
La historia de El Choli es la de un regreso a los orígenes y una expansión encadenando actividades al ritmo de los tiempos. La empresa agroindustrial, hoy convertida en un complejo diversificado que combina agricultura, ganadería, cerdos y producción de alimentos balanceados, nació del empuje de los hermanos Julio y Martín Beglinomini, oriundos de Campana, Buenos Aires, y con raíces en el oeste entrerriano.
“Esto arranca como una inversión. Teníamos un taller metalúrgico chico y empezamos a invertir en tierra”, recuerda Martín Beglinomini, uno de los fundadores de la empresa, en diálogo con Clarín Rural. Su padre, Julio, había dejado la localidad de Alcaraz en 1955 para trabajar en la refinería Shell de Campana. Cuarenta años después, en 1995, la familia decidió volver a hacer pie en Entre Ríos.
La primera compra fueron 130 hectáreas en Hasenkamp, un terreno cubierto de monte espeso donde apenas podían sostener 70 vacas. “Era una zona inhóspita, pero con esfuerzo empezamos con ganadería”, recuerda Martín.
Cuatro años más tarde, en 1999, ya habían alcanzado las mil hectáreas y él se radicó definitivamente en Entre Ríos. Habían invertido en maquinaria y se convirtieron en contratistas de movimiento de suelos en el norte entrerriano y en Corrientes, hasta que la actividad se fue limitando y se volcaron más hacia la agricultura.

De granos a carnes
Con el tiempo la sociedad se disolvió, Julio volvió a la metalúrgica y Martín quedó en El Choli. En 2011, buscando facilitar la logística, inauguró una planta de silos en Alcaraz, a la que poco después se sumaron máquinas para el procesamiento de granos. La agricultura les había permitido crecer pero planteaba desafíos. “La soja de primera rinde 20-24 quintales y la de segunda 20-21. La distancia a los puertos achica los márgenes, por eso buscamos agregar valor en origen, con una planta de balanceados, el extrusado de soja o con otras alternativas”, explica Martín.
Hoy El Choli maneja unas 10.000 hectáreas de siembras (14.000 contando el doble cultivo) entre campos propios y arrendados. Fieles a su corazón fierrero, cuentan con toda maquinaria propia, incluyendo 5 sembradoras, 5 cosechadoras, pulverizadoras, fertilizadoras y una flota de camiones. En este momento 4.000 hectáreas están sembradas con trigo, un cultivo que ha mostrado una fuerte mejora en la zona: “Antes rendía 2.500 kilos por hectárea y hoy es común superar los 4.000”, destaca el productor, y advierte que la soja, en cambio, con los valores actuales prácticamente no deja rentabilidad. “De todos modos, la combinación trigo-soja es lo que mejor funciona”, señala.

En maíz, la última campaña arrojó 63 quintales por hectárea, un número positivo para la zona, aunque la chicharrita les ocasionó la pérdida de 500 hectáreas. “Es una zona compleja, con suelos arcillosos. Si no incursionás en el agregado de valor, es muy difícil”, admite. Por eso, el maíz de su empresa tiene un destino interno: se procesa en la planta de balanceados y termina en el feedlot y la flamante granja porcina.
La planta de balanceados tiene capacidad para procesar 10 toneladas por hora de maíz y sorgo. Venden alimento a terceros pero en su mayoría son destinados a transformarse en proteína animal en establecimientos propios. También incorporaron una extrusora de soja y están sumando una peletizadora para ampliar las opciones comerciales. “Estamos probando dietas de balanceado puro para los animales, pero el picado de maíz abarata costos y nos permite producir con tranquilidad”, detalla Beglinomini.
La integración horizontal es una de las marcas registradas de El Choli y la planta de balanceados es el eslabón que une a la agricultura con la producción de proteínas cárnicas.
Ganadería intensiva
El rodeo de El Choli supera las 2.000 madres y toda la producción de terneros se recría antes de pasar a los corrales propios. Las vaquillas se recrían en pasturas de alfalfa con alta carga animal: seis cabezas por hectárea, en sistemas intensivos con cambios de parcela cada tres horas. En un lote emblemático de Alcaraz, donde hace 30 años había 30 vacas en 100 hectáreas de palmar, hoy se recrían 600 vaquillas gracias a la rotación de cultivos, la fertilización con cama de pollo y purines porcinos, y el manejo intensivo de forrajes.

Para completar el ciclo ganadero, en 2018 iniciaron la actividad de engorde a corral y hoy cuentan con dos feedlots con capacidad total para 2.500 cabezas, de donde salen cada mes entre 400 y 450 animales terminados. Las vaquillas entran al feedlot con 300 kilos y salen con 360. Los novillos se recrían más tiempo y se terminan en corral con 500 kilos, orientados a la exportación. “Los vaivenes de la política, como los cierres de exportaciones, hacen que la ganadería sea muy buena en un momento y menos en otro. Pero sigue siendo una alternativa más estable que la agricultura”, asegura Martín.
La empresa trabaja en conjunto con INTA AER La Paz y la oficina técnica de María Grande para mejorar los índices productivos en la recría, optimizar el manejo del pastoreo y generar información sobre disponibilidad forrajera para la toma de decisiones. El plan incluye también la capacitación del capital humano. A su vez, reciben asesoramiento permanente de la firma que les provee la genética, Select Debernardi. El rodeo es mayormente de razas británicas, pero el productor explica que en la zona casi toda la hacienda tiene “un chorro” de índicas, y ellos usan toros Braford.

“La clave está en la gente -afirma Beglinomini-. Fierros, tierra o vacas podés tener, pero si no hay un grupo humano que haga funcionar todo, es imposible. Lo mejor de la empresa son los 120 empleados que trabajan con nosotros”.
La expansión continúa
A partir de ese capital humano, la firma sigue sumando desafíos. Hace un año, a la agricultura y la ganadería sumaron la producción porcina. Tenían en carpeta la instalación de un galpón de gallinas ponedoras en un predio equidistante de Alcaraz y Hasenkamp, pero al final esa idea quedó en pausa porque surgió la posibilidad de poner en marcha una granja porcina con dos galpones para recría y engorde, que ahora se amplía con cuatro más. De 3.500 capones pasarán a 10.500 animales en producción. Y buena parte de la instalación de las granjas la hacen con máquinas y conocimiento propios, ya que la empresa de movimiento de tierras sigue activa: realizan tajamares y curvas de nivel.

De esta manera, la diversificación sigue siendo la brújula de El Choli. “El secreto está en no pasarse de mambo. La ganadería da estabilidad, los cerdos son otra forma de agregar valor”, dice Martín. En el horizonte aparece la posibilidad de crecer verticalmente, integrando la comercialización de carne con una planta propia de faena. “Queremos hacer algo distinto, no lo común. Estamos evaluando ese paso”, remarca Beglinomini.
Así fue como El Choli llegó a la producción de granos, de los granos pasaron al balanceado y de ahí a la carne vacuna y de cerdos, un ejemplo de integración horizontal y vertical representativo de muchas agroindustrias del interior argentino, donde cada eslabón se conecta con el otro para amortiguar riesgos y capturar oportunidades.

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