
Tamara Garzón (37) exprime cada segundo de su tiempo y, en los huecos que encuentra entre la maternidad y el trabajo, suelta una palabra tras otra. Algunos la conocerán como la hija de Alicia Zanca y Gustavo Garzón, pero para sus alumnos es “Tami”, la docente que mientras da clases se convierte en una suerte de ídolo.
Desde hace una década dirige su escuela de artes escénicas para personas con discapacidad. Es un mundo que no le resulta ajeno, con el cual convivió desde que nació, ya que sus hermanos mellizos (nueve meses más grandes que ella) tienen síndrome de Down. Lo vive y lo explica con mucha naturalidad, sin solemnidad ni eufemismos. Y quizás ese sea uno de los grandes secretos de su éxito.
“Un saber que viene desde las venas”
Hace poco más de 10 años, rememoró, ella creía tener otra vocación. Su lugar en el arte era, hasta ese entonces, como actriz. Admitió que se acercó “desganada” a la docencia. Su padre había fundado una escuela de teatro musical para personas con discapacidad intelectual y la impulsó a convertirse en asistente de uno de los grupos. Hasta allí, sólo era una prueba.
“Todo surgió de casualidad (o no). Yo jamás había trabajado en discapacidad ni tenía la intención de hacerlo. Fui medio desganada a probar, pero me empecé a involucrar de una manera muy genuina. Y se fue generando el interés muy gradualmente”, contó Tamara a Clarín.
Eso que comenzó sin apostar demasiadas fichas hoy es un proyecto complemente consolidado y en constante expansión. Tamara es un referente no sólo para sus alumnos y alumnas sino para todas esas familias que hallaron en la escuela Tami Garzón un lugar donde se aprende, se disfruta y, simultáneamente, oficia de red de contención para padres y madres.
La escuela Tami Garzón de artes escénicas se centra en las personas con discapacidad intelectual. Foto gentileza.“Cuando yo nací ya tenía dos hermanos con síndrome de Down que eran muy pegaditos a mí, entonces toda mi vida se encuentra atravesada por la discapacidad. Y, después, hace 10 años me empecé a vincular como docente a través de la sabiduría que había adquirido por vivir con los mellis y por mi relación con el arte”, reconstruyó.
Convirtió así su experiencia familiar y su trabajo como actriz en un combo irresistible. “Mezclé las dos cosas, empecé como asistente, después como docente y terminé armando mi propio boliche, mi escuela. Había algo de mi vínculo con la discapacidad que era muy orgánico, muy natural y muy amoroso. Es como un saber que viene desde las venas”, señaló.
De a poco fue dejando de lado su labor como actriz y, con los años, su profesión pasó a ser profesora al 100%. “Lo de la actuación venía por default, de la familia y también algo de la exposición. Yo soy muy extrovertida, me gustan los brillos, lo disfruté mucho… pero bueno, también hay ciclos. Creo que quizás eso era algo más de la juventud, y ahora me gusta más estar del otro lado, viendo cómo brillan los chicos”.
En síntesis, su trabajo la conquistó: “Me fui encariñando mucho con los chicos. Comencé teniendo un grupo y ahora tengo ocho, el boliche (N. de la R: la Fiesta Kiki, un evento para personas con discapacidad) y las actividades. Es hermoso ver cómo lo que a uno le gusta se ve reflejado en el crecimiento en el trabajo”.
Cerca de la revolución
Tamara se formó como actriz, acompañante terapéutica y profesora. Pero también como hermana. Cada pieza del rompecabezas que conforma su vida aportó un plus a esas clases que ya llevan una década.
Tamara Garzón junto a su padre, Gustavo Garzón, sus hermanos y su hija. Foto IG.“Creo que todo lo que recorrimos en nuestra vida confluye en lo que hacemos, nuestra historia está impregnada en todo lo que hacemos en la actualidad”, afirmó ella. Y también por eso, reconoció, su escuela es distinta: “Es muy descontracturada y trabajamos con mucho humor, como soy yo y como me gusta vincularme, sin solemnidad. Desde el humor, siempre todo, tanto en el trabajo como en la vida”.
“En todas las familias que vienen conmigo hay algo un poco revolucionario: mi manera de trabajar tiene que ver con esto del no libro de la discapacidad, del diagnóstico, de la cosa más edulcorada y terapéutica de la discapacidad. Esto es comedia musical: brillo y lentejuela”, aseguró.
Según ella, quienes se acercan a sus clases, en general, no se sorprenden; encuentran allí exactamente lo que buscan. “La comedia musical la llevo en las venas por todo lo que vi, por todo lo que hice. Lo mismo todo el equipo, porque la mayoría son actores. También hay psicólogos, pero somos una mezcolanza donde todos trabajamos de la misma manera, que es muy genuinamente, no siguiendo esa cosa medio solemne sobre la discapacidad”.
Tamara Garzón junto a su hija Miranda. Foto gentileza.
“Es como un club de amigos”
El formulario de inscripción de la escuela menciona que los números musicales que allí se llevan a cabo surgen de las propuestas y preferencias de los alumnos. Al mismo tiempo, se destaca que en el lugar se fomenta un espacio de pertenencia, confianza e intercambio que potencie la capacidad expresiva y la creatividad a través del amor y el compañerismo.
Según cuenta Tamara Garzón, esos objetivos no sólo se cumplen sino que probablemente se superan. “Es como un club de amigos, con los padres también. Tenemos mucha familiaridad y confianza”.
Pero, además, hay empatía. La experiencia directa con sus hermanos le dio un baño de realidad difícil de transmitir de otro modo. “Son muchos años de vínculo y es muy poca gente la que se va. Se va armando una gran familia y también es muy importante para ellos porque se arman redes de apoyo y de contención”.
Tamara Garzón, Gustavo Garzón y Miranda. Foto IG.Puede que en ocasiones, para esos padres y madres, este espacio se extienda sólo a un café por semana. Lo que representa, sin embargo, es mucho más. “Se acompañan entre ellos, pero después, sueltos en el mundo, están muy desamparados. Es muy distinta la realidad de un papá de una persona con discapacidad. Sentir que hay otra persona a la que le pasa lo mismo y compartir sus experiencias mientras los pibes hacen sus clases es muy enriquecedor y muy satisfactorio”, enfatizó Garzón.
Emergencia en discapacidad
Tamara lo vio en su casa y lo ve en su trabajo, a diario. Las personas con discapacidad (y sus familias) no sólo deben luchar más que el resto para garantizar sus derechos sino que, en general, carecen de los apoyos necesarios. El rol de cuidadores que ejercen esos padres y madres –que como destaca la artista, en estos casos es para toda la vida– suele dejarlos muy solos.
“Detrás de las personas con discapacidad hay un papá y una mamá que en un momento se ponen grandes y tienen una jubilación -que muchas veces es la mínima- y tienen que bancarse a sí mismos y a su hijo. Las personas con discapacidad, en su gran mayoría, no tienen la posibilidad de trabajar; tienen una pensión y a esos padres que tienen que responder por ellos, que los tienen que llevar, que los tienen que traer…”, describió Garzón.
Tamara Garzón: “La gente que no está cerca de estas realidades no tiene idea lo difícil que es”. Foto IG.En el marco de la emergencia en discapacidad, y con la realidad de sus hermanos y sus alumnos a cuestas, destacó: “Tienen el respaldo del Estado, que es lo que ahora está en peligro. El tema es que ya estaban desprotegidos desde antes -porque no alcanza con eso- y encima ahora los pibes se quedan sin su terapia, los centros de día están achicando las horas porque no les alcanza para pagarle a los profesionales y los profesionales se están yendo”.
Cuando en 2012 murió su madre, la actriz Alicia Zanca, Juan y Mariano quedaron a cargo de su padre, Gustavo Garzón. Tamara, que es apenas nueve meses menor que sus hermanos -con quienes mantiene un vínculo muy fuerte-, refleja en cada palabra por qué no hay nada que romantizar: “Mi papá es actor y vive preocupado por la guita, por dónde están los mellizos, porque no le alcanza, porque si quiere hacer una salida no tiene plata para dejar a los chicos con alguien. Y, encima, los mellizos no tienen mamá. O sea, no es joda, es muy difícil. La gente que no está cerca de estas realidades no tiene idea lo difícil que es”.
Durante la pandemia de coronavirus y, en medio de la cuarentena, las familias de sus alumnos le pidieron a Tamara alguna opción, una actividad que los pusiera en movimiento otra vez. “’Mi hijo está desesperado por bailar. Armate un vivo de Instagram’, me decían los padres”, rememoró la profesora.
La Fiesta Kiki, “el boliche” para personas con discapacidad que fundó Tamara Garzón. Foto gentileza.De esa solicitud surgió un evento vía Zoom donde cada vez eran más las personas conectadas, alcanzando los 60 usuarios simultáneos. “Durante toda la pandemia fueron dos años de hacer la fiesta todos los viernes: cada vez se sofisticaba más, hacíamos fiestas de disfraces, cada uno desde su casa, armando como su propio bolichito. Hasta que se habilitó la posibilidad de la presencialidad y empezó a crecer y a transformarse”.
“Hoy en día es la Fiesta Kiki: tiene su propio su nombre y su identidad. La Kiki (en Instagram, @tufiestakiki) es una fiesta muy personal. Es para personas con discapacidad y tiene una impronta muy hot: se perrean todo, se bailan todo, son felices bailando y cantando”, aseguró.
Sus hermanos, contó, tienen asistencia perfecta: “Firmes, clavados”, bromeó, al tiempo que añadió que “ellos hablan mucho a través del show”. Ella, en tanto, disfruta tanto como los protagonistas, quienes directamente definen al evento como “el boliche”: “Me encanta la música, me encanta la onda (de hecho, mis cumpleaños los festejo en la Kiki). Aparte de eso, trabaja todo el staff de la escuela, que somos todos unos personajes y la pasamos muy bien, nos divertimos mucho”.
El 3 de diciembre, Día Internacional de la Discapacidad, cierra el año con su escuela e invita a una muestra que promete. Las entradas, a precios muy accesibles, pueden adquirirse a través de sus dos cuentas de Instagram: @tamigarzon y @escuelatami. “Hacemos nuestro gran show anual en el Teatro Astros a las 20 horas. Pueden acercarse, les va a encantar”, aseguró.
Tamara Garzón, embarazada de su hija Miranda, en una de las fechas de la Fiesta Kiki. Foto: IG.Tamara Garzón tiene una vocación, varios trabajos, muchas familias y un club de amigos. “Me siento muy gratificada por lo que hago, y eso es hermoso. A veces digo, ‘¿che, tanto?’. Siento que es mucho el amor que me viene”, concluyó.
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