Hiroshima, Nagasaki y Kioto, la capital imperial y la novela

Yasunari Kawabata editó su novela Kioto en 1962, seis años antes de recibir el Premio Nobel de Literatura y una década antes de su muerte, presuntamente por suicidio. La descripción de Kioto –la antigua capital imperial- es simple y maravillosa, como toda la obra de Kawabata: parece flotar sobre ese paisaje, como también sobre la densidad de las relaciones humanas. Kioto tiene una historia milenaria pero tal vez, por aquellas cuestiones del destino (o de alguna voluntad personal), Kawabata no hubiera escrito sobre sus flores, sus fiestas populares y su gente. Sucede que algunos planearon destruirla. Hace ochenta años.

La novela fue reeditada recientemente en español. “El espíritu de la ciudad reside en la manera de estar juntos sus habitantes, la modalidad con la que florece y brilla cada generación”, afirma Silvio Mattoni, en el prólogo. Alrededor de la joven Chieko, el personaje central, también afloran los paisajes de Kioto, el equilibrio entre sus tradiciones y la modernidad, temas que van de la soledad a la vejez, y alusiones a artistas como Matisse o Paul Klee.

“Si la función de la literatura es trasladarnos a otro mundo, como suele decirse, Kawabata lo hace con una facilidad –una naturalidad– asombrosa y total. Sin forzar la mano, sin apuro por llegar a ninguna parte, creando en el camino un género propio con un estilo orgánico, inexorable. Cuenta una cosa a la vez; cada una con medio cuerpo debidamente fuera de la vista. El rumor subterráneo es la transformación de la vida en literatura, puntuada por delicadas descripciones que disimulan la maniobra”, explicó en Ñ el crítico Matías Serra Bradford, acerca de otras de las reediciones de Kawabata.

La fuerza del destino

El 16 de julio de 1945, la Segunda Guerra Mundial había concluido en Europa –los nazis se rindieron dos meses antes- pero Japón todavía resistía contra Estados Unidos. Ese día en Alamogordo, Nuevo Méjico, se ensayó la bomba atómica y se lo informaron al presidente Harry Truman, quien se encontraba en Potsdam para la conferencia con los otros líderes aliados.

Todo se aceleró. Truman ya había aprobado el 1° de junio que el objetivo de la bomba era Japón. Los aliados le enviaron el ultimátum a Japón, exigiendo su rendición. Y el 2 de agosto, desde el crucero Augusta, en el que regresaba desde Alemania, Truman firmó la orden definitiva que sentenció el destino de Hiroshima y Nagasaki.

Otra novela, otro ámbito

En Tasmania, una obra más reciente, el escritor italiano Paolo Giordano describe los entretelones de la prueba en Nuevo Méjico y las dudas de los científicos del proyecto. Una vez que Truman firmó la orden, se terminaron esas dudas.

Para que el nivel de destrucción fuera realmente llamativo, se necesitaba un blanco íntegro. Un comité de científicos y militares confeccionó una lista de ciudades japonesas que podían ser un objetivo. Al principio Hiroshima figuraba en el segundo puesto. Los bombardeos de los B-29 la habían dejado intacta hasta aquel momento, al contrario de Tokio, que sería una elección más evidente pero ya estaba en ruinas. Kioto, la antigua capital imperial, parecía la ciudad más indicada por su valor cultural y simbólico, así como por la cantidad de cas y templos de madera que había en ella y que arderían muy bien y de manera espectacular. Pero Henry Stimson, secretario de Guerra, pasó en Kioto su luna de miel unos veinte años antes y conservaba un buen recuerdo de la ciudad, e insistió en que la descartaran”.

“Y así Hiroshima –concluye Giordano- pasó del segundo puesto al primero. Luego venían Kokura, Niigata y Nagasaki. Para elegir una, solo había que conocer las previsiones meteorológicas y aprovechar el primer día de sol.”

El 6 de agosto de 1945 a las 8.15 de la mañana, desde el bombardero Enola Gay destruyeron Hiroshima. Tres días más tarde, Nagasaki. Japón se rindió el 14. Nunca hay palabras suficientes para describir tanta muerte, tanto sufrimiento, la intensidad de tanto dolor.

Conexión Buenos Aires

Hasta fines de septiembre la Manzana de las Luces se puede visitar la exposición “A 80 años del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki”, con paneles históricos, talleres, cine y actividades culturales que promueven el diálogo por la paz. A través de veinte paneles fotográficos documentales se invita a pensar en la consecuencia de los bombardeos atómicos y en la necesidad de construir un mundo libre de armas nucleares. Y allí también están los mensajes de los alcaldes Kazumi Matsui (Hiroshima) y Shiro Suzuki (Nagasaki) con un llamado urgente a la conciencia global: “Mientras existan armas nucleares, lo mismo podría ocurrir en cualquier ciudad del mundo”. Y uno de los momentos más emotivos será la Ceremonia del Té, el 18 de septiembre: una experiencia estética, espiritual y filosófica.

fuente: CLARIN

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