
Tener una planta de jengibre en el hogar no solo es posible, sino que puede convertirse en una de las mejores experiencias para quienes disfrutan de cultivar en su casa. A diferencia de otros tubérculos más delicados, el jengibre es resistente, fácil de cuidar y crece fácilmente si se elige la maceta adecuada.
Además del orgullo que produce cosecharlo uno mismo, el resultado final termina marcando la diferencia: el sabor del jengibre casero es más intenso, su textura más jugosa y su aroma es mucho más fresco.

Solamente con seguir unos pasos básicos recomendados por el horticultor Benedict Vanheems -desde la elección del rizoma hasta aplicar el riego adecuado- se puede lograr una planta de jengibre sana y productiva. Y lo mejor es que, una vez cosechado, sirve tanto para cocinar como para preparar infusiones o aprovechar sus propiedades medicinales.
Elegir el rizoma correcto es el primer paso
Todo comienza por la selección del rizoma, que es el tallo subterráneo del que brotará la planta. Cuanto mejor esté en su estado inicial, más fácil será que crezca fuerte. Lo ideal es buscar piezas que estén firmes y regordetas, sin manchas, arrugas ni señales de moho.
También hay que fijarse en que tengan pequeñas protuberancias claras o verdosas conocidas como “ojos”, ya que desde allí nacerán los brotes. Un tip útil antes de plantarlo es dejar el rizoma en agua tibia durante la noche: esto ayuda a eliminar sustancias que a veces se usan comercialmente para retrasar su germinación.

Con estos cuidados iniciales, la planta tendrá muchas más chances de desarrollarse con rapidez y producir rizomas sabrosos para luego generar un jengibre sabroso.
El sustrato adecuado y la maceta ideal
El jengibre necesita una mezcla suelta, bien aireada y rica en nutrientes. Para lograrlo, se recomienda combinar compost bien descompuesto con materiales que mejoren el drenaje, como virutas o trozos de corteza. Este tipo de sustrato evita el exceso de agua y permite que las raíces se expandan con facilidad.
En cuanto a la maceta, conviene que sea ancha y poco profunda, ya que los rizomas crecen de forma horizontal. Esto les da más espacio para extenderse y favorece un crecimiento abundante.

Con un suelo adecuado y el recipiente correcto, la planta tendrá un entorno perfecto para desarrollarse sin complicaciones y crecer fuerte y saludable.
Luz, riego y temperatura: el ambiente perfecto
Aunque el jengibre es originario de zonas tropicales, se adapta bien a climas templados si se le brindan las condiciones adecuadas. La luz es clave: necesita un lugar luminoso, pero sin sol directo, sobre todo en los meses más cálidos del año.
El riego debe ser moderado al principio, hasta que aparezcan los primeros brotes, ya que el exceso de agua puede pudrir el rizoma. Una vez que la planta empieza a crecer, se puede aumentar la frecuencia, siempre asegurándose de que el sustrato no quede en medio de un charcho de agua.
Algunos puntos importantes a tener en cuenta sobre el jengibre:
- Prefiere ambientes cálidos y húmedos
- Tolera interiores si hay buena luz natural
- En invierno puede entrar en reposo: en ese caso, hay que reducir el riego
- Cuándo abonar y cómo cosecharlo

Durante el crecimiento, el jengibre se beneficia de fertilizaciones regulares. Lo ideal es aplicar abonos orgánicos líquidos cada dos o tres semanas, como extractos de algas, que estimulan el desarrollo de los rizomas.
Cuando la planta ocupa toda la maceta, se puede dividir y replantar, lo que además permite multiplicarla. La cosecha completa suele hacerse entre los ocho y diez meses después de la siembra, cuando ya está madura.
De todos modos, también es posible ir extrayendo pequeños trozos a medida que se necesiten, sin desenterrar toda la planta. De esta forma, seguirá creciendo y produciendo.
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