“La inteligencia artificial está ciega”

Soy estudiante universitario y utilizo inteligencia artificial a diario para estudiar, escribir y organizar mis trabajos. Sin embargo, entre tantas herramientas y automatismos, empecé a pensar qué capacidad tiene la IA de leer y comprender. Cómo procesa la información y realmente cuánto la entiende.

Esa reflexión me surgió mientras veía The Twilight Zone, esa serie creada por Rod Serling en 1959 que usaba la ciencia ficción para reflexionar sobre el ser humano. Un episodio parece hecho para nuestro tiempo, Time Enough at Last. En él, Henry Bemis, un empleado de banco, está obsesionado con la lectura y es reprendido por leer en horas de trabajo y ridiculizado por su esposa por preferir los libros a las reuniones sociales. Su adicción llega a puntos donde se esconde libros para leerlos en secreto. Irónicamente, una explosión nuclear que destruye el mundo es lo mejor que le pudo pasar. Se había escondido en la bóveda del banco para leer y consiguió sobrevivir. En las ruinas va directo a las bibliotecas. Pero cuando termina de organizar sus pilas de libros, sus anteojos se caen y se rompen. El último hombre sobre la Tierra se queda ciego e incapaz de cumplir su único deseo y satisfacer su obsesión.

Esa imagen me hizo pensar en la inteligencia artificial actual. Como Bemis, las máquinas tienen acceso a todos los libros, pero no pueden ver lo que leen. Procesan millones de textos, pero no los comprenden. Alan Turing, pionero de la informática, ya había anticipado esta paradoja, una máquina puede parecer inteligente si imita bien la comprensión, aunque en realidad no entienda nada. El problema no es que la inteligencia artificial no vea, sino que no sabe hacia dónde mirar. El investigador Stuart Russell advierte que una máquina puede optimizar cualquier objetivo, pero si no entiende los valores humanos detrás de su tarea, puede destruir el sentido mismo de lo que hace. Si dejamos que una IA “obsesiva” optimice objetivos mal definidos, su falta de visión contextual la hace peligrosa.

Con eso dicho, ¿era Henry Bemis la mejor persona para quedar sola en el mundo? Probablemente no. Rod Serling eligió a un personaje obsesivo, casi fuera de sí, para advertirnos sobre los peligros de confundir deseo con comprensión. Russell propone un camino distinto, “sistemas humildes” conscientes de sus límites y dispuestos a preguntar antes de actuar.

Gastón Cheret gastoncheret5@gmail.com

OTRAS CARTAS

“¿Valió la pena, señora?”

Uno se pregunta qué estará pensando hoy la señora que fue presidenta, vice y jefa espiritual. La que convirtió al Estado en un cajero automático, con sucursales en cada ministerio y atención personalizada para amigos del poder. Ahora se esconde de la cámara en el juicio por Zoom, el que puede agregar 10 años a su condena actual. Inútil todo, porque ya es grande para usar lo escondido cuando todo termine. Veinte años de relato, de épica de cartón y de merchandising ideológico. Y ahora, seis años de cárcel confirmados, 10 a confirmar tras otros 5 años de juicio y apelaciones, embargos que harían llorar al contador del Vaticano y una reputación que ni Poncio Pilato se atreverá a tocar. Jamás volverá a tocar el timbre del poder sin que le abran con una orden judicial.

¿Valió la pena? ¿De qué sirve tener millones escondidos si estás atrapada en un departamento que ya no es refugio sino mausoleo? La arquitecta del saqueo, la emperatriz del relato, ahora condenada a mirar por la ventana mientras los que antes la aplaudían se reparten los restos como hienas. ¿Se da cuenta? Seguro. ¿O sigue gritando y bailando en un triste balcón, alegando que todo fue una operación mediática, un complot judicial, una venganza oligárquica? Pregunto, nomás. Porque si después de todo lo robado, todo lo manipulado, todo lo destruido, lo único que queda es una mujer sola, sin poder, sin futuro, sin respeto… entonces la respuesta no necesita editorial. No. No valió la pena.

Jorge Lopez-Airaghi lopezairaghi@gmail.com

Inundaciones en Provincia

Patricia Bullrich dijo que “los anegamientos en la provincia de Buenos Aires no fueron debidamente contenidos por el gobernador (Kicillof)”. A decir verdad, sus afirmaciones son solo excusas que pretenden desviar las responsabilidades de las autoridades nacionales. En nuestro país existe el Plan Maestro de la Cuenca del Salado, cuyo propósito y finalidad consiste en canalizar los excesos hídricos, como los acontecidos este año por las abundantes lluvias que provocaron que 5 millones de hectáreas quedaran anegadas. Dicho proyecto se creó con el fin de modificar el cauce del río y reducir inundaciones. El mismo se financia con las alícuotas que abonan los usuarios de vehículos al cargar combustible. De manera arbitraria, el Gobierno suspendió una de las etapas de ejecución, dejando a los productores agropecuarios abandonados a su suerte.

¿Por qué no se ejecutan las tareas hidráulicas, si la plata está? Presidente, el dinero recaudado de los impuestos debe ser utilizado para financiar infraestructura y servicios que beneficien a la sociedad.

Hugo Modesto Izurdiaga modestoizur@yahoo.com.ar

fuente: CLARIN

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