Fantasías de boleta única para todas las categorías

El gobierno se despide del año viejo prometiendo la panacea de la boleta única como ancla de la salvación nacional para las elecciones en todas las categorías, no sólo para las nacionales, como ocurrió el 26 de octubre.

Profesa la fantasía de que el sistema es fraudulento y que si no ganan es porque no hay boleta única. Cada gobierno agita el cubilete con la ilusión de que un golpe de dados abolirá el azar (que lo rige todo).

Buscan con el cambio recurrente del reglamento desviar la fatalidad de los resultados, en el país siempre empatado y que por ese empate crónico bloquea el giro de la rueda. En los últimos 20 años el cubilete que se agita es la ley electoral.

Cada gobierno que comienza sueña con mover las reglas para beneficiarse. Pocos o casi nadie lo logra. No está probado que los procesos políticos sean una sucesión de problemas y soluciones. Tampoco que las ventajas de las distintas expresiones políticas, nacidas del tiempo y la experiencia, sean un daño al interés público y que haya que igualarlas.

Se aparta del darwinismo social que le encanta a este gobierno que cree que la desigualdad es una oportunidad. Estos emprendimientos se anotan en el atractivo que le encuentran los políticos en repetir la agenda del cambio, que diagnostica que todo está perdido y que vengo a ofrecer mi corazón (Fito). Te ofrecen la receta de la revolución, fuera la de los insurgentes de izquierda o la de los insurgentes del hotel Alvear, donde se escuchan las consignas de la derechona criolla.

Del costado izquierdo de la ruta Bifo Berardi sostiene que la solución de los problemas solo ocurre en el campo de las matemáticas, porque en el mundo de los mortales los problemas no son simplemente “resolubles” y el proceso de solución es interminable.

Las situaciones problemáticas evolucionan, cambian de horizonte y desaparecen cuando nuevas situaciones problemáticas emergen y cobran forma (“Futurabilità”, libro 2017). En la vereda de enfrente, Giovanni Sartori enseña que la acción política es una carrera hacia la nada. Era un liberal en serio, sin rastro de conservadorismo como los que tenemos en casa, que creía en la sociedad abierta (“La corsa verso il nulla”, 1916).

El sistema no cambia el voto

En estos dilemas es donde la conducta política se disuelve en el aire, y por la misma dialéctica al gobierno se le evaporó en horas la reforma laboral y se le complicó como nunca el presupuesto. Ahora Milei arranca el segundo bienio de su presidencia llamando a confiar en la generalización del uso de la Boleta Única Papel (BUP) que debutó en el orden nacional el 26 de octubre.

Cree que agitar de nuevo el cubilete sirve para cifrar la perennidad de un siglo mileísta. Un espejismo si se mira la realidad, que está ordenada por el principio de causalidad. El resultado de las elecciones que ganó el mileísmo por 7 puntos porcentuales (40 a 33) no se apartó del ciclo de resultados de las elecciones de renovación legislativa.

La desmovilización del peronismo desde 2023 fue el motivo de la derrota en las provincias, en donde el peronismo perdió contra las alianzas del PRO y la UCR con La Libertad Avanza. La crisis del peronismo dejó el mando al peronismo del AMBA y en manos de la familia Kirchner, que es el motor del desentendimiento del peronismo del interior respecto del destino de la conducción nacional. El resultado tiene poco que ver con el uso de la BUP.

En Buenos Aires la BUP benefició al peronismo

En la provincia de Buenos Aires, el peronismo empató el resultado con el no peronismo, cuando siempre perdía las elecciones de medio término, desde 2009 por lo menos. Si la BUP favoreció a alguien en Buenos Aires el 26 de octubre fue al peronismo. Si se mirase la política respetando el principio de causalidad habría de dudar de que el futuro de LLA es promisorio con la BUP.

Sus subas y bajas dependen de factores preexistentes, los que motivan el bloqueo de peronismo y no peronismo en la Argentina, definida por la estrategia de polarización de las dos grandes familias políticas. Nada ha cambiado, salvo las cúpulas.

El peronismo bajo la familia Kirchner ha alcanzado su grado más bajo de representación de la historia. Retiene un número ínfimo de provincias, está dividido en la liga de gobernadores, ha perdido la primera minoría en Diputados, le discuten esa credencial en el Senado, cámara donde perdió el poder en 2023, algo que tenía desde hacía 50 años.

En la familia del no pejotismo, el electorado que desde 2015 hasta 2025 respaldó a las cúpulas de Juntos por el Cambio/Cambiemos, se volcó en favor de los candidatos de La Libertad Avanza, que recogieron a su funcionariado y sus proyectos para intentar gobernar.

Entusiasmo sin pruebas

El resultado de las elecciones en octubre de 2025 no dependió de la BUP. El principal experto en cuestiones electorales —ex director nacional electoral, hoy con esa responsabilidad en la provincia de Chubut, Alejandro Tullio— ha dicho: ” el balance general es muy satisfactorio respecto de logística, comportamiento electoral, reducción de riesgos y conocimiento de los electores del sistema adoptado.

En provincias donde se eligieron exclusivamente Diputados Nacionales, los resultados mostraron que los niveles de voto en blanco se mantuvieron dentro de valores históricos, con comportamientos estables o variaciones que no modificaron sustancialmente la tendencia general.

En cambio, preocupa que en los ocho distritos en que se eligieron Senadores, además de Diputados Nacionales, se registraron variaciones significativas en el voto en blanco (ausencia de marca) entre categorías, las que no tienen otras explicaciones que las atribuibles al diseño de la boleta (particularmente a la ausencia de casillero de lista completa) o la adecuada capacitación”.

Tampoco hay experiencia, más que la del 26 de octubre, para saber si el cambio de sistema implica una variación en el comportamiento del voto respecto del pasado. El optimismo del gobierno no tiene más fundamento que el entusiasmo por embutir al sistema en el cambio por el cambio mismo.

En todo caso, la tendencia principal fue una mejora en la proporción de votos positivos, impulsada por una drástica reducción del voto en blanco en comparación con el sistema de boleta partidaria. Agitar el cubilete con esta reforma como si fuera a cambiar el destino parece una quimera que no afecta a una de las pocas instituciones de la Argentina que funcionan bien: el sistema electoral.

Las denuncias de fraude suelen ser banderas de campaña que la justicia nunca logra probar; el público acepta los resultados electorales y no discute al ganador, y la alternancia de gobiernos de distinto signo se hace en paz. Alternancia es sinónimo de democracia y eso está asegurado en la Argentina.

AGN: Ritondo avaló el pacto

Hilando fino, el acuerdo cerrado entre el peronismo y La Libertad Avanza para dejar afuera de la Auditoría General de la Nación al PRO y a la UCR tuvo la colaboración del propio Cristian Ritondo. Este sabía que se venía el tratamiento de los nombres del pacto que le dio dos auditores al peronismo y uno a una radical, que es funcionaria de este gobierno y antes lo fue de Mauricio Macri.

Cuando el jefe de la bancada Gabriel Bornoroni propuso el tratamiento, debía aprobarse el apartamiento del orden del día. Esa aprobación requiere 3/4 de los votos de los presentes para habilitarlo. ¿Qué hizo el ingenioso Ritondo? En lugar de sentar a los suyos para impedir que un recinto ya diezmado alcanzase los 3/4 de los votos, se levantó y forzó la salida de todos sus diputados, con lo cual Martín Menem se apuró en dar por aprobado el apartamiento sin contar los votos. Mandó a votar, ahora con el asunto habilitado por simple mayoría, los nombres de los tres candidatos.

En síntesis, el pacto por la AGN en la cámara contó con el aporte del mileísmo, el peronismo y también del PRO. Si Macri se dice indignado porque le sacaron la silla que tenía preparada para Jorge Triaca, al primero al que hay que reprochárselo es a Ritondo, jefe de la bancada.

El radicalismo ya había largado la batalla por el cargo en la AGN. Desde 2014 la UCR había movilizado 56 firmas para proponer al radical Mario Negri. En esa propuesta sumaban adhesiones la UCR, el bloque de la Coalición Cívica y el de Encuentro Federal. El jefe de esta bancada, Miguel Pichetto, había apoyado esta nominación y también la de Jorge Triaca, que estaba respaldado por el PRO.

En la visita que le hizo Martín Menem a Ritondo después de esa sesión, llevado por Diego Santilli, el sobrino de Carlos le recordó que LLA tenía los votos suficientes como para quedarse con un auditor. Corcoveó el dueño de casa, pero Martín lo remató en el suelo: “- Además vos tenías un acuerdo con el peronismo para ponerlo a Monzó”

Destruir Cambiemos, el enemigo común

El pacto negro de la madrugada de aquel jueves ocurrió porque el mileísmo esperó a que se modificase la integración de la cámara, después de lograr mantener dormida la propuesta en favor de Negri durante más de un año. Con la nueva integración, el peronismo tenía derecho a dos bancas, aunque sean atribuidas a dos tribus distintas de ese partido, el cristinismo y el massismo.

La UCR, que bajo la conducción de Rodrigo de Loredo también colaboró con Martín Menem en dormir la nominación de Negri por internas de su partido de Córdoba. Se cumplió el objetivo mancomunado de conservadores y peronistas desde 2015: trabajar juntos para destruir la coalición que fue Juntos por el Cambio y Cambiemos, que representó entre ese año y hasta 2025 al 40% de los votos del electorado moderado de los grandes distritos de la Argentina.

Es el voto que, forzado por la polarización del Estado entre conservadores mileístas y peronismo, se puso detrás de Milei en 2023 y 2025. Sacar de la cancha a JxC se logró disipando el poder de sus dirigentes más importantes, que fueron los del PRO y los de la UCR.

Estas dos formaciones han dado el salto del transfuguismo de sus líneas intermedias hacia el mileísmo. El ataque a Macri en el pacto de la AGN responde a que conocen lo que Mauricio repite en todos los foros de su partido: que en 2027 la fuerza debe tener un candidato presidencial para competir con Milei. Para bloquear esta marcha, lo primero es aislarlo y rematarlo a Macri. Lo han logrado. Hasta ahora.

Las PASO, aplanadora de partidos

El gobierno da la prueba de que pertenece al espectro peronista con el síndrome de cambiar las reglas electorales antes de cada compromiso electoral. También se alía con el pejotismo del Congreso para liquidar los últimos restos de Cambiemos y del PRO, incluyendo la figura de Mauricio Macri, a quien Milei le besaba las manos en Acassuso mientras Karina se fascinaba con decoración de Juliana en la residencia en donde se firmó el primer pacto.

En 2007 el peronismo de la familia Kirchner arrasó mediante la concertación con una porción del radicalismo. Una alianza que duró —diría un mendocino como Julio Cobos— menos que un pelado en la nieve. Le permitió ganar, pero ante el tropiezo de 2009, creó las primarias PASO como un sistema para validar candidaturas, no elegirlas, y para castigar a los perdedores de las internas partidarias, inhabilitándolos para competir en las generales por afuera.

El sistema le sirvió para ganar en 2011, pero despedazó al peronismo en las elecciones sucesivas. Ya en 2015 Cristina perdedora y Mauricio ganador cantaron los funerales de las PASO. Prometieron sepultarlas por caras e inútiles. Unas PASO en Buenos Aires entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez por la gobernación había precipitado la derrota del peronismo, que gobernaba desde 2002 y dominaba la mayoría de las provincias, con ciclos completos de mayoría en las dos cámaras del Congreso. No lo lograron.

Alberto Fernández arrancó su gestión en 2019 pidiéndole a Jorge Landau, legendario apoderado del peronismo, que elaborase un proyecto de derogación de las PASO. Esta columna lo informó en enero de 2020, cuando regía aún la primavera del retorno. Tampoco lo pudo lograr. Pero sí logró que las PASO despedazasen a Juntos por el Cambio en las presidenciales del 2023, y llevaron a Milei a la presidencia.

fuente: CLARIN

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