
Es Viernes 14 de abril y Ramón Leiguarda, reconocido vecino de la Ciudad de Monte Cristo (la mejor ciudad de la Provincia de Córdoba, como él dice), está cumpliendo 86 años de vida y decidimos ir a visitarlo para que nos cuente cómo se siente y cómo vive su vida hasta hoy.
Ramón fue policía, director técnico de fútbol infantil y partícipe de muchos acontecimientos importantes de nuestra ciudad.
A continuación, él nos cuenta cuál es la clave de su vida tan tranquila, de la cual se siente muy orgulloso. Ramón sostiene que “lo mejor que me pasó fue vivir mi vida con amor y alegría. Gracias a Dios, desde muy joven desterré el odio y la envidia que es lo que te convierte en un engendro humano, es lo peor que puede pasarle a una persona”.
También nos dice que ha recibido muchos golpes, tanto de la vida, como de las personas, aunque su lema es “siempre mirar al frente y sin rencor”.
Algo muy importante para Ramón es, como él mismo dice, la creación más hermosa de Dios, la mujer. Sus palabras fueron: “Al contrario del dicho popular que dice que detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer, yo digo: siempre detrás de un pobre tipo, gracias a Dios, está el apoyo de una maravillosa mujer” relata Ramón y confirma que eso siempre lo hizo salir adelante, junto con el cariño de su familia y seres queridos.
Llegamos de visita a la casa de Ramón y el nos abrió las puertas con mucho amor y calidez. En ella pudimos ver muchas fotos, recuerdos y reconocimientos de todos sus logros.

Relatos de Don Ramón Leiguarda
Hicimos una parada técnica para que Don Ramón conteste un llamado por su cumpleaños, y seguimos la charla.
Nos relata que hace 60 años atrás, cuando él tenía 24 años, fue Policía. Ejerciendo esta profesión, tocó algunos intereses muy poderosos de los que él no conocía su dimensión y por ello fue juzgado. En un reconocido diario de alta circulación lo ubicaron en los titulares… “Me difamaron con letra de molde”, afirma Don Ramón “No me arrepiento, porque mi conciencia está limpia”, dice seguro. En ese entonces, Ramón no tuvo que defenderse ni dar explicaciones porque los jueces, fiscales y sus seres queridos dieron evidencia de que no era culpable de ninguna mala actitud o hecho incorrecto.
Remarcando que él no vive en el rencor, nos dice: “Ese mismo diario, lo compraba mi viejo cuando yo era joven y hoy en día lo sigo comprando yo. No le creo nada, pero lo sigo leyendo, porque no tengo odio”, dice entre risas.
“A mis 24 años tuve mi primer gran golpe. Podría haberme desmoronado, pero aprendí a mantener la calma y mirar para adelante. No me persigue ningún fantasma, sólo los rostros de mis amigos y seres queridos del alma que se han ido. Mi vida ha sido limpia y coherente”, confiesa Ramón.

Los potreros
En cuanto al fútbol infantil, nos comparte cómo comenzó su proyecto, en el que fue acompañado por un grupo de mujeres. Siempre les agradece mucho el apoyo y la predisposición: “Sin ellas, no hubiese podido”, afirma.
Ramón nos cuenta que decidió ayudar a los niños porque: “La sociedad nos estaba tragando la niñez. Cada vez había niños más chicos que consumían drogas y alcohol y nadie se hacía cargo en el pueblo”.
Dice que recibió muchas críticas por apoyar esta causa, “Decían que iba a perder el tiempo con los chicos, pero, junto a estas maravillosas mujeres que formaron parte, lo hicimos posible durante décadas”.
Y así es como podemos ver todos los reconocimientos y la lucha para que estos niños tuvieran dónde estar y ocupar su tiempo, ya que pasaban la mayoría del tiempo en la calle: “Yo nunca pude salir de la calle, porque esa es la esencia de ser Policía. La calle, la prevención y no la represión, que nos trae un mar de dolor, víctimas y victimarios. La calle no es mala, pero los niños no deben estar ahí. Hay que sacarlos con amor y dedicación”, dice Ramón.

Don Ramón, lejos del ego aunque si muy orgulloso de sus actos, nos dice que hoy camina por las calles de la ciudad muy contento, recibiendo el amor de toda esa gente a la que ayudó en aquel momento y de todos los niños que pudieron salir adelante jugando al fútbol.
“Yo no me dediqué a fabricar cracks, lo que yo quería era formar buenas personas. Mi mayor satisfacción es verlos viviendo la vida, formando amistades y siendo felices”, expresa Ramón.
No sólo ayudó a muchos niños y familias en aquel entonces sino que también, junto a su querido amigo Sixto Romagnoli, lograron deshacer toda rivalidad que había entre los clubes Ingeniero Lucas Vázquez y el Club Defensores.
Nos cuenta que entre clubes no había cruces, nadie iba a ninguna fiesta, partido o acontecimiento del club rival. “Era tan grande el amor que nos teníamos con la familia y mi amigo, que logramos borrar toda rivalidad”, cuenta muy feliz Ramón.
Se siente muy agradecido y feliz con sus logros y vivencias. Nos compartió una frase que el utiliza también como lema de vida: “El vuelo majestuoso del cóndor, que se eleva altivo y soberbio en el horizonte, no se altera por los chillidos de las ratas y reptiles que se arrastran por el suelo”. Agrega Ramón luego de la frase: “Te va a parecer que estoy lleno de ego, pero no. Es el orgullo de una vida basada en la coherencia y la transparencia”.
Concluimos esta charla con un hermoso mensaje: “Esa es mi triste, hermosa y revoltosa vida. Con poca calma y muchas tormentas, pero al final, en el ocaso de mi vida, puedo dejarles a mis hijos la mejor herencia, que es la dignidad del apellido. En la vida hay buenas y malas, hay que saber recibirlas como se lo merecen y seguir adelante. Con 86 años, he llegado, a las chuequeadas, pero llegué”, dice y nos reímos juntos de las palabras de Ramón, un habitante de toda la vida de Monte Cristo, “desde que era una aldea”, como nos expresó el.
¡Le deseamos un muy feliz cumpleaños y una próspera vida, gracias Ramón por tu honestidad y amabilidad!
Nota: Virginia Zampini
Excelente nota Marcelo!!! Te felicito son excelentes personas que enseñan la vida en forma sencilla con sabios consejos