcción política fuera de los límites de la provincia, el mandatario deberá cuidar el peronismo provincial puertas adentro.
Es que desde hoy la fuerza política que gobierna la provincia hace casi un cuarto de siglo, comienza a transitar un proceso extraordinario rumbo al 2023. El recambio generacional y la puja por la sucesión ya registra de manera subterránea los primeros movimientos y tensiones que prometen acrecentarse con el paso del tiempo. Schiaretti arranca el último tramo de su mandato y tiene por delante como principal desafío mantener sus activos como único ordenador de Hacemos por Córdoba para preservar la continuidad cordobesista en el poder provincial y municipal.
El premio menor
EL FDT SALVÓ LA BANCA
El espacio retuvo los votos de las PASO y se mostró conforme. El interior volvió a superar a la Capital. Gill y su territorio.
El Frente de Todos retuvo la banca de Diputados que puso en juego y cumplió los objetivos planteados luego de las Paso, cuando quedó en claro que el espacio no iba a poder salvar el lugar en el Senado que hasta diciembre tiene Carlos Caserio. Con el 99,7% de los votos escrutados, la lista que encabeza Martín Gill obtuvo el 10,48% de los votos, un porcentaje apenas inferior al de septiembre, lo que indica que el espacio logró el objetivo de contener a su voto duro y no bajó su piso. Nuevamente fue el interior el que sostuvo el resultado. En Capital los guarismos volvieron a ser menores a la media, con el 8,25% de los votos, casi lo mismo que en primarias.
De esta manera, la fuerza que representa al oficialismo nacional confirmó su carácter minoritario en el segundo distrito electoral del país, condición que el kirchnerismo sólo revirtió en las elecciones presidenciales del 2011, cuando Cristina Kirchner logró 36 puntos en Córdoba sin la boleta del PJ cordobés, que la bajó. La provincia mediterránea, convertido en el distrito más anti K del país, no le aportará senadores al gobierno nacional, que según los resultados irreversibles perdió la mayoría propia y el quórum en la cámara alta. En Córdoba, el lugar por la minoría en el Senado quedará desde Diciembre para Alejandra Vigo, la representante del gobernador Juan Schiaretti. En cambio, en la cámara baja, el FdT provincial quedó con tres diputados, como hasta ahora.
Una primera incógnita que el espacio albertista tendrá que develar es si Gill asumirá la banca que ganó ayer o si volverá a la intendencia de Villa María para evitar llamar a elecciones, luego de tres licencias seguidas para desempeñarse como secretario de Obras Públicas. Todo indica que el villamariense no será diputado nacional y que ese lugar quedará para Pablo Carro, a quien se le vence el mandato en diciembre. Carro es el tercero de la lista, pero subiría por imperio de la ley de Equidad de Género (que obliga a reemplazar mujer por mujer y varón por varón). Sin embargo, en el FdT algunos dejan abierta la puerta a una posibilidad, siempre en el marco de las especulaciones: que el actual secretario de Obras Públicas renuncie a la banca antes de la firma del acta del escrutinio definitivo, lo que permitiría que asuma Olga Riutort, peronista del espacio de Caserio y segunda candidata de la lista.
Gill no estuvo ayer en el bunker del FdT porque se quedó en Villa María, donde focalizó toda la campaña electoral. El funcionario nacional logró repetir en su terruño los resultados de las PASO. Quedó segundo detrás de Juntos por el Cambio, pero con una victoria sobre su adversario territorial directo, el también peronista villamariense Eduardo Accastello, que fue compañero de boleta de Vigo. Lo mismo se dio en el departamento San Martín, el único donde el FdT salió segundo, levemente por encima de HpC. En cambio, el kirchnerismo perdió el departamento Sobremonte (que había ganado en las PASO). A partir de ahora comienza otra etapa en el FdT cordobés, que está supeditada a las decisiones y estrategias de las terminales nacionales de la coalición nacional. No es lo mismo que el FdT haya logrado achicar la diferencia porcentual con Juntos por el Cambio en provincia de Buenos Aires (donde el gobierno perdió por poco más de un punto, contra los cuatro puntos que el macrismo le sacó en las PASO), que si hubiera sufrido la derrota por paliza que anunciaban algunos medios de comunicación.