La herencia de los deseos no cumplidos: cuando los hijos cargan sueños paternos, y cómo liberarse

Historias previas, deseos frustrados y expectativas se convierten, muchas veces sin intención, en una herencia silenciosa que pesa. Los psicoanalistas Ornella Benedetti y Santiago Silberman explican cómo se construye esa carga y qué pueden hacer madres y padres para evitar que se repita.

“Todo nacimiento llega a un mundo que ya estaba en marcha”, señalan los autores de Imperfectos (El Ateneo). Y esa frase abre una idea central: los chicos no heredan sólo rasgos físicos o apellidos, sino también los sueños que los adultos no pudieron cumplir.

Cuando un hijo aparece como segunda oportunidad

No heredamos sólo rasgos físicos o apellidos: también sueños de los adultos. Ilustración Shutterstock.No heredamos sólo rasgos físicos o apellidos: también sueños de los adultos. Ilustración Shutterstock.

Benedetti y Silberman recuperan un concepto clásico del pensamiento de la médica pediatra y psicoanalista francesa Françoise Dolto: “Los niños son portadores del inconsciente de sus padres”.

“A veces también cargan con sus pendientes: aquel que quiso ser músico y nunca se animó, la mujer que soñaba con viajar y se quedó en casa, o el que esperó que el amor salvara algo que no se salvó. Un hijo, muchas veces, aparece como una segunda oportunidad”, dicen los psicoanalistas a Clarín.

No porque los padres lo decidan de manera consciente, sino porque ciertos deseos pendientes buscan encontrar un nuevo destino.

“Vivir una vida heredada”

La madre que se pone más nerviosa que su hija antes de una competencia, y otros ejemplos cotidianos. Ilustración Shutterstock.La madre que se pone más nerviosa que su hija antes de una competencia, y otros ejemplos cotidianos. Ilustración Shutterstock.

En los consultorios, dicen los fundadores de RedPsi, estas dinámicas aparecen con frecuencia. Los autores describen historias repetidas: el joven que estudió “lo que en casa siempre se valoró”, la hija que siente culpa por querer algo distinto de lo que su madre soñó para ella.

La sensación que une estos relatos es clara: “vivir una vida heredada más que elegida”.

Benedetti y Silberman (en Instagram, @redpsi) advierten que estas herencias emocionales no necesitan discursos largos para instalarse. “Se cuelan en los tonos, en las frases cotidianas, en el modo en que se mira o se espera”, explican.

Los ejemplos son cotidianos y reconocibles: el padre que dice “hoy jugamos nosotros” cuando su hijo entra a una cancha; la madre que se pone más nerviosa que su hija antes de una competencia; el mensaje que parece motivador pero también presiona: “vos sí vas a poder” o “no desaproveches la oportunidad que nosotros no tuvimos”. Según los autores, esos gestos transmiten más de lo que cualquier adulto imagina.

Las expectativas pesan más que la crítica

Un estudio reveló que las expectativas tuvieron mayor impacto que las críticas. Foto: ilustración Shutterstock.Un estudio reveló que las expectativas tuvieron mayor impacto que las críticas. Foto: ilustración Shutterstock.

Una investigación de 2022 -publicada por la Asociación Americana de Psicología- analizó datos de más de 20 mil estudiantes universitarios de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, y refuerza la conexión entre las presiones parentales y la carga que llevan los hijos.

El estudio (“Las percepciones de los jóvenes sobre las expectativas y críticas de sus padres están aumentando con el tiempo: implicaciones para el perfeccionismo“) concluyó que la percepción de los jóvenes sobre las expectativas y críticas de sus padres aumentó durante los últimos 32 años (un aumento promedio del 40% en comparación con 1989). Además, las expectativas tuvieron mayor impacto que las críticas.

Además, se señala que, cuando estas expectativas son percibidas como excesivas, los jóvenes las internalizan, y su autoestima pasa a depender de cumplirlas; al no lograrlo —algo que inevitablemente sucede—, se vuelven críticos consigo mismos e impulsados a esforzarse por ser perfectos.

Este perfeccionismo creciente no es inocuo. Ilustración Shutterstock.Este perfeccionismo creciente no es inocuo. Ilustración Shutterstock.

Este perfeccionismo creciente no es inocuo, ya que contribuye a numerosas condiciones psicológicas perjudiciales, como la depresión, la ansiedad, las autolesiones y los trastornos alimentarios. Los autores de la investigación sugieren que esta presión es una respuesta ansiosa a un mundo hipercompetitivo, que exige la perfección para evitar que los hijos “caigan en la escala social”.

¿De quién es el deseo?

“Reconocemos estas herencias no para señalar culpables, sino para distinguir de quién es el deseo que uno está sosteniendo”. Foto ilustración: Shutterstock.“Reconocemos estas herencias no para señalar culpables, sino para distinguir de quién es el deseo que uno está sosteniendo”. Foto ilustración: Shutterstock.

La pregunta clave, en definitiva, es ¿de quién es el deseo? Lejos de buscar culpables, Benedetti y Silberman ponen el foco en la posibilidad de revisar la propia historia. “Reconocemos estas herencias no para señalar culpables, sino para distinguir de quién es el deseo que uno está sosteniendo”.

Esa revisión abre una puerta íntima: “¿Qué parte de mi vida estoy viviendo por mí, y cuál por otros?” Cuando esa pregunta aparece, dicen, “algo se alivia”.

Los psicoanalistas aclaran que no se trata de rechazar a la familia ni romper vínculos. El objetivo es otro: “Soltar los mandatos que la encadenan al pasado” para que cada hijo y cada madre o padre puedan construir un camino propio.

Solo así aparece lo que llaman “la verdadera herencia: la libertad de escribir una vida que no repita, sino que empiece de nuevo”.

fuente: CLARIN

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