
El aprendizaje humano es un proceso amplio y profundo que implica razonar, integrar conocimientos, alcanzar comprensión y aplicar lo aprendido. En cambio, el entrenamiento es más estructurado y dirigido: busca incorporar habilidades específicas mediante repeticiones, con un objetivo definido. Es práctico y no siempre requiere comprender lo que se ejecuta.
Al entrenar un modelo de Inteligencia Artificial (IA), se lo expone a grandes volúmenes de datos, lo que le permite ajustar sus parámetros internos para “aprender” patrones de respuesta.
Cuando la IA “piensa”, en realidad procesa información siguiendo esquemas preestablecidos o adquiridos, pero sin comprensión genuina ni emociones reales, que solo puede simular. Al entrenarse con millones de textos humanos, los modelos reproducen —de modo probabilístico— rasgos del pensamiento humano, generando respuestas basadas en patrones lingüísticos internalizados.
La máquina carece absolutamente de consciencia. Las personas, por su parte, poseen un grado menor al que suele atribuírseles. Muchas de nuestras acciones diarias provienen de hábitos acríticos y, a veces, automáticos. La repetición otorga fluidez a lo aprendido. Metafóricamente, en este punto, nos asemejamos a la IA: el entrenamiento es un denominador común. Cabe señalar que, mientras hablamos, producimos palabras a una velocidad que supera ampliamente lo que podemos procesar con plena consciencia. Por eso, la analogía con la IA cobra aquí mayor sentido.
Incluso un intelectual, al argumentar frente a sus pares, se apoya más en el entrenamiento y la experiencia que en la elección deliberada de cada palabra. Es ese entrenamiento intelectual el que le permite articular con lucidez sus pensamientos, haciendo que emerjan casi automáticamente las palabras —o sus equivalentes— que mejor los representan.
Como vimos, el entrenamiento se manifiesta con fuerza incluso en los niveles más elevados del pensamiento.
Ps. Jorge Ballario psicologo.ballario@gmail.com
OTRAS CARTAS
Dos miradas sobre la discapacidad
Vetar la ley de discapacidad es un dislate. Un discapacitado es un ciudadano más. Es un tema muy complejo. Provoca excesos, restricciones, impedimentos… Las afecciones pueden ser psíquicas, sensoriales, físicas, intelectuales… Debe comprenderlo la sociedad, convivir con ella y haber un Estado presente, con programas para cada caso y medios e instituciones para ser atendidos. Es un deber público. Debe asistirse y contar con terapias adecuadas, capacitación y disponer de todo lo que ayude al discapacitado en su vida diaria y, de ser viable, en su recuperación. Puede haber entidades privadas, controladas, que den ese servicio. Algunos necesitan atención las 24 horas y los 365 días del año. La transparencia debe primar como en otros temas de salud. Es primordial la integración, rehabilitación, no discriminación, que accedan al empleo si se puede y la equidad en el trato y sus derechos. También, proteger su privacidad.
Vivimos en una sociedad donde una parte no asimila el problema y lo más grave es que la política no lo entiende y no lo atiende como debe. Es una deuda del Estado para con ella que incluye a sus tres poderes, a la familia, las instituciones, la educación. Si los responsables cumpliesen con sus obligaciones, ello ayudaría a cambiar la mirada, la tristeza, la desesperanza y sus desilusiones, subsanando las carencias del discapacitado. Es inmoral especular con la discapacidad.
Rodolfo C. Castello rccastello@hotmail.com
Indignado me informo que nuestro país subsidia a 1.240.000 discapacitados por un monto de US$ 2.200.000 al año. El número de personas que reciben estos subsidios representan 5 veces más que en los demás países. La periodista Guadalupe Vazquez hizo una audaz y eficiente investigación en Formosa desenmascarando a un ex intendente, una intermediaria y un médico en un burdo fraude. También se hizo una investigación en dos provincias norteñas sobre 500 y 400 beneficiados discapacitados comprobando que el 90% no eran merecedores de dicho beneficio.
Es urgente que se actúe velozmente en cortar definitivamente este derroche con tinte político y fraudulento. No se puede esperar al paso cansino de nuestra Justicia cuando la agricultura espera que se eliminen las nocivas retenciones para poder sembrar más. Esos fondos fraudulentamente desviados podrían utilizarse para reparar rutas y construir nuevas. También los sufridos jubilados son verdaderos merecedores de esos fondos. Ojalá el Gobierno apunte bien su agresiva motosierra.
Ricardo Olaviaga rolaviaga157@gmail.com
Llegar a fin de mes para hablar de un buen gobierno
Preocupan los millones y millones que el Gobierno sigue tomando del FMI como un barril sin fondo, cuando el barril somos nosotros y hace rato tocamos fondo. Si bien el control de la inflación es un logro, la deuda no lo es. Hacer las cosas bien no es un mérito sino una obligación. Menos préstamos, menos planes a vagos, menos viajes para hacer relaciones públicas sin nada concreto y más pies sobre la tierra. Cuando se logre llegar a fin de mes, podremos hablar de un buen gobierno.
Lejos está el Presidente de encabezar “el mejor gobierno de la historia”. Por ahora aprueba con la nota mínima.
Gustavo Gil gustavogil68@hotmail.com
Agradece atención médica
Quiero por este medio manifestar mi profundo agradecimiento a la excelente atención recibida en ICBA (Instituto Cardiovascular de Buenos Aires) en ocasión de estar internado por una severa descompensación pulmonar hace unos días. A los médicos, enfermeros, personal de limpieza, custodia, nutricionista y técnicos, mi reconocimiento por su celo profesional y su calidez humana, que me permitieron con mis casi 95 años de edad una notable y rápida recuperación. Gracias ICBA.
Elías Mischkin patri44@hotmail.com
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