“Embajador de buena voluntad”

Dedico el editorial de esta semana a agradecer la entrega del título de “Embajador de Buena Voluntad” en temas de Comunicación Agropecuaria, que me otorgó esta semana el Director General del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Manuel Otero. Una distinción que me honra, junto a todo el equipo de Clarín Rural y a los directivos de la empresa que me cobijó hace más de cincuenta años, cuando en 1972 inicié mi carrera de periodista agropecuario.

La ceremonia tuvo lugar en un lugar emblemático: la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la entidad empresaria más antigua del país. Agradezco a su presidente, Ricardo Marra, por sus cálidas palabras al abrir el acto como dueño de casa. A Martín Piñeiro, quien fuera también Director General del IICA tras una prolífica trayectoria en el sector público argentino (INTA, Secretaría de Agricultura, actualmente parte del Grupo GPS), una guía en mis primeros pasos en la actividad.

“Embajador de Buena Voluntad” es un concepto muy honroso. Decía Kant que la buena voluntad no busca beneficios, recompensas o la aprobación de otros, sino que cumple con la ley moral por el simple hecho de ser un deber. Y que no importan los resultados, sino la intención detrás de ella. Es lo que realmente vale, y es lo que siento que nos une con Manuel y el invalorable grupo de amigos que compartieron una ceremonia inolvidable.

Palabras de Héctor Huergo tras el reconocimiento.Palabras de Héctor Huergo tras el reconocimiento.

Más allá de esta consideración general, el motivo que llevó al IICA a otorgarme el título es el rol pionero en la jerarquización de la agricultura y el desarrollo de las bioenergías. La realidad es que el agro, que había sido la base de la economía argentina y su voluptuoso crecimiento desde los tiempos de la Organización Nacional (la Primera Revolución de las Pampas, la de la conquista territorial) había entrado en un prolongado letargo desde 1930.

El mundo nos fue sacando ventajas, y hacia 1970, cuando nace Clarín Rural, había un “gap” muy importante con la agricultura de los países avanzados. La tarea era achicar la brecha. Habían nacido el INTA, los grupos CREA, y las universidades formaban los cuadros que cumplirían el rol protagónico de la “Segunda Revolución de las Pampas”. Nos propusimos acompañar este proceso en modo militante, mostrando caminos que nos sacaran del status quo.

Pasaron cosas. A mediados de los 70 la producción agrícola rondaba las 30 millones de toneladas, fundamentalmente cereales, algo de lino y de girasol. Sembrabamos 20 millones de hectáreas. Los campos estaban enmalezados y la ganadería exhibía bajísimos índices de productividad. Pero todo es empezaba a mover. Productores pioneros que viajaban al exterior y volvían exasperados por la brecha tecnológica. Profesionales del INTA y las facultades de agronomía iban a hacer post grados a Estados Unidos o universidades europeas. Se fue amasando el cambio.

Elipsis. Hoy producimos 150 millones de toneladas y sabemos que estamos para las 200, de no mediar las políticas incorrectas. Multiplicar la producción agrícola por cinco veces en cuarenta años es definitivamente una revolución. Que además significó que el sector agroindustrial pasó a tener mucho más peso en la economía y la sociedad. ¿Qué hubiera sido de la Argentina sin este fenomenal salto productivo? Si somos todavía viables, es por el flujo concreto de divisas que generó y sigue generando el sector.

El reconocimiento a Héctor Huergo se llevó a cabo en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.El reconocimiento a Héctor Huergo se llevó a cabo en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

En este camino, fuimos promotores de las grandes transformaciones, como la siembra directa, la intensificación forrajera (con técnicas como el silo de maíz que sólo aparecían en nuestras páginas), o la llegada del silobolsa. Cuando cosechábamos 30 millones de toneladas, los silos no daban abasto y era frecuente ver montañas de granos a la intemperie. Parecía imposible. Un invento argentino que recorre el mundo. La agricultura tomó 10 millones de hectáreas antes dedicadas a la ganadería extensiva. Ahora está el engorde a corral, y un nuevo ordenamiento de la actividad tambera donde las vacas duplicaron la producción diaria gracias a una alimentación más acorde con su potencial.

Y lo bueno es que sentimos que está todo por hacer. Continuará.

fuente: CLARIN

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