
Habían pasado apenas horas del show político-musical de Javier Milei en el Movistar Arena y en Casa Rosada se respiraba un clima distendido. Mientras portales de noticias, radios y TV debatían sobre la oportunidad de hacer un acto así -¿surrealista? ¿bizarro? ¿vanguardista?- en la sede central del Gobierno, puertas adentro, había llamativa satisfacción.
“Fue el velorio de Espert”, coincidieron dos altas fuentes que conversaron con Clarín ese martes, en diferentes momentos. Ambos lo dijeron con indisimulable placer. No deja de sorprender la nula empatía que genera el diputado con licencia entre sus compañeros oficialistas.

– ¿Y por qué lo eligió Milei de cabeza de lista?, preguntó este diario.
– Porque se lo había prometido y Javier quiso respetar el acuerdo. Pero una vez que quedó demostrado que le mintió, le soltó la mano, sintetizó uno de los funcionarios.
En un Gobierno cruzado por las internas, la derrota del 7 de septiembre en Provincia obligó a poner a Milei como eje central de campaña. Él solo en el medio del ring. “Es nuestro único activo probado. Rodearlo del entorno o de un candidato desconocido no suma nunca; y a veces, resta”, confió a este diario uno de los estrategas de la elección. El “entorno” incluye a su hermana Karina. Fuerte.
El nuevo/viejo Milei
Este nuevo rol de Milei, intentando recuperar al viejo Milei, tiene sus riesgos. Más allá de los reclamos espontáneos que pueda cosechar el Presidente en sus salidas, está claro que la izquierda y el kirchnerismo encontraron allí una oportunidad para complicarle la calle con militantes.
Tanto, que obligaron al Gobierno a entrar en el contraespionaje: difunden lugares falsos para supuestas caminatas que luego se concretan en otros sitios. Además, empezaron a descartar lugares chicos para las recorridas y así evitar potenciales emboscadas. Los espacios abiertos permiten un perímetro policial amplio y controlado. Si hay escarceos, que no lleguen a los ojos de Milei.
En su discurso en el Movistar, el Presidente dejó un par de mensajes encadenados. Uno: la campaña es responsabilidad de todos. Dos: si perdemos la culpa será compartida. Según interpretan cerca del mandatario, también buscó reempoderar al Triángulo de Hierro que forma con su hermana y el poderoso asesor Santiago Caputo.
Hasta poco antes del acto, las internas y mensajes cruzados entre ambos bandos (el karinista y el caputista) daban para una serie. Este diario escuchó hasta de un supuesto anzuelo para que un funcionario caiga en un amorío clandestino, ¿y luego exponerlo en público?
El objetivo básico para la elección
Con este desbande llega el Gobierno a una elección clave. La curva de las encuestas se complicó: a principios de año, el grueso de los sondeos electorales daba al oficialismo arriba de los 40 puntos, con una ventaja de entre 8 y 10 sobre el peronismo K.
Ahora, como contó este diario, esa brecha se redujo a menos de la mitad, más cerca del margen de error. E incluso empezaron a aparecer algunos estudios que ubican a Fuerza Patria al frente. Con este panorama, el objetivo/obsesión oficial se reduce a un número: 86.
Es la cantidad de diputados propios y aliados firmes que Milei espera alcanzar para defender sus decisiones ante el Congreso. Representan un tercio de la Cámara baja. Una cifra que tendría a la mano de conseguir el 26 de octubre, ya que renueva pocas bancas.

En la Rosada ya se habla incluso de las dos reformas que impulsaría Milei apenas pasado el comicio: “La laboral, que le cae bien hasta a la CGT, y la impositiva. La previsional no, porque generaría alto rechazo social”, explica una alta fuente, sin mencionar -pero acaso recordando-, el proyecto que marcó el principio del fin de la era Macri.
Algunos analistas son un poco más cautos: aseguran que si el Gobierno pierde la elección, más allá de que sume los 86 diputados, el escenario político y económico puede entrar en una nueva dinámica de final abierto.
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