
El fútbol cordobés perdió a uno de sus grandes referentes. Daniel Willington falleció este lunes 3 de noviembre, a los 83 años. Su talento, carisma y amor por Talleres lo convirtieron en un ídolo eterno, protagonista de los capítulos más gloriosos del club y autor de uno de los goles más recordados en los clásicos ante Belgrano.

El nacimiento de un ídolo
Daniel Alberto Willington nació en Guadalupe, Santa Fe, y llegó a Córdoba siendo apenas un niño, cuando Talleres fichó a su padre, Atilio “el Toro” Willington. Su infancia transcurrió en Villa Revol, a dos cuadras de La Boutique, donde empezó a forjar su vínculo inseparable con el club.
Debutó oficialmente con la camiseta albiazul el 7 de junio de 1959, con solo 16 años, en la victoria 5-2 frente a Huracán de La France. La prensa local ya lo destacaba como una promesa excepcional por su técnica y su pegada. En 1960, fue parte del Talleres multicampeón que ganó cuatro torneos locales y perdió apenas un partido de 27.
Tras brillar en la “T”, fue transferido a Vélez Sarsfield en 1961, donde consolidó su carrera a nivel nacional.

El regreso en tiempos dorados
En 1973, “el Loco” regresó a Córdoba para ser parte de una nueva etapa de gloria bajo la conducción de Amadeo Nuccetelli. Con su talento intacto, fue figura en los Nacionales de 1974 y 1975, sumando en total 168 partidos, 66 goles y 17 títulos con Talleres.
Su identificación con el club era total. “Es que yo soy Talleres. Mi familia lo es”, solía decir.
El gol eterno
El 21 de agosto de 1974, en la final frente a Belgrano, Willington escribió una de las páginas más recordadas del fútbol cordobés. Desde 30 metros, ejecutó un tiro libre impecable que se clavó en el ángulo del arquero Tocalli. “El gol más impresionante que me han hecho en mi vida”, reconocería después el propio guardameta celeste.
El periodista Nilo Neder tituló su crónica “El Daniel de los estadios” y pidió admirarlo de pie. Años más tarde, el escritor Daniel Salzano describió la jugada con poesía: “La pelota recorrió los 40 metros con la gracia de un delfín y, al clavarse en el rincón de las arañas, desencadenó un huracán de fuegos artificiales”.
Un legado imborrable
Además de su carrera como jugador, Willington también fue entrenador de Talleres y logró el ascenso en 1994 junto a José Trignani.
Su figura trascendió generaciones. Una encuesta realizada por La Voz del Interior lo consagró como el deportista más iluminado en la historia de la ciudad. Primero Willington, después nadie.
Su gol, su estilo y su magnetismo siguen vivos en la memoria de los hinchas. Porque, como escribió Salzano, “el gol de Daniel Willington continúa siendo eterno”.

 


