Ese sueño nuevo rico y materialista en el que estamos convirtiendo el mundo

El relato comienza con una casa de la que parecen emanar, como supuraciones, todos los demás objetos que integran El tapiz amarillo, la muestra del artista uruguayo Guzmán Paz que puede verse en la planta baja de la galería Nora Fisch. “La casa es un almacén de horrores –escribe la curadora española Chus Martínez, a propósito de la muestra, en el texto con que la acompaña–: los materiales, las escenas, la visión convencional y normativa … todo emana de ese sueño nuevo rico y materialista en el que estamos convirtiendo el mundo”.

Un sueño en el que, como en las mejores pesadillas, las cosas tienen una condición dual y pueden ser algo y su opuesto al mismo tiempo. Las cositas, podríamos decir, porque no es un dato menor que los objetos con que Guzmán Paz nutre sus obras sean pequeños, minúsculos a veces. Un amontonamiento de criaturitas suspendido en una burbuja de vidrio soplado; unas sillitas de casa de muñecas donde alguien espera; platos de comida acá y allá. Hay quien dice que el buen dios está en los detalles y hay quien dice que ese es el diablo. A como dé lugar, en esas criaturitas, que parecen haber proliferado por la galería hasta encontrar, en la diáspora de la casa, un lugar propio, resuenan resabios de locura, o de cordura. “La nueva exposición de Guzmán Paz –también ha escrito Martínez en el mismo texto– parte de una tesis fascinante e inspiradora: la condición mental de nuestro presente tiene raíces materialistas”.

Guzmán PazGuzmán Paz

Chus Martínez es curadora, escritora e historiadora del arte española. Actualmente dirige el programa de arte en FHNW, Academy of Arts and Desing en Basel. Antes fue directora del Museo del Barrio en Nueva York, ha curado pabellones de la Bienal de Venecia y formado parte del equipo de documenta. Es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más influyentes del arte contemporáneo internacional. Entró en contacto con Guzmán cuando este año él fue parte de FAARA, la residencia para artistas que ofrece la Fundación Ama Amodeo. La curadora se entusiasmó con su trabajo: “artistas como él marcan la diferencia –señala a Ñ en diálogo telefónico–. Hay mucho de la historia del arte y de la lógica argentina en su obra”, comenta.

Guzmán Paz es uruguayo, pero hace años que trabaja también en Buenos Aires. Su formación ha sido prácticamente autodidacta. Además del pequeño tamaño de los objetos que integran sus obras, es característico cierto folklore en sus escenas. Podemos reconocer esos interiores de casas, a los que nos asomamos como Guliver o Alicia, ensoñados. Se nos hacen dolorosamente familiares, porque evocan la presencia de una clase media, sus luces y sus sombras, que a veces son lo mismo. Como si la idea entera de normatividad hubiera anidado en esos espacios, instalándose a fuerza de machaques, y éstos todavía guardasen su temperatura, sus expectativas y su angustia.

Living, de Guzmán Paz.Living, de Guzmán Paz.

Un palco de teatro es, también, una dentadura sangrante; un reloj marca los segundos, pero no la hora; un pájaro dorado vuela… con un pez inerte en la boca. Son micro-escenas de sabor dulce y amargo al mismo tiempo. Mientras el tamaño de todo, que evoca infaliblemente los juegos de niños, es solo por eso promesa inconsciente de felicidad, algo en la materialidad ¿o en la soledad de los objetos y los personajes? nos rompe la ilusión infantil a bofetadas. Así parece estar evocando el artista la sordidez color de rosa que nos convidan las pantallas líquidas, la felicidad con sabor a ansiolíticos. En tiempos del dios dinero, poco importa quien está en los detalles.

La lupa que nos permite leer la amargura en estas escenas, en apariencia candorosas, nos la acerca la misma Martínez en el texto de la muestra, cuando nos cuenta que el nombre de la misma fue tomado del cuento homónimo que la norteamericana Charlotte Perkins Gilman escribió en 1892. Una mujer se deprime tras dar a luz y su marido la encierra en una habitación con una pared pintada de amarillo. Ante ella, en esa pared, emerge un mundo nuevo. “Gótico y lúcido a la vez, el texto habla del efecto de la violencia sobre la salud mental”, reflexiona Martínez. Casi un siglo y medio después, en este mundo de hoy en que la vida se expone obscenamente en las redes, la salud mental y el dinero (o, mejor dicho, la fragilidad a la que nos abandona la carencia de ambos) siguen siendo tabúes.

Champión, de Guzmán Paz.Champión, de Guzmán Paz.

“La obra de Guzmán Paz es muy particular –comenta la curadora española–. Su uso de la miniatura o su insistencia en hacer de la realidad algo muy pequeño es indicativo de varias cosas: sus ansias por hacernos prestar atención a lo que en apariencia parece normal o doméstico pero que puede encubrir violencia o sentimientos de rechazo. Si la realidad es “enana” se deja observar, estudiar e interpretar y de ahí podría emerger una realidad más grande, más pensada, más humana. Si la realidad no ocupase lugar, por así decirlo, la mente y sus fantasías maravillosas podrían tener más espacio, podría ser el pensamiento el dueño del cosmos y no las ataduras de lo doméstico. Toda su obra es un estudio de la ansiedad y la posibilidad de ser libres, de ser felices”.

El tapiz amarillo se puede visitar de martes a sábados 14 a 19 en Galería Nora Fisch, Av. San Juan 701, Buenos Aires. Hasta el 25 de octubre.


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fuente: CLARIN

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