
Recientemente, Google anunció un acuerdo estratégico para reactivar la central nuclear Duane Arnold Energy Center, ubicada en Iowa, Estados Unidos, cuya licencia había sido dada de baja y que se apagó tras un daño estructural producido por una tormenta en el 2020.
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Cómo es el nuevo reactor nuclear de Google
El gigante tecnológico junto con NextEra Energy invertirá más de 1.600 millones de dólares para devolver la planta al servicio en 2029, y Google comprará la mayor parte de la energía generada durante 25 años para alimentar sus centros de datos de inteligencia artificial (IA).
Lo que hace especial este acuerdo es que Google no sólo firmó contratos de compra de energía (power purchase agreements) sino que participa de una operación nuclear de gran escala, reaperturando una planta cerrada en lugar de construir una nueva desde cero.

La planta volverá a generar 615 megavatios, y la idea es que sea parte del suministro constante que la compañía tecnológica necesita para alimentar sus operaciones de IA y centros de datos.
La razón detrás de esta apuesta obedece a la escala energética que exige la inteligencia artificial: Google, como otras grandes tecnológicas, descubrió que las fuentes renovables, solar y eólica, no alcanzan para cubrir demandas continuas, sin depender de la intermitencia.
En ese contexto, la energía nuclear aparece como la opción capaz de ofrecer electricidad constante, de alta densidad, con menor dependencia de la meteorología.
Desde el punto de vista contractual, Google se asegura un largo período de suministro (25 años) mientras NextEra asume el control total de la planta, adquiriendo las participaciones de sus antiguos socios locales. Este esquema reduce la exposición de Google al riesgo operativo directo de la planta, pero la ubica como cliente principal e inversionista en el ecosistema.
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Inteligencia artificial: los desafíos de este nuevo proyecto
Sin embargo, el proyecto no está exento de desafíos. El diseño de la planta es antiguo, es el mismo que el de reactores que sufrieron accidentes en Fukushima en 2011, donde la central sufrió daños “significativos” en su torre de enfriamiento tras la tormenta que la cerró.
Expertos advierten que hasta que no haya una estimación realista de los costos de reconstrucción y garantías de seguridad, no se puede asegurar que la electricidad derivada vaya a ser asequible o que los riesgos queden suficientemente mitigados.

Otro desafío se relaciona con la gestión de residuos radiactivos, los riesgos inherentes al reinicio de una central vieja, y los plazos regulatorios: la planta deberá superar inspecciones de la Nuclear Regulatory Commission (NRC) antes de volver a operar.
Además, los grupos ambientalistas plantean críticas por la antigüedad del diseño y por si este tipo de proyectos realmente responde a una transición energética sostenible o simplemente a asegurar energía barata para gigantes tecnológicos.
Más allá de Google, otras compañías tecnológicas ya están apostando también por reactores nucleares como parte de su plan energético. Por ejemplo, Microsoft Corporation firmó un acuerdo para reabrir la central Three Mile Island Nuclear Generating Station, en Pensilvania para 2028; mientras que Amazon.com trabaja con Dominion Energy para desarrollar reactores modulares (SMR) en Virginia.
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