
El paisaje urbano de Rosario se vio alterado por una silueta inconfundible: una pequeña Honda C90 Econo Power cargada de miles de historias y rutas americanas. Al mando, Pablo Imhoff, el joven santafesino que hace más de cinco años decidió que una moto urbana y de baja cilindrada era el vehículo perfecto para unir Ushuaia con Alaska. En su retorno triunfal hacia el centro de la provincia, Rosario fue la escala obligada.

Lo que para muchos era una locura – cruzar cordilleras, desiertos y selvas en una moto de 90cc-, para Pablito Viajero fue el motor de una narrativa que acumuló millones de visualizaciones. Su paso por la Avenida Circunvalación y la zona costanera de Rosario generó una revolución silenciosa entre quienes reconocieron la pequeña unidad azul y blanca. La elección de este vehículo no fue azarosa; representó la filosofía de que no se necesita tecnología de punta, sino determinación y paciencia para alcanzar los confines del mundo.
Durante su breve pero emotiva estancia en la región, Imhoff recordó los inicios de este proyecto cuando muchos dudaban de que la “Econo” resistiera el rigor de la Ruta Panamericana. Sin embargo, tras atravesar más de una decena de países y enfrentar climas extremos, la moto llegó a Rosario con el motor intacto, demostrando una nobleza mecánica que ya es leyenda entre los fanáticos de las dos ruedas. Para el público local, ver esa moto pequeña frente al imponente Paraná fue la imagen perfecta del esfuerzo individual frente a la inmensidad del continente.

Una travesía de más de 1500 días
La travesía, que se extendió debido a las restricciones sanitarias mundiales, transformó a Pablo en un documentalista de lujo. En diálogo con medios de comunicación de Santa Fe, Pablo destacó que lo más difícil no fueron los baches o las subidas empinadas, sino la gestión de la soledad y la incertidumbre. Aun así, la hospitalidad encontrada en cada pueblo de América, y especialmente el recibimiento en suelo santafesino, reafirmaron que el viaje valió cada segundo de los más de 1.500 días que estuvo fuera de casa.
La logística de viajar en una moto de baja cilindrada implica una velocidad de crucero reducida, lo que le permitió a Imhoff conectar con el entorno de una manera que los viajeros rápidos ignoran. Su historia es, ante todo, una invitación a salir de la zona de confort con lo que uno tiene a mano.
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