Pese a que el empresario bodeguero nunca quiso reconocerlo como hijo, dos ADN le dieron la razón al albañil. La demanda, en torno a los $ 100 millones, avanza a paso lento. La historia, en video.
Un año después de haberse convertido en noticia, la historia de Marcelo Urbano Lapania (59) sigue generando interés en la opinión pública argentina.
El albañil de 59 años, residente en Villa de Soto (departamento de Cruz del Eje de Córdoba), había dado a conocer en aquel entonces una sorprendente revelación: tras realizarse dos pruebas de ADN, había logrado confirmar que era hijo biológico de Eduardo Lapania, importante empresario bodeguero propietario de Bodega San Cristóbal, quien nunca había reconocido a Marcelo como su descendiente.
LA HISTORIA DE MARCELO URBANO LAPANIA
La historia de Marcelo se remonta a la Navidad de 1962, cuando su madre, Marta Nieves Urbano, empleada doméstica en la finca de los Lapania en La Falda (Córdoba), quedó embarazada por parte de uno de los hijos de la familia, pero decidió no someterse a un aborto y en septiembre de 1963 nació Marcelo, quien quedó al cuidado de su abuela en un paraje rural de Cruz del Eje. Según consta en la causa a cargo del Juzgado Civil 84, Marta fue víctima de un abuso sexual por parte de uno de los hijos de sus patrones.
Marcelo creció en la pobreza y la adversidad, sin tener conocimiento de quién era su padre biológico. Fue recién en 2007 cuando su madre -antes de morir- le confesó la verdad sobre su origen, pero Marcelo nunca llegó a conocer a Eduardo Lapania en vida. Tras la muerte de su madre, comenzó a buscar respuestas y decidió realizarse pruebas de ADN que finalmente confirmaron su filiación.
La madre de Marcelo, a sus 63 años, es diagnosticada de un cáncer fulminante. Entonces decide hablar con su hijo sobre algo que ella llevaba adentro desde hacía décadas.
“Me llamó a su habitación porque quería decirme algo. Quería que le hiciera juicio a Lapania. ‘No puede ser que este hombre no te reconozca –me dijo–. Para que tengas su apellido y una oportunidad en tu vida’. A los días, mi madre falleció. Esa charla quedó en mi cabeza. Doce años después me junté con mis abogados y decidí comenzar el juicio por identidad biológica”, había recordado en 2022 el albañil.
Pero la lucha de Marcelo no termina allí. Al no recibir respuesta de Eduardo Lapania, decidió iniciarle un juicio civil por daño moral y falta de oportunidades, además de reclamar su parte en la herencia. El reclamo asciende a unos 100 millones de pesos y se encuentra actualmente en espera de la conciliación obligatoria.
Marcelo, por su parte, sigue viviendo en la misma modesta casa de Villa de Soto y trabajando como albañil para sobrevivir. Aunque su apellido es reconocido en el mundo del vino, él mismo se define como pobre y afirma que vive el día a día sin grandes ambiciones. Sin embargo, reconoce que sus hijos podrían beneficiarse de la herencia y del doble apellido, ya que podrían obtener doble nacionalidad.
Marcelo sigue adelante con su demanda y espera que se haga justicia en su caso. Telenoche, de El Trece, emitió un informe sobre la historia.
QUÉ CUENTA MARCELO URBANO LAPANIA
“Mis compañeros y los arquitectos que dirigen las obras en las que trabajo me cargan. Me dicen que soy el albañil millonario. Yo me río. Están un poco locos, ¿no?”
Eduardo Lapania (86), propietario de Bodega San Cristóbal, nunca reconoció a Marcelo como su propio hijo.
“Todo esto viene atrasado. Así es la Justicia argentina, ¿vio? El mes pasado tendría que haber salido la conciliación obligatoria. Todavía estoy esperando”, cuenta el albañil en charla con TN.
Marcelo Urbano Lapania, dice el DNI actualizado que el albañil porta en la actualidad.
“Lamentablemente tuve que tramitarlo. Si no lo hacía, cuando el señor Lapania muera, yo quedo afuera de la olla”, resalta, y sigue: “A mí no me interesa. Yo ya tengo una vida hecha, pero a mis hijos les puede servir”.
“Algunos de mis hijos quieren cambiar el apellido, porque van a tener doble nacionalidad, o porque el apellido va a pasar también a sus hijos. Ellos miran más hacia el futuro. Yo no”, plantea.
Marcelo sobrevive haciendo changas y suele viajar a la ciudad de Córdoba, a unos 160 kilómetros de su pueblo natal.
“Vivo el día a día y no sueño tan en grande, le soy honesto. Hago trabajos de albañilería, techos. Justo llovió y perdí un día de trabajo, que para nosotros vale oro. Colocás una membrana, llovió y se pierde todo”, dice, y retrata: “Tengo un apellido caro, pero sigo siendo pobre. Es así”.
Cuenta Urbano que su mamá nunca pudo denunciar lo sucedido y siguió trabajando en la casa de los Lapania, pero a los pocos meses el embarazo se hizo indisimulable. La mujer, entonces, les contó la verdad a sus patrones. La respuesta de ellos fue presionarla para que se sometiera a un aborto y echarla de su trabajo, según declaró el albañil en la causa.
Marta Urbano decidió seguir adelante con el embarazo y en septiembre de 1963 nació Marcelo. Ante las dificultades de la madre para criarlo, el nene quedó al cuidado de su abuela, que vivía en Paso Viejo.
“Yo crecí entre la pobreza, en el medio del monte. No tenía luz ni agua. Mi mamá no estaba preparada para criarme, pero igualmente crecí con amor”, cuenta Marcelo hoy.
Con el tiempo, Marcelo Urbano formó una familia. Se casó con María y tuvieron a Ayelén, Marcela, Jonathan, Rodrigo y Florencia. Sus cinco hijos fueron creciendo y también comenzaron las preguntas: ¿quién es mi abuelo? “Mi familia me insistió para que iniciara el reclamo”, dice.
En 2019, finalmente, Urbano acudió a la Justicia, que resolvió dirimir el caso a través de la comparación del material genético. La primera prueba fue efectuada en el Laboratorio de Inmunogenética y Diagnóstico Molecular (LIDMO), y la segunda -a pedido del demandado- se realizó en el Centro de Excelencia en Productos y Procesos de Córdoba (Ceprocor).
En el expediente, Eduardo Lapania declaró que nunca fue informado del nacimiento de Marcelo Urbano, y que en agosto de 1964 viajó a estudiar a Europa. Volvió 10 años después, en julio de 1974.
QUIÉN ES EDUARDO LAPANIA
En 1997, compró una finca en la provincia de Mendoza y, dos años después, creó la firma que actualmente exporta vinos a más de 20 países. Se recibió de doctor en Ciencias Geológicas en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). Fue investigador científico, trabajó en la función pública y se desempeñó como titular de una empresa internacional vinculada al desarrollo de yacimientos de petróleo y gas. Desde 2013 es cónsul honorario de Bélgica en Mendoza, San Juan, San Luis, La Pampa y Neuquén.
Nunca más volvió a tener contacto con Marcelo Urbano. “A esta altura de la vida, ya no me molesta -concluye-. Tampoco me molesta que mis hermanos, los hijos del señor Lapania, nunca hayan accedido a una comunicación conmigo. Están cortados por la misma tijera”.