Esther Díaz: Muchas mujeres no conocen sus propios cuerpos

“Allá lejos y hace tiempo, deambulaba por la vida caminando sobre espinas invisibles. Había comenzado a barajar el segundo mazo del juego de naipes etario. La vejez se acercaba amenazante y mi espíritu se cubría de sombras. Yo seguía como si nada. Hasta que un día, el monstruo tan temido surgió desde la boletería de un cine. Una voz impiadosa me preguntó: ‘¿Jubilada?’ Costó acostumbrarse. La sensibilidad tiene razones que la razón no entiende en el país de Alicia”, se lee en Una filosofía de la vejez (Penguin Random House) de la doctora en Filosofía, epistemóloga y escritora argentina Esther Díaz.

Esther Díaz. Foto: Luciano Thieberger. Esther Díaz. Foto: Luciano Thieberger.

Nació en Ituzaingó, en 1939. Fue profesora universitaria de la UBA y dictó seminarios de posgrado sobre Metodología de la Ciencia y Epistemología en las Universidades Nacionales de Entre Ríos, Tucumán y del Nordeste, así como en universidades latinoamericanas y del resto del mundo. “La primera vez que me dijeron jubilada, el alma se me vino al piso. Ahora, tengo 85 años, pero recién a los 80 dije “Bueno, sí, estoy vieja”.

–Decís en el libro que la sensibilidad tiene razones que la razón no entiende ¿A qué te referís?

–Cuando yo era joven, todas las mujeres después de los 40 años mentían la edad. A mí nunca se me dio por mentir la edad, siempre la dije, y si me opero y me pongo bótox, no es para parecer más joven, sino porque no me gustan las arrugas ni las canas. El otro día mi contador me dijo que cumplía 70 años, lo miré y le dije “Ah, sos un pibe”, y cuando me preguntó mi edad, no lo podía creer. Puede ser que represente menos, pero la tengo y la siento en el cuerpo. En determinado momento de mi vida encontré la definición de la vejez: tomar conciencia de tu propio cuerpo. Cuando uno es joven se olvida que tiene cuerpo: pasás toda la noche jodiendo, tomás estimulantes, hacés esfuerzos extraordinarios… te olvidás, pero después de cierta edad todos los días aparece un dolorcito nuevo y ahí tomás conciencia de que tenés uno.

–Subrayás cosas nuevas en la vejez las llamás “las maravillas de Alicia”. ¿De qué se trata?

–La maravilla más impresionante es que después de los 50 años me descubrí multiorgásmica.

–¿Creés que las mujeres hoy somos más libres?

–Creo que la revolución es mucho más profunda que decidir teñirse o no las canas, ponerse o no bótox. Hace unos años fui a Perú a dar una conferencia y cuando de madrugada me llevaban al aeropuerto para volver, vi a muchas mujeres al costado de la ruta. Me contaron que eran mujeres que hacían fila para trabajar en las minas porque los hombres ganaban 10 soles y las mujeres 5, y creo que en la Argentina pasan cosas similares. Pero cuando lo ves así, de una manera tan patética, te queda grabadísimo: nos faltan siglos todavía a las feministas para lograr una equidad. Lo estético es mínimo al lado de la explotación a la que somos sometidas las mujeres. Por supuesto que con la poquita vida que me queda no voy a llegar a ver el cambio: es todo un imaginario social que hay que transformar. Hemos logrado mucho; pienso, por ejemplo, en las sufragistas del siglo XIX y XX. Una vez en Roma vi que en una plazoleta chiquitita había una piedra en el medio y un cartel que decía, en latín “Roma comenzó con una piedra”. Y ahora la piedra la estamos poniendo nosotras y nosotros.

Esther Díaz. Foto: Luciano Thieberger. Esther Díaz. Foto: Luciano Thieberger.

–También decís que la edad cronológica cambia según cada cultura. ¿Podrías explicarlo?

–Hasta que se inventó la imprenta, había muchas personas que no sabían leer. Así, los viejos que conservaban toda la memoria de lo que había ocurrido en el pasado dejaron de ser importantes. Al aprender a leer, la gente accedió a testimonios y libros de historia, entonces, el viejo ya pasó a ser prescindible, al igual que a partir de la Revolución Industrial.En el capitalismo, para el patriarcado, las mujeres somos deseables desde niñas hasta poco antes de los 40. Una mujer se vuelve descartable después porque en pocos años más va a dejar de ser productiva económicamente. Eso es un prejuicio:yo tengo 85 y sigo laburando. Hay mujeres de 30 que dicen, “Yo cerré el negocio”, incluso refiriéndose a lo sexual. Desde mi punto de vista, doy fe, no solamente por mi propia experiencia, sino por lo que he investigado y por lo que me dice la gente cuando doy conferencias, que el deseo sigue vivo hasta la muerte.

Esther Díaz. Foto: Luciano Thieberger. Esther Díaz. Foto: Luciano Thieberger.

–¿Cómo inciden en nuestras vidas las tecnologías de poder?

–Son tecnologías de poder porque nos marcan desde antes de nacer: ¿por qué en el documento tiene que decir el género? ¿Con qué necesidad? ¿Importa realmente? Para la sociedad sí importa: desde que nacemos se nos tortura.

Una filosofía de la vejez Esther Díaz Editorial SudamericanaUna filosofía de la vejez Esther Díaz Editorial Sudamericana

–Siempre seguiste tu deseo. ¿Cómo lo lograste?

–Es lo que no se permiten muchas mujeres por la gran represión que se ejerce sobre nosotras. Muchas mujeres no conocen sus propios cuerpos. Se acercan muchas mujeres que me cuentan que les da vergüenza masturbarse, como mi mamá… Se inventan mil palabras antes de decir vagina. Fijate que las divas más importantes de la televisión argentina son tres viejas: Mirta, Susana y Moria. No hay ninguna otra que tenga el prestigio y la fama que tienen esas tres mujeres. Lo que pasa es que es tanta la represión que hay sobre nosotras que es todo muy complejo. Por ejemplo, cuando fue el G20 acá en Buenos Aires, nadie criticó que el presidente de Estados Unidos venía con una mujer 25 años más joven que él. Sin embargo, a Macron si lo critican o hacen chistes por la situación contraria: su esposa tiene 25 años más que él.

fuente: CLARIN

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