Rafael es filósofo y escritor, y vive desde hace años en un pequeño pueblo en la playa. Luego de terminar un libro autobiográfico, recibe sorpresivamente la visita del hijo de su antigua pareja. El joven llega a reclamarle una promesa incumplida, y ambos terminarán debatiendo sobre los límites de lo que entiende cada uno por “sagrado”.
La sinopsis de Lo sagrado, obra protagonizada por Julio Chávez y escrita por el actor junto a Camila Mansilla, pondrá en escena una historia que invita a la reflexión, sin pretensión de solemnidad mediante. “Quiero proteger al espectáculo de esto”, advierte el actor en diálogo con La Voz y suma: “Los temas que nos interesaban eran asuntos muy importantes para nosotros, por eso el trabajo que intentamos hacer con Camila es que el espectáculo tuviera carácter de espectáculo. Que tenga un relato, un dispositivo escénico atractivo, un devenir de la situación, que sea teatro, y no una ponencia sobre asuntos formales”.
“No es una obra ni para reír, ni para llorar, es una obra para pensar. No puede ser que pensar no sea un hecho entretenido”, sentencia.
“Cuando analizábamos llamarla Lo Sagrado, nos preguntamos: ‘¿Ponemos un título que hoy podría tener un peso ahuyentador para el espectador?’. Pero lo dejamos. Nosotros estamos hablando sobre algo que tiene que ver con lo sagrado y, lejos de ahuyentar, es una palabra a la que habría que darle mayor sonoridad”, apunta y suma: “Habría que sacarla del arcón de las cosas perdidas porque, lejos de estar perdido, es una reflexión que deberíamos hacer. ¿Qué es sagrado? Para vos, para quienes te rodean. Porque una vez que uno entiende eso, también entiende por qué un soldado va a hacer lo que hace o cuál es mi ejército”, precisa.
Tras un debate que se extendió más allá de la definición del título y el rumbo de la obra, la conclusión de Julio y Camila fue: “Hagamos el teatro que nosotros queremos hacer”, y el actor asegura tener “la dicha” de contar con todos los medios necesarios para concretar su deseo.
“Este es uno de los teatros que queremos hacer, esto contiene una ideología en la que creemos y que hace que el espectáculo tenga sus espectadores, y sus no espectadores también”, apunta y suma: “Para mí el teatro es un hecho vivo que acontece entre los seres humanos, que debe escaparse de la solemnidad, así como debe escaparse de lo que uno entiende por superficial. Tiene que ver con poner el punto de vista y la estética que uno elija, y con Camila decidimos hacer un espectáculo que tuviera una reminiscencia de película de suspenso”.
–El póster de la obra, de hecho, evoca a un thriller cinematográfico…
–Es que queríamos algo así. No queremos escaparle a ningún tipo de género. El género es un dispositivo que autoriza a que uno pueda relatar lo que quiere. En sí mismo no tiene contenido, es un vehículo para que un contenido se despliegue. Nosotros no queríamos el contenido de lo formal, nosotros no vamos a hacer un espectáculo filosófico, queríamos un teatro de situación, donde seres humanos hablen sobre un problema. Seres humanos teniendo una situación problemática en escena. Nuestra apuesta contiene todo los asuntos sobre los que queremos hablar, pero siempre dentro de un dispositivo que es el teatro, y que busca entretener.
–Antes mencionaste que tenías la dicha de poder hacer el teatro que querés. Estamos en un contexto muy particular en materia de arte en Argentina. ¿Cuál es tu análisis sobre esta situación?
–Las artes, en este momento, no tienen por qué estar fuera de un problema generalizado de cansancio institucional, que se da por muchas cuestiones. Es un momento de confusión, de angustia, de falsas correcciones. Tenemos un cuerpo que pasó por varios médicos, y cada médico pone sobre él abusos determinados, correcciones y diagnósticos. Y hoy estamos con un cuerpo muy enfermo, lastimado e históricamente dolido. Y el arte va a tener que sobrevivir, porque es su función. La función del arte es sobrevivir, manifestarse y pensar, no fuera de la situación, sino dentro de ella. El arte va a tener que padecer, pero también va a tener los logros finales. No puede ser que el arte no sea una de las partes que entienda que va a tener que pasarla mal. Pero vamos a sobrevivir, no está la posibilidad de no sobrevivir. Personalmente, no acuso solamente al médico actual, acuso a todas las intervenciones de todos los que nos dijeron: ‘”Vamos a curar este cuerpo”. Y este cuerpo ya no da más, está dolido de ser tan tocado, yo diría que Argentina debería recurrir a la homeopatía.
–Volviendo a la obra, entre los asuntos que se debaten están las promesas sin cumplir. ¿Sentís que tenés deudas pendientes con vos mismo o con otras personas?
–Seguramente. ¿Pero sabés qué no tengo? Amnesia. Y creo que intento ser responsable conmigo. Sin lugar a dudas, te podría decir que hay promesas que no están del todo cumplidas, pero no están olvidadas, ni están conscientemente enterradas, ni hay intención de escaparme. Tal vez hay un incumplimiento de fecha, pero no una ruptura de contrato.
Más adelante reflexiona: “Uno de los debates al armar la obra fue que estamos en una contemporaneidad muy lábil en relación a la ética. Como si de todos los problemas que tenemos, este (el cumplir promesas) fuera el menos importante. Realmente, a veces prometemos mucho, hasta en el vínculo del amor, y una promesa contiene también un sacrificio, una entrega de algo, un trabajo que uno va a estar dispuesto a hacer. Y no siempre se hace”.
Esclavos de promesas inconscientes
“Estar pendiente a un celular parece ser una promesa que uno le hizo a la tecnología; y aunque no lo creamos, muchas veces somos esclavos de estas cosas sin darnos cuenta. Inclusive son promesas sociales que estamos llevando a cabo y de las que no nos damos cuenta”, apunta y explica que, por este motivo, la obra se desarrolla “mucho tiempo antes de la aparición de los celulares”.
“Nos interesó que el espectáculo se alejara del año 2025. Se acerca a los años 1960, 1970, un momento en el que no existe el celular, en la que todavía hay algo que tiene que ver con causas, ideologías y movimientos que tenían cierto sustento de fe. Queríamos ir a un momento en el que todavía existía la presencia de un ser humano que iba a tu casa para hablar sobre asuntos importantes. El famoso: ‘y le tocaron el timbre’”, cuenta.
“El timbre hoy casi no tiene valor. Pero cuando yo era muy chiquito, si se tocaba el timbre, era algo importante, personal. La presencia humana que corría hacia un lugar para hablar tenía un valor. Vos decías: ‘Vino tal’ e inmediatamente era: ‘¿Por qué?’ .‘¿Qué pasó?’. ‘¿Qué quería?’ Hoy se te presenta un ser humano en tu casa y uno dice ‘acoso’”, suma y aclara: “Por eso, decidimos corrernos de esta contemporaneidad. Para que, llegado el caso, aparezca el extrañamiento o algún espectador diga: ‘Me acuerdo de cuando eso pasaba’”.
–Esta es la primera vez que vas a estar en Córdoba tanto tiempo con una obra, aunque ya has venido varias oportunidades ¿Cómo es tu percepción de la ciudad como plaza teatral?
–Córdoba para mí es… pero, por favor, Córdoba tiene autores, tiene directores, tiene dramaturgos, tiene realizadores, artistas históricos muy importantes. Córdoba tiene una cultura importantísima.
–Te pregunto porque en ocasiones, y más en esta época del año, cuando se habla de teatro en Córdoba, muchos piensan exclusivamente en el teatro de Carlos Paz, que tiene propuestas diferentes.
–Es cierto, Córdoba tiene una plaza popular muy conocida que es Carlos Paz, y está muy bien. Yo no estoy en condiciones de decir qué es el teatro. Carlos Paz también es teatro, y es un teatro que existe y produce mucha satisfacción y mucho bienestar económico a la provincia durante el verano. Y es una elección, y es una posibilidad, pero cuando yo pienso en Córdoba, y en teatro, no pienso en Carlos Paz. Digamos, no es lo primero que aparece en mi mente. De la misma manera que si me preguntás por autores, jamás te diría Coelho, te diría Pessoa, pero, claro… al decirte Pessoa, me doy cuenta de que no estoy logrando que 10 mil personas levanten la mano diciendo “lo conozco”. A lo sumo, habrá cuatro que van a levantar la mano, pero otros millones de personas te van a mirar con cara de “de dónde sos”, pero siempre eso pasa.
–En “Lo sagrado”, además de actor y creador, sos director. ¿A qué responde esto? ¿Sentís que te volviste más exigente y necesitás, la sensación al menos, de tener un mayor control del todo?
–Bueno, es muy generoso decir exigente, otro podría decir más soberbio. Pero, primero, escribo porque es una herramienta muy buena de poder implementar cuando quiero hablar sobre un asunto, mientras espero que aparezca otra obra, de otro autor. Pero haber abierto la compuerta de la dramaturgia y desarrollarme en ese terreno es una posibilidad que me gusta. Disfruto además de trabajar con Camila, para nosotros es un encuentro muy particular y queremos vivirlo a fondo. Y la dirijo porque al ser el autor, el actor, y al tener mirada de director, hay ciertos materiales que entregaría y otros que sería un error hacerlo. Porque ya tengo una mirada muy fuerte sobre el material y porque para nada creo que el director sea alguien que dirige el tránsito. Sino un autor fundamental en el teatro. En este caso me parecía que correspondía que la dirección la hiciera yo, porque no creo que hubiese podido acercar a otra persona a mi mirada del asunto. Fue complicada, no es fácil actuar y dirigir al mismo tiempo, pero tuve la dicha de tener compañeros hermosos en el trabajo y veedores fuera de escena que me acompañaron en el proceso.
–¿Podés decir que estás orgulloso con lo que se ve en escena?
–Estoy más que orgulloso. Estoy con la serenidad de poder firmar lo que se ve. Firmo el espectáculo. Mirá… es una obra arriesgada porque decir lo que uno piensa, o intentar decirlo, muchas veces más que producir alegría puede hasta producir espanto. Y vos podés llegar a sentir que es posible que ya no te inviten a todos los cumpleaños, pero es una elección. El espectáculo, tanto para Camila como para mí, es nuestro espectáculo, nuestra expresión. ¿Estamos contentos de ponerla en escena? ¡Por supuesto! Pero eso es lo que más superficial que podría decirte. Estamos cumpliendo con una promesa que nosotros tenemos. Estamos cumpliendo con poner en escena lo que para nosotros es sagrado.
Para ver
Lo sagrado. Protagonizada por Julio Chávez, Eugenia Alonso, Rocco Romano y Claudio Medina. Debuta el 7 de febrero. Funciones todos los viernes, sábado y domingo de febrero, y 1, 2 y 3 de marzo. A las 21. En el teatro Real. Dirección: San Jerónimo 66, Córdoba. Entradas a la venta en Autoentrada desde $ 31 mil y hasta $ 33 mil, según la ubicación.